EN TORNO AL TEMA ASTRAL DE LA ERA CRISTIANA
EMILIO SAURA
Introducción 
Dada la singularidad y trascendencia del acontecimiento que da origen al cristianismo, fueron múltiples, por parte de los astrólogos, las tentativas de fijar la fecha del nacimiento de Cristo, a fin de establecer el tema astral correcto: así d'Ailly,1 Cardan, Kepler. Refiriendo algunas circunstancias singulares o irrepetibles de la vida de Cristo a los símbolos astrológicos correspondientes, trataron de erigir el tema en cuestión. Otra cosa es que lo consiguieran. Así, Peuckert subraya cómo Kepler fijó la concepción de Cristo en el momento mismo de la gran conjunción que tuvo lugar en el año 6 a. C. en los signos de Piscis y Aries, cerca del punto vernal.2  

¿Se puede deducir a priori de un tema astral el acontecimiento de la Encarnación de Cristo? No, aunque sí pueda mostrarse a posteriori la plausibilidad del mismo, de un modo similar a como la Leyenda Dorada habla, a otro nivel, de la "conveniencia" de que Dios viniese al mundo en la época de la "gran paz octaviana". 

En relación con el momento de la venida de Cristo, los Evangelios hablan de que "ha llegado la plenitud de los tiempos" o de que "se ha cumplido el tiempo" (ho kairós peplêrotai). ¿Qué significa la expresión? Por lo pronto, la configuración estelar bajo la que nace Jesús y que ha sido objeto de múltiples investigaciones. Es "la estrella que vieron los Magos", sea de índole sobrenatural, como pensaba santo Tomás de Aquino, sea de índole natural, como opinaron otros autores, o también ambas cosas a la vez, como señala la Leyenda Dorada. Aparte del significado obvio, la frase "hemos visto su estrella en el Oriente" podría aludir al planeta o, en su caso, a la estrella que "se eleva en su Oriente, en su Ascendente". Si era posible verla es porque la "plenitud de los tiempos" era "previsible", evidentemente con el auxilio de la iluminación divina. No en vano la Epístola a los Hebreos (1,1-2) dice: "Muchas veces de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo..."  

¿Es posible anticipar de algún modo la fecha del nacimiento del Mesías? No hablamos ahora de las profecías del A. T., que suministraron una información realmente asombrosa sobre la personalidad y la vida de Jesús3. Más bien nos referimos a una previsión astrológica como la que parece ofrecernos el episodio de los Reyes Magos, que fueron conducidos por la estrella hasta Belén. Por eso la vieja canción de Navidad "Te esperábamos desde hace cuatro mil años" no parece aludir únicamente a la tradición profética de Israel, sino también a la espera poco menos que universal a la que hacen referencia las tradiciones de muchos pueblos (véase, por ejemplo, en la Leyenda Dorada de J. de Voragine, el apartado dedicado al "Adviento del Señor"). La noción de "los signos de los tiempos" que anuncian el Reino y la invitación de Jesús a interpretarlos ("aunque no conozcamos el día ni la hora, a no ser que el Padre lo revele") resultan aquí muy pertinentes.  

*
*   *
Varios niveles de interpretación en astrología: "En la plenitud de los tiempos" 
Es verdad que nunca se habla de modo explícito de la astrología a propósito de semejante anuncio, como no sea la simple mención de que los Reyes Magos eran astrólogos. Lo cual implicaría concebir la astrología no sólo de manera "influencial" o "simbolista", sino como "signo de los tiempos". Y así, el pasaje del "Génesis" en el que se habla de los "luminares" como significadores del tiempo adquiriría un nuevo sentido. 

Es cierto que la "plenitud del tiempo", el kairós del "Reino de Dios" como culminación de la historia y acceso a la eternidad no cabe deducirla a priori a partir de cálculos astrológicos, por más que siempre se pueda introducir una "razón iluminada por la fe", que, indudablemente, supone un salto en comparación con las posibilidades "normales" del intelecto humano.  

