|
||
|
||
Las especulaciones acerca del influjo de las
emanaciones de la divinidad sobre la astronomía antigua Los Griegos Con el correr de los siglos se comprobó que las salidas y puestas del Sol no se producían siempre frente al mismo telón de fondo de estrellas, sino que más bien se deslizaban lentamente hacia el Este a lo largo de la banda de los doce sectores trazados sobre las "aglomeraciones naturales". Esta banda se denominó "eclíptica" ("ekleiptiké"), porque sólo se observaban eclipses ("ekleipsis") cuando la Luna la cruzaba. Cada una de las "aglomeraciones naturales" que se encontraba a lo largo de la eclíptica estaba animada, representándose mitológicamente como uno de los doce obstáculos o trabajos que había superado el dios solar en su ronda anual. La totalidad de las criaturas representadas por las "aglomeraciones naturales" se llamó "zodíaco" (de "zoodiakós", "figura de animal"). Una de las figuras mitológicas asociadas con el Sol era "Heraklés" (Hércules), cuyos doce trabajos posiblemente deriven de los acontecimientos zodiacales a que hemos aludido, como el parecer ocurre con Tauro, Géminis, Cáncer (Cangrejo), Leo y Sagitario, por lo menos. Cerca del Eúfrates se han descubierto tablillas caldeas que datan del Siglo VI a.C., en las que se nombran las constelaciones de un modo muy semejante al de los griegos del mismo período. Con todo, las ideas que se esconden tras esos nombres son mucho más antiguas que las propias tablillas, según se desprende de un hecho sorprendente. La constelación, o bien el signo que llamamos Tauro se denomina –en las tablillas del Eúfrates– "Toro–de–frente". El comienzo del año en aquella época se determinaba por el equinoccio de primavera. Hoy en día, como es sabido, el punto vernal en el Hemisferio Norte se halla en la constelación de Acuario, luego de haber recorrido los últimos tramos de la constelación de Piscis. Este es un ejemplo típico que ilustra el desbordamiento hacia el Este de un signo por una constelación (Piscis – Acuario) por no haberse respetado los límites reales de las "aglomeraciones naturales", es decir, "constelaciones". Un siglo antes de Hiparco de Rodas (150-85 a.C.) el punto vernal (equinoccio de primavera) transitaba en el Hemisferio Norte los finales de la constelación de Aries (1.532-212 a.C.) del actual ciclo precesional, que coincidía cómodamente con el signo análogo, para ingresar en la constelación de Piscis en 212 a.C., que abandonó en 1.948 d.C. para penetrar en la constelación de Acuario que hoy en día nos cobija (Nota: Leo, en el Hemisferio Sud). De esta manera, "Toro–de–frente" sugiere que cuando se le dio ese nombre, la constelación de Tauro contenía el equinoccio de primavera en el Hemisferio Norte, lo que ocurrió entre 4.532 y 1.532 a.C., o sea cuatro mil quinientos años antes que en las tablillas caldeas. No puede caber duda que las tablillas del Eúfrates registraban más bien una tradición, que observaciones del año 600 a.C. La geometría de los cielos era conocida en tiempos de Homero (900-800 a.C.) y Hesíodo (850-750 a.C.), y ello desde varios milenios antes. Y por supuesto, la conciencia del primer gran hecho que son los cielos tiene un origen realmente pretérito. Muchos de los antiguos se apercibieron de que podían dar explicaciones alternativas: el movimiento diurno del Sol y los nocturnos de las estrellas se podrían explicar suponiendo que la Tierra rotare alrededor de su eje polar, en lugar de suponer que eran los cielos los que giraban en torno a nosotros, como era usual en la Era Cristiana. Así hace mucho tiempo se sabía la existencia de al menos dos explicaciones posibles de la revolución nocturna de las estrellas circumpolares boreales y del arqueado vuelo del Sol sobre