"CUADRATURA DEL CIRCULO" (fin) |
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(Tao-Te King, XXXVI)
Desde un primer momento insistimos en la inconveniencia de buscar equivalencias cuantitativas y en la consecuente necesidad de que el segundo "Paraíso terrestre" tuviese una "medida" diferente a la del primero. ¿Diferencia "en más" o "en menos"? No lo sabíamos. Pero ahora, cotejando las ilustraciones Nº 6 y Nº 11, constatamos que el segundo círculo es menor que el primero (fig. 17).
Desde luego, dados los "instrumentos" de que nos valimos para la "cuadración" y la"circulación",este "empequeñecimiento" era geométricamente inevitable. En efecto, se puede demostrar con facilidad que la hipotenusa de un triángulo "30-60-90" será siempre más corta que la de un triángulo "3-4-5", si es que ambos tienen el mismo cateto mayor, de modo que, podría decirse, la disminución del radio no obedece más que a las leyes de la geometría, sin que haya otra cosa que agregar. Sin embargo, aquí estamos trabajando con símbolos y, va de suyo, la forma de un símbolo, si es que se trata verdaderamente de un símbolo, nunca podría tener su razón de ser en las leyes de la geometría, las cuales, en todo caso, pueden ayudar a representarlo pero no a entenderlo. Por lo demás, cabe recordar que "los símbolos y los mitos nunca han servido, tal como pretende una teoría demasiado extendida en nuestros días, para representar el movimiento de los astros; la verdad es que se encuentran figuras inspiradas en este movimiento, pero con la intención de expresar analógicamente algo totalmente diferente, ya que las leyes de este movimiento traducen físicamente los principios metafísicos de los que ellas dependen. Lo que acabamos de decir de los fenómenos astronómicos vale para cualquier otro tipo de fenómeno natural: estos fenómenos, al derivar de principios superiores y trascendentes, son verdaderos símbolos de éstos; es evidente que esto no afecta para nada a la realidad propia que estos fenómenos poseen como tales en el orden de existencia al que pertenecen; por el contrario, ello mismo fundamenta esta realidad; ya que, fuera de su dependencia de unos principios, todas las cosas serían una pura nada".56 Si una ley geométrica ha provocado la disminución de un círculo respecto al que le precediera, y dado que estos círculos son aquí símbolos de dos Paraísos terrestres consecutivos, esta disminución no puede sino traducir geométricamente una necesidad del devenir cíclico, la cual, por supuesto, es absolutamente independiente de la geometría. Los mundos se suceden indefinidamente en conformidad con la Ley de formación y destrucción que es propia de la "cadena" que los contiene. El segundo Paraíso terrestre devendrá una segunda Jerusalem celeste, la cual devendrá un tercer Paraíso terrestre, y así sucesivamente a perpetuidad. Y puesto que la "ley de cuadración" y la "ley de circulación" han de permanecer constantes (pues no dependen de cada mundo en particular sino del Principio común a todos ellos), tanto los círculos como los cuadrados se sucederán en una serie indefinidamente decreciente, o sea que sus "medidas" tenderán hacia un número indefinidamente pequeño.57 ¿Cómo interpretar este decrecimiento? La "cuadratura del círculo" y la "circulatura del cuadrado" simbolizan el tránsito de un mundo a otro. "En términos de la tradición hindú, este tránsito de un mundo a otro es un prâlaya, y el paso por el punto donde se unen los extremos de la cadena es un mahâprâlaya; esto, por otra parte, sería aplicable también, analógicamente, a un grado en particular, si, en lugar de considerar los mundos con respecto a la totalidad de la manifestación, se consideraran solamente las diversas modalidades de un mismo mundo con respecto a la totalidad de éste".58 El prálaya, la disolución de un mundo, implica naturalmente su destrucción, pero, al igual que hemos señalado para el pachakutij andino, "destrucción" no significa "pasaje a la nada" sino pasaje a la no-manifestación; por su parte, el mahâprâlaya, la Gran Disolución, es el pasaje de la "cadena" o del "libro" entero a la no-manifestación, reabsorbido en su Principio: "Élrige todos estos mundos con sus poderes de mando (…) Pero después de crear los mundos, todos, los reabsorbe al fin de los tiempos" (Svetasvatara-Upânishad, III, 2). "Lo que importa destacar aún es que la 'cadena' no puede ser recorrida en realidad sino en un solo sentido, correspondiente a lo que hemos denominado la dirección ascendente del eje; esto es particularmente claro cuando se utiliza el simbolismo temporal, asimilando los mundos o estados de existencia a ciclos sucesivos, de tal manera que, con relación a un estado cualquiera, los ciclos anteriores representan los estados inferiores, y los ciclos posteriores los estados superiores, lo que implica que su encadenamiento debe considerarse como irreversible. Por otra parte, esta irreversibilidad está igualmente implicada en la concepción de dicho encadenamiento como dotado de un carácter propiamente 'causal' -aunque ésta supone esencialmente la simultaneidad, y no ya la sucesión- pues, en una relación de causa a efecto, los dos términos no pueden invertirse nunca; y, en el fondo, la noción de un encadenamiento causal constituye el verdadero sentido de lo que simbólicamente se traduce por las apariencias de una sucesión cíclica, respondiendo siempre el punto de vista de la simultaneidad a un orden de realidad más profundo que el de la sucesión".59 Los sucesivos mundos "se achican" pues tienden a reducirse a lo esencial; así, el radio del círculo y la apotema del cuadrado tienden a reabsorberse en su propio centro, en el corazón del mundo donde sólo permanecerá, al "final de los tiempos", el Arbol de la Vida. Por eso es que "Disminución implica Aumento": "Hemos recordado, con motivo de la relación entre la caverna y el corazón, el texto de las Upânishad donde se dice que el Principio, residente en 'el centro del ser', es 'más pequeño que un grano de arroz, más pequeño que un grano de cebada, más pequeño que un grano de mostaza, más pequeño que un grano de mijo, más pequeño que el germen que está en el grano de mijo', pero también, al mismo tiempo, 'más grande que el cielo, más grande que todos estos mundos juntos' " (Chhândogya-Upânishad, III, 14, 3).60 A fin de arribar a una coherente resolución geométrica del problema de la "cuadratura del círculo" y de indicar algunos de los innumerables desarrollos que de ahí se desprenden, nos hemos apoyado, por un lado, en consideraciones teóricas de orden general y, por el otro, en textos, símbolos y rituales pertenecientes a muy diversas formas tradicionales. A nadie han de llamar la atención las referencias a tradiciones del "Viejo Mundo", ya que es mucho lo que se ha estudiado y escrito al respecto. En cambio, el estudio tradicional de las tradiciones americanas (y no la superficial descripción arqueológica o etnográfica), es algo que apenas si ha comenzado a hacerse, de modo que, posiblemente, la presencia del "triángulo pitagórico" y de la "cadena de unión" entre los aymaras habrá asombrado a más de un lector. "Pero, para nosotros, estas similitudes no muestran otra cosa que la unidad de la doctrina que está contenida en todas las tradiciones; no hay nada de asombroso en el hecho de que encontremos por todas partes la expresión de las mismas verdades, pero precisamente, para no asombrarse, es preciso ante todo saber que son verdades, y no ficciones más o menos arbitrarias".61 Creemos, por otra parte, haber dejado suficientemente
claro que el simbolismo de la "cuadratura del círculo", así
como todo otro simbolismo tradicional referido al "fin del mundo", nada
tiene que ver ni con las pretendidas "profecías apocalípticas",
ni con la pseudo-numerología "tradicionalista", tan insoportablemente
expandidas en nuestros días.
"Nos vemos así llevados a la consideración del doble aspecto 'benéfico' y 'maléfico' bajo el cual se presenta la marcha misma de un mundo, en tanto que manifestación cíclica, y que es verdaderamente la 'clave' de toda explicación tradicional de las condiciones en las cuales se desarrolla esta manifestación (…) Por un lado, si se toma simplemente esta manifestación en sí misma, sin relacionarla con un conjunto más vasto, su marcha entera, del comienzo al fin, es evidentemente un 'descenso' o una 'degradación' progresiva, y es a esto a lo que se puede llamar su sentido 'maléfico'; pero, por otro lado, esta misma manifestación, ubicada en el conjunto del que forma parte, produce resultados que tienen un valor realmente 'positivo' en la existencia universal, y es preciso que su desarrollo prosiga hasta el final, incluyendo el de las posibilidades inferiores de la 'edad sombría', para que la 'integración de sus resultados sea posible y devenga el principio inmediato de otro ciclo de manifestación, y es esto lo que constituye su sentido 'benéfico'. Esto es también así cuando se considera el fin mismo de un ciclo: desde el punto de vista particular de lo que debe ahora ser destruido, porque su manifestación está acabada y como agotada, este fin es naturalmente 'catastrófico', en el sentido etimológico en que esa palabra evoca la idea de una 'caída' repentina e irremediable; pero, por otra parte, desde el punto de vista en que la manifestación, desapareciendo como tal, se encuentra reducida a su principio en todo lo que ella tiene de existencia positiva, este mismo fin aparece al contrario como el 'enderezamiento' por el cual (…) todas las cosas son no menos repentinamente reestablecidas en su 'estado primordial'. (…) Sólo que, a decir verdad, ya no puede hablarse propiamente de 'benéfico', y tampoco de 'maléfico', en tanto que esos dos términos son esencialmente correlativos y marcan una oposición que no existe más, puesto que, como toda oposición, pertenece exclusivamente a un cierto dominio relativo y limitado; una vez que ella es sobrepasada, hay solamente lo que es, y que no puede no ser, ni ser otra cosa que lo que es; y es así que, si se quiere ir hasta la realidad del orden más profundo, se puede decir con todo rigor que el 'fin de un mundo' no es ni puede ser nunca otra cosa que el fin de una ilusión".62 Iniciamos el presente estudio con una cita del Zóhar, y así también lo terminaremos:
Buenos Aires, otoño de
1998
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NOTAS | |
56 | El simbolismo de la Cruz, prólogo, pp. 11-12. |
57 | Decimos "hacia un número indefinidamente pequeño", y no "hacia el cero", primero, porque "0" no es una medida y, segundo, porque una serie indefinidamente decreciente jamás podría arribar al cero siguiendo su propia ley de formación. "Cero" es el límite de la serie y, por lo tanto, es exterior a ella (cf. Les Principes du Calcul infinitésimal). En otro trabajo hemos estudiado la serie de los sucesivos círculos y cuadrados y sus múltiples relaciones con el simbolismo tradicional de los números, de modo que no hablaremos de ello aquí. |
58 | Símbolos fundamentales., p. 326, nota nº 15. |
59 | Símbolos fundamentales., p. 325. |
60 | Símbolos fundamentales., p. 188. |
61 | L'Esotérisme de Dante, p. 44. |
62 | Le règne de la quantité., pp. 371-373. |
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