Pero la razón en cuestión ha de trabajar preferentemente a partir de datos bíblicos. ¿Cuáles son esos datos? "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca". Lo cual significa que la historia, aun habiendo estado siempre referida a dicho Reino, entra en su fase final. Sin esta constatación, la visión cristiana de la escatología queda deformada y falseada. Hasta ese momento, la humanidad no había tomado plena conciencia de sí misma; a lo sumo, vislumbraba proféticamente lo venidero, más allá de los anillos sin fin de la "serpiente del tiempo".4 

En efecto, el tiempo no es una realidad meramente ilusoria y de una longitud indefinida, sino una "corrupción" de lo que fue la temporalidad originaria. La espiral de revolución que es el tiempo tiende, al límite, hacia la circunferencia: Fecisti nos Domine ad Te et inquietum est cor nostrum donec requiescat in Te: "Nos hiciste, Señor, para Tí, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Tí", decía san Agustín, y esto puede muy bien aplicarse a la relación entre tiempo y eternidad. En definitiva, aunque el tiempo sea imagen de la eternidad, la condición humana no se agota en ser temporal, puesto que puede otorgársele la "eternidad participada". Esto quiere decir que cualquier época de la historia es "contigua" a la eternidad. Por tanto, el tiempo humano no se agota en ser mero símbolo de la eternidad, sino que participa de ella. Y esto hace que el tiempo lleve en sus entrañas la eternidad, que no es la mera negación del mismo, sino su perfeccionamiento y plenitud. 

Por eso la comprensión astrológica de una época, basada en los símbolos astrales predominantes, no se agota en la visión temporal, sino que nos remite en último extremo a la eternidad.  

Status de la astrología como intérprete de los "signos de los tiempos"  
Desde la óptica cristiana, cualquier conocimiento ha de ser relativizado a la luz de la fe, que representa la última instancia desde la que juzgar las situaciones; tan sólo alcanza la realidad el conocimiento iluminado por la fe, el cual tiene vigencia dentro de su propio ámbito, el de la "naturaleza caída y redimida". No en vano Tomás de Aquino postula la necesidad de la Revelación, no sólo para las verdades sobrenaturales, sino también para los "preámbulos de la fe", al menos para la inmensa mayoría de la gente, lo que da a entender la magnitud del oscurecimiento de la razón tras el pecado original. 

Se plantea así un problema: supuesta la originaria elevación del hombre al orden sobrenatural y su subsiguiente caída, ¿qué es la naturaleza humana? Lo que pertenece y pertenecía al ser propio del hombre, al margen de los dones preternaturales y de la condición divina de la que al principio participaba por la gracia, la cual perdió tras el pecado original. Creado "a imagen y semejanza", el hombre no perdió completamente el parecido con Dios, pero sí parcialmente; pues bien, para hacerse una idea de lo que hubiera podido ser la naturaleza humana al margen de la elevación, habría que prescindir incluso del parecido borroso que quedó tras la caída, aunque hay una enorme diferencia entre el hombre tal como quedó tras la caída y el hombre original. Por eso es importante describir la naturaleza, a fin de distinguirla de la sobrenaturaleza. Y semejante descripción puede muy bien hacerse, bien a partir de categorías astrológicas o cualesquiera otras, bien de conceptos estrictamente bíblicos, en el sentido de que la Escritura necesariamente ha de ofrecer una visión de la "naturaleza" del hombre, la justa para que él pueda alcanzar su fin sobrenatural, como señala acertadamente Tomás de Aquino. 

Puesto que el hombre fue elevado desde un principio al orden sobrenatural, puede afirmarse que en ningún momento de la historia hubo algo así como una "naturaleza pura". Supuesta la caída, el estado en que quedó el ser humano no puede calificarse de "natural", a no ser por la pérdida de los dones llamados "preternaturales".5 En lo que respecta a la gracia, de contar con ella en el orden sobrenatural pasó a quedar privado de ella, sin por ello volver a un pretendido estado "natural". Así, la muerte en que incurrió el hombre a través de la caída, no fue sin más la muerte física, sino ante todo la sobrenatural. 

Ahora bien, para comprender la actual "naturaleza" del hombre conviene partir de los significados básicos del término. 

Varias acepciones existen del vocablo: a) la totalidad del mundo material, al que podríamos denominar "Naturaleza", con mayúscula; b) la índole de cada uno de los entes o individuos que la componen. Todo ello está fuera del orden divino participado y, por tanto, del plano sobrenatural; c) en cierto sentido, también los ángeles pertenecen a la "Naturaleza", puesto que la deificación no es un proceso que les afecte directamente, aunque sí de manera indirecta.  