nosotros. La segunda explicación consistía, naturalmente, en suponer que la Tierra giraba en torno de su propio eje. Entre los presocráticos, Heráclito de Efeso (576-480 a.C.), Filolao (500-420 a.C.), Hicetas de Siracusa y Ectanto de Siracusa, son los filósofos que se erigen entre aquellos que optaron por la segunda explicación, pero la audacia de una Tierra girando aparecía ante la mayoría como algo intelectualmente intrincado y observacionalmente sin fundamento. La alternativa giratoria sugerida por Heráclito, Filolao, Hicetas y Ectanto, se oponía a los hechos, tal como se estudiaban hace 2.500 años. Heráclides de Ponto (Siglo IV a.C.), Aristarco de Samos (Siglo III a.C.), y Seleuco de Seleucia (Siglo II a.C.) proponen también los tres que la Tierra gira sobre su eje polar, y los dos últimos que también lo hace en torno al Sol. Pero sus ideas fueron rechazadas. Aunque los pitagóricos creían en un cierto heliocentrismo, los filósofos griegos tuvieron en general una concepción geocéntrica del mundo. Esta concepción se concretó en el sistema de esferas homocéntricas de Eudoxio de Cnido (408-355 a.C.), a la que adhirió Aristóteles (384-322 a.C.) con argumentos ingeniosos. Las ideas de Eudoxio de Cnido, recogidas por Aristóteles, unidas a las que desarrolló Claudio Tolomeo (Siglo II a.C.) en su "Syntaxis Mathemática", más conocida por su nombre árabe "Almagesto", permanecerán vigentes hasta el Siglo XVII. El universo de Tolomeo tenía a la Tierra como centro, y ocho esferas concéntricas: Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter, Saturno, la esfera del Zodíaco y las estrellas fijas, con un total de 1.022 estrellas, y –por último– nada en absoluto. La obra de Tolomeo, vista en retrospectiva, parece un monumento a la obstinación en el error al propugnar un geocentrismo absurdo que, sin embargo, al igual que Aristóteles, se impuso en la Europa cristiana como la última palabra en el campo científico. Los griegos, en conjunto, no comprendieron el mundo avizorado por Aristarco de Samos: lo observaron y sistematizaron sus observaciones, y nada más. La historia de la Astronomía se atascó en Aristarco de Samos e Hiparco de Rodas, y con Tolomeo sus ruedas comenzaron a girar hacia atrás durante unos 1.500 años (Siglos II al XVII). Este es el aporte griego. Los Romanos En 410 los vándalos tomaron Roma y la saquearon. En el nuevo orden había considerable hostilidad contra el saber derivado del mundo greco–romano. La preservación del considerable caudal del conocimiento antiguo se debió al surgimiento de los monasterios y escuelas asociadas. En el Oeste europeo, el primero de ellos fue el de Monte Cassino, erigido por San Benito en 529. Pero entre los propios cristianos había tanta enemistad y salvaje hostilidad hacia la ciencia astronómica como en los peores tiempos del paganismo. Los escritos de Clemente Romano (96 d.C.), Clemente de Alejandría (200 d.C.) y Orígenes (254 d.C.), eran más alegoría que astronomía, y los de Diodoro (394), Teodoro (428), Filopón, y especialmente San Gerónimo (347-420) contra la "estúpida sabiduría de los filósofos", palidecen ante la atroz masacre de Hipatia, astrónoma y directora de la reconstruida biblioteca de Alejandría. Es cierto que Ambrosio de Milán (397) escribió con algo de moderación sobre la ciencia astronómica greco–romana, pero en Africa, Agustín, obispo de Hipona la condenó severamente. La actitud de San Agustín y su desorbitado dogmatismo tuvo importancia porque sus obras fueron "éxitos de copistas" en la Edad Media, y se conservan de ellas más ejemplares manuscritos que de cualquier otra obra, exceptuando la Biblia. Los Arabes a) Sura 2.