"CUADRATURA DEL CIRCULO" |
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Antigua y triste enfermedad el "literalismo", que hace desgraciados a quienes la padecen. Pero, al menos, cuando el "literalismo" es sincero y se debe nada más que a la pura ignorancia, la letra queda incólume. En cambio, los actuales "mercaderes del fin del mundo" no solamente ignoran lo que hay "por debajo de las vestiduras" sino que tampoco vacilan en falsear la propia letra de los relatos a fin de adaptarla a las "tendencias del mercado" y al gusto de los "consumidores de profecías". Es, notoriamente, el caso de los "milenaristas" que dicen basar su prédica en el Apocalipsis bíblico, cuando lo cierto es, digámoslo de entrada, que en la Revelación de San Juan no hay una sola palabra, ni una sola, que autorice a suponer que el "fin del mundo" podría llegar a coincidir con el fin del segundo milenio de la Era cristiana. Bien sabemos a qué atenernos respecto a la multitud de "profecías del fin del mundo" con que tanta gente es engañada y atormentada en nuestros días, sea que tales "profecías" se expresen bajo la forma de burdas "visiones apocalípticas", o bien bajo formas más "refinadas", diríamos más "salpimentadas de tradicionalismo", pero no por ello menos perniciosas, como, por ejemplo, las argucias aritméticas tendientes a "demostrar'' que la doctrina hindú de los Manvántaras "avalaría" los "justificados temores'' concernientes al inminente advenimiento del "año 2000". Es cierto que un calendario civil, que no otra cosa es el calendario Gregoriano, puede ser considerado, con las debidas precauciones, como símbolo de una cronología sagrada; y es también cierto que una cronología sagrada tiene, más allá de las formas particulares que adopte, un valor verdaderamente universal en lo que hace a sus principios. Pero cuando se quiere "universalizar" lo que no es sino el aspecto más exterior de esta cronología, o sea sus cifras, se cae inevitablemente en el peor de los sincretismos. "El sincretismo, en todos los casos, es siempre un procedimiento esencialmente profano, por su 'exterioridad' misma; y no sólo no es una síntesis, sino que, en cierto sentido, es propiamente todo lo contrario. En efecto, la síntesis, por definición, parte de los principios, es decir de lo que hay de más interior; ella va, podría decirse, del centro a la circunferencia, en tanto que el sincretismo se mantiene en la misma circunferencia, en la pura multiplicidad, en cierto modo 'atómica', y en el detalle indefinido de elementos tomados uno a uno, considerados en ellos mismos y por ellos mismos, y separados de su principio, es decir, de su verdadera razón de ser".1Un hindú no tendrá el menor inconveniente en ver en el Apocalipsis el relato simbólico de un prâlaya,esto es, de la disolución de un mundo, pero, ¿qué podría significar para él el "año 2000" de los occidentales? ¿Y qué podría significar para un hebreo, un musulmán, un yoruba, un kayapó, un yekuana, un tzotzil o un chino? Por lo demás, si de "hacer cuentas" se tratase, cabría recordar que ciertas teorías hindúes (en sorprendente coincidencia con la cronología simbólica de los mayas), hacen comenzar el Kali Yuga en el año 3101 a. C. y, puesto que del Libro de las Leyes de Manú se infiere que la Edad Sombría ha de durar 432.000 años humanos (cf. Manava Dharma Sastra 1, 66-70), bien podría decirse, en el lenguaje popular argentino, que hay Kali-Yuga para rato.2 "La mescolanza de lo verdadero y lo falso, que se encuentra en las 'pseudo-tradiciones' de fabricación moderna, se encuentra también en las pretendidas 'profecías' que, en estos últimos años sobre todo, han sido desparramadas y explotadas de todas las maneras, para fines que, lo menos que se puede decir, es que son sumamente enigmáticos; decimos pretendidas, porque debe quedar bien entendido que la palabra 'profecías' no podría aplicarse propiamente sino a los anuncios de acontecimientos futuros que son continuos en los Libros sagrados de las diferentes tradiciones, y que provienen de una inspiración de orden puramente espiritual; en todo otro caso, su empleo es absolutamente abusivo, y la única palabra que conviene entonces es la de 'predicciones' (…). "Se puede desde luego comprender a qué servirá todo esto en las condiciones actuales: como esas predicciones presentan casi siempre las cosas bajo un aspecto inquietante y aún terrorífico, puesto que es naturalmente este aspecto de los acontecimientos el que más ha impresionado a los 'videntes', alcanza, para turbar la mentalidad pública, con propagarlas simplemente, acompañándolas si es menester con comentarios que harán resaltar el aspecto amenazador y presentarán los acontecimientos de que se trata como inminentes; si esas predicciones concuerdan entre ellas, el efecto se verá reforzado, y, si ellas se contradicen como también ocurre, no producirán sino más desorden; tanto en un caso como en el otro, esto redundará en beneficio de las potencias de subversión".3Y la "subversión" de que aquí se trata, no es precisamente de naturaleza socio-política. Hemos estimado necesarias estas aclaraciones, dado que en el presente estudio nos ocuparemos de un "símbolo del fin del mundo": la "cuadratura del círculo", tal vez el más incomprendido de cuantos símbolos tradicionales han "circulado" por Occidente. Adelantamos que nuestro propósito es completamente ajeno a todo