¿Se puede hablar de algún tipo de pertenencia de la Naturaleza al plano sobrenatural? El cuerpo humano, gobernado por los astros, forma parte de la Naturaleza y, a la vez, ha sido elevado junto con el espíritu al orden sobrenatural. En cuanto obediente en principio a los astros, experimenta su influencia, que se traduce en una "inclinación" susceptible de ser controlada por la voluntad con el auxilio de la gracia. Por tanto, la descripción que ofrece el tema astral sólo es un retrato de la "naturaleza" del individuo humano concreto, nunca de su "sobrenaturaleza". Y entendemos por "naturaleza" los 9 niveles humanos, análogos a los del mundo material, gobernados por las 9 jerarquías angélicas; por cierto, los dos niveles más elevados constituyen lo que podríamos llamar el "cerebro" (Zodíaco) y el "corazón" (Polo), correspondientes respectivamente al entendimiento y a la voluntad, los cuales, evidentemente, están fuera de la esfera de influencia angélica directa (sobre todo, la voluntad), aunque no de su influjo indirecto.6  

De este modo, las categorías astrológicas pueden experimentar una trasposición y servir para una descripción simbólica y, por supuesto, no determinista del orden sobrenatural, semejante a la utilizada en ocasiones por algunos autores, por ejemplo, san Buenaventura.7 

El problema fundamental  
¿Hay algún factor lo suficientemente individualizador como para definir astrológicamente la Era Cristiana, ya sea el tema del nacimiento del Mesías o el de su muerte, en el supuesto de que pudiésemos disponer de ellos? No puede serlo el eje de la "Luna negra" o del "Sol negro", ni tampoco el nodal8. Ni ningún grado del Zodíaco, ya que, en teoría, dos o más personas pueden nacer a la misma hora, de manera que tendrían el mismo grado en el Ascendente o en el "Medio Cielo", por ejemplo.  

Otra cosa es plantear el carácter privilegiado de una época de la historia; bastaría con que coincidieran la mayor parte de los factores astrales en un punto, lo que ocurre cada 13.000 años aproximadamente y, a fortiori, cada 26.000 años, intervalo en el que se superponen el zodíaco sideral y el tropical, lo que a veces se ha llamado de manera genérica las "constelaciones" y los "signos". Eso no ocurrió en el llamado "tiempo eje", al que alude Jaspers a propósito del nacimiento de Buda y de otros fundadores de religiones, amén del surgimiento de la filosofía griega, sino algo más tarde. En concreto, hacia el año 139 a. C., fecha en que Hiparco empezó a hablar de la precesión de los equinoccios, la primera estrella de la constelación de Piscis entró en el signo de Aries, un indicio de la superposición antes aludida. No se trata de comparar signos y constelaciones como si ambos tuvieran la misma longitud. Las cosas hay que entenderlas de diferente forma: la duodenaria estructura estelar que polariza la unidad primordial del universo está en la base del Zodíaco vernal que hoy conocemos y de todos los zodíacos posibles, incluido el que está ligado a las estrellas o "sideral".  

El "dibujo" o la "forma" variará según el punto de referencia considerado, pero siempre existirá esa estructura estelar de base, que puede ser vista desde ángulos diferentes. Es la posición del "sol" en cuestión y del planeta que gira en torno a él lo que otorga sus características peculiares al movimiento de precesión que le es propio y lo que establece la relación típica entre su propio zodíaco y el sideral. Como consecuencia de ello, una misma estructura estelar duodenaria se contemplará desde distintas perspectivas. Carece de sentido, pues, considerar la desigual longitud de signos y constelaciones como un argumento en contra de la astrología.  

Es de notar que el "descubrimiento" de Hiparco supuso una toma de conciencia de nuestro sistema solar, que se destacó así sobre el fondo estelar, coincidiendo con lo que, a partir de Rudolph Steiner, se ha llamado el "impulso crístico". Un tema que dio lugar a interminables discusiones a propósito del "desajuste" entre la astrología ligada al complejo Tierra-Sol y la vinculada a las constelaciones. En definitiva, no hay por qué rechazar ninguna de las dos perspectivas, pues, lejos de contradecirse se complementan.9  

Una cosa parece lógica: la venida de Cristo y el principio del cristianismo deberían ser simultáneas de una "superposición" entre los dos zodíacos. Tras la primera estrella de Piscis, la nº 15 de la constelación entra en el signo de Aries: a comienzos del año 1, su posición es 29º 57' de Piscis, en conjunción, pues, con el punto vernal.  