– Vers. 27: "El (Allah) es quien, ocupándose también de los cielos, los dividió en siete. Porque es sabio en todas las cosas".El Califa Al-Mansur ordenó entonces la traducción de los textos astronómicos al árabe y, de ser necesario, su puesta al día. Unos años más tarde, en 773, un viajero hindú apareció en la corte de Bagdad con varios manuscritos: el saber astronómico, en su versión griega, había entrado en la India y Persia con Alejandro Magno en 331 y 327 a.C., donde se unió con otros manuscritos –muchísimo más antiguos– provenientes de China, y con las tradiciones astronómicas caldeas y las indoiranias –védicas y avésticas– anteriores y posteriores al fin de la glaciación "Würm", hacia el 8.500 a 9.500 a.C. El viajero llegado a Bagdad era portador del equivalente hindú de la "Sintaxis Matemática" de Tolomeo, que incluía un libro de tablas estelares titulado "Siddharta". Además, el hindú enseñó a los musulmanes a escribir con cifras menos engorrosas que en los sistemas latino y árabe, lo que hizo más fáciles las matemáticas, y simplificó las cartas de las estrellas. Ya en el año 711 los árabes habían conquistado España, y los tesoros del saber greco–romano que habían sobrevivido en la Roma de los Antoninos (96 a 192), navegaron hacia el Próximo Oriente en los barcos de los mercaderes y soldados a partir del 800, ya que Venecia, Nápoles, Bari, Amalfi, Pisa y Génova reiniciaban el comercio con los árabes del Mediterráneo Oriental. De este modo, poco a poco, el conocimiento de las matemáticas árabes comenzó a distinguir a los estudiosos serios de los monasterios análogos al de Monte Cassino. Alfonso X, el Sabio, transformó a Toledo en centro de irradiación del saber y de la traducción del árabe al latín, entre otros, de los "Libros del Saber de Astronomía", y las "Tablas Alfonsinas" (de Alfonso el Sabio) en 1272 –según la tradición tolemaica a través de astrónomos árabes– entre otras. Mediante estas y otras influencias la astronomía se enriqueció con las joyas del lenguaje árabe: "Aldebarán", "Altair", "Deneb", "Betelgeuse", "Nadir", "Cenit", "Algebra", "Algoritmo", entre muchas otras. Estas palabras abundaban en los cargamentos de manuscritos griegos que los barcos transportaban durante el siglo XII, desde el Próximo Oriente al Mediterráneo Norte. En el Siglo IV Calcido había traducido al latín el "Timeo" de Platón, lo que explica por qué su influencia fue la primera en dejarse sentir como traductor. Más tarde, a comienzos del Siglo XII, Adelardo trasladó al latín las tablas astronómicas del árabe Al-Khwarismi (Siglo IX d.C.), y el importantísimo "Liber Astronomiæ" se virtió al árabe (en Toledo) en el año 1.217 gracias a Miguel Escoto. Se trataba de la primera traducción realmente comprensible del sistema geocéntrico de Aristóteles, pero no tenía conexión alguna con la "Sintaxis Matemática" de Tolomeo. Entonces, Miguel Escoto tradujo los "Comentarios" del árabe Averroes sobre "De Coelo", de Aristóteles. Pero el mayor logro de todos tuvo lugar a fines del Siglo XII cuando el "Almagesto" ("La Mayor Obra") de Tolomeo se tradujo al griego (en Sicilia) y del árabe, por empeño y dedicación de Gerardo de Cremona. Los Cristianos La cosmología aristotélica fue la que por desgracia determinó la resurgente mentalidad europea del Siglo XIII, reemplazada felizmente por la de Tolomeo antes del Siglo XIV. Y a partir de la invención de la imprenta en 1.456, con la difusión de las "discrepancias" entre Aristóteles y Tolomeo en algunos puntos esenciales de la astronomía, se inició la conmoción del geocentrismo. Y con Copérnico (1.473-1.543) el geocentrismo comenzó a trastabillar, para derrumbarse y desaparecer paulatinamente con Tycho Brahe (1.546-1.601), y con Newton (1.643 -1.727). |
Athanasius Kircher, Musurgia universalis Roma 1650 |
|
Estudios Publicados |
Home Page |