género de "predicciones", de modo que si alguien tiene interés por saber cuánto falta para el "día delJuicio",nos sentimos obligados a sugerirle que abandone aquí mismo la lectura, ya que no es en estas páginas donde encontrará la respuesta; y nos permitimos también sugerirle que, por su propio bien, huya de quienes dicen tenerla. Además de aclarar hasta donde nos resulte posible el real significado de la "cuadratura del círculo", nos proponemos mostrar que la construcción de una figura geométrica que la represente es perfectamente realizable, una vez que se ha comprendido que "en cualquier orden de ideas que se plantee, es siempre la falta de principios lo único que torna las cuestiones insolubles".4 Va de suyo que "esos principios no presuponen alguna existencia particular sino que, por el contrario, son presupuestos lógicamente como premisas, al menos implícitas, de toda afirmación verdadera de orden contingente".5"Desde este punto de vista, conviene recordar ante todo que una de las principales características de la ciencia profana, cuando ella abandona el dominio de la simple observación de los hechos y quiere ensayar extraer algo de la acumulación indefinida de detalles particulares que es su único resultado inmediato, es la edificación más o menos laboriosa de teorías puramente hipotéticas, y que necesariamente no pueden ser nada más, dado su punto de partida puramente empírico, pues los hechos, que en sí mismos son siempre susceptibles de explicaciones diversas, nunca han podido ni podrán jamás garantizar la veracidad de teoría alguna.".6 En el caso que ahora nos ocupa, que es el de la geometría aplicada al simbolismo cosmológico, es por demás evidente que los principios formadores y ordenadores del mundo no presuponen la geometría ni, mucho menos, alguna figura geométrica particular. Esta figura, cualquiera que resulte, extraerá toda su realidad y toda su veracidad, no de las leyes de la geometría en sí mismas, las cuales son enteramente contingentes, sino de los principios que hemos tomado como sus premisas, y siempre y cuando, claro está, tales principios hayan sido correctamente interpretados y correctamente aplicados por nosotros. Como marco teórico nos remitiremos en forma constante a la obra de René Guénon. No porque nos consideremos "guenonianos" ni, mucho menos, "guenonistas", "reconocimientos" estos que, con toda seguridad,Guénon habría rechazado con la mayor vehemencia. "Enuna civilizacióntradicional -escribía-, es casi inconcebible que un hombrepretenda reivindicar la propiedad de una idea, y, en todo caso, si lo hace, se quita por eso mismo todo crédito y toda autoridad, puesto que la reduce así a no ser sino una suerte de fantasía sin ningún alcance real: si una idea es verdadera, ella pertenece por igual a todos los que son capaces de comprenderla; si ella es falsa, no es cuestión de glorificarse por haberla inventado. Una idea verdadera no puede ser'nueva', puesto que la verdad no es un producto del espírituhumano; ella existe independientemente de nosotros, y nosotros sólo hemos de conocerla".7 No vaciló Guénon en denunciar el individualismo característico del mundo moderno y muy particularmente de sus filósofos, para quienes de lo que se trata es de "atar su nombre a un 'sistema', es decir a un ensamblaje de teorías estrictamente limitado y circunscripto, y que les pertenezca, que no sea nada más que su propia obra; de ahí el deseo de ser original a cualquier precio, aún si la verdad debe ser sacrificada a esta originalidad: más vale, para el renombre de un filósofo, inventar un error nuevo que repetir una verdad que ya fuera expresada por otros".8 René Guénon nunca se consideró más -ni menos- que una "correa de transmisión" hacia Occidente de lo que todavía puede ser asimilado aquí de las ideas y doctrinas tradicionales. No existe, pues, nada que pueda ser llamado "sistema guenoniano", ni "doctrina guenoniana", ni, por cierto, "filosofía guenoniana", ni, menos aún, "metafísica guenoniana", cual si la metafísica fuese una rama de la filosofía, tal como pareciera creer más de uno. En consecuencia, nuestra formal negativa a considerarnos "guenonianos" es el mejor homenaje que podemos brindar a la memoria del Servidor del Único. En estos tiempos en que su nombre y su obra están siendo arteramente utilizados y falsificados por los más conspicuos exponentes de la antitradición, cuando no directamente de la contra-tradición, todos ellos sedicentes "guenonianos de la primera hora", no está de más dejar aclaradas ciertas cosas. Ahora sí, podemos pasar a nuestro estudio. |
Capítulo I |
NOTAS | |
1 | René Guénon, Aperçus sur l'Initiation. Villain et Belhomme, París 1976, pp. 44-45. |
2 | Lo cual, seguramente, no habrá de ser motivo de alegría ni de sosiego: Si la Edad Sombría apenas ha comenzado y el mundo ya está como está, ¡qué cabe esperar para los 4.270 siglos que restan! |
3 | René Guénon, Le règne de la quantité et les signes des temps. Gallimard, París 1970, pp. 337-338. |
4 | René Guénon, Les Principes du Calcul infinitesimal. Gallimard, París 1981, pág. 49. |
5 | René Guénon, Les états multiples de l'être. Éditions Vega, París 1980, pág. 57. |
6 | Le règne de la quantité., pág. 163. |
7 | René Guénon, La Crise du monde moderne. Gallimard, París 1983, pp. 92-93. |
8 | La Crise du monde moderne, p. 92. |
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