Hasta aquí, pues, el indicio mayor de que, aproximadamente hacia la época en que se "descubre" la precesión de los equinoccios, entramos en un momento privilegiado de la historia. Por eso resulta sumamente esclarecedor el texto del grado tebano en que se sitúa el "Sol negro" hacia el comienzo de nuestra era: "Un rey sentado en el trono, portando el cetro y el globo terrestre, y la reina, con idénticos atributos".  

El tema de la Era Cristiana 
Dos temas astrales son a considerar al referirnos a la E. C.: el que toma como principio de la misma la fecha de Dionisio el Exiguo y el que se basa en la fecha más probable de la muerte de Cristo, el 7 de abril del año 30.10 Es verdad que Dionisio fijó la fecha para el 25 de diciembre del año 753 de la fundación de Roma y que la conciencia colectiva lo ha considerado como universal punto de referencia, aunque empiece a contar desde el 1 de enero del año 1, y esto es lo decisivo, puesto que se trata de la "fórmula" del arquetipo tal como ha sido vivido en la Cristiandad. De ahí la preeminencia del tema del Exiguo sobre el de la muerte de Cristo, menos seguro. (Ver figura). 
 

 
POSICIONES DE LAS ESTRELLAS MAS SIGNIFICATIVAS EN EL TEMA DE LA ERA CRISTIANA (Dionisio el Exiguo)
ESTRELLA INFLUENCIA PLANETAS ASPECTADOS
Gacrux (CRU) Venus Júpiter (conj.)/Sol (cuadr.)
Miaplacidus (CAR) Venus Plutón (conj.)
Procyon (CMI) Mercurio Cola del Dragón (conj.)
Alioth (UMA) Sol Luna (conj.)/Marte (tríg.)
Markab (PEG) Sat./Urano Venus (conj.)
Schedir (CAS) Marte/Plutón Marte (conj.)/Júpit. (opos.)
Alhena (GEM) Mercurio Saturno (conj.)
Acamar (ERI) Júp./Nept. Urano (conj.)
Sabik (OPH)11 Marte/Plutón Neptuno (conj.)
Las influencias estelares 
¿Cómo calibrar las influencias estelares? ¿Reduciéndolas a categorías planetarias? Puesto que suponen un nivel más elevado que el de los planetas, habría que hablar de una esfera constituida por "soles", los cuales sólo podrían ser comprendidos, en principio, a partir de la experiencia de nuestro Sol, a la que llegamos a través del eje de los nodos lunares, mediador entre los planos lunar y solar. En rigor, pues, aunque la esfera mediadora entre las estrellas y los planetas sería Saturno (y los planetas "nuevos"), es el Sol el que pertenece al orden estelar y no Saturno. Serían entonces decisivos los aspectos del Sol con la estrella más próxima al punto vernal (o a cualquier otra) a la hora de determinar su influencia en un tema astral.  

Supuesta la índole general de los "soles", ¿cómo distinguir entre sus respectivas "influencias"? ¿Quizá agrupándolos por signos, ya que hacerlo por constelaciones no nos llevaría a conclusiones equilibradas, dadas las desiguales dimensiones de aquéllas? Hay fundamentos para ello si se admite que el punto vernal (contacto entre eclíptica y ecuador celeste), al desplazarse entre las constelaciones emplea 25920 años, periodo divisible en 12 "eras" de 2160 años cada una. ¿Cómo se medirían dichos "signos" o "eras"? Sobre un "zodíaco invariable", el llamado "Zodíaco sideral". Pues bien, las estrellas incluidas en tales signos participarían durante 2160 años de la índole de los mismos. Y, puesto que las 7 regencias planetarias tradicionales se distribuyen entre los 12 signos, puede establecerse una jerarquía dentro de los "soles" o estrellas, una jerarquía análoga a la de los 7 niveles planetarios. De esta forma y dentro del novenario (véase el correspondiente cuadro), tendríamos primero los 7 niveles planetarios; luego vendría el nivel estelar, cuyas influencias se clasificarían asimismo en 7 sub-niveles; y, por último, el Polo, que constituye el Primum Mobile. 

Pero ¿desde dónde empezar a contar? El saber astrológico no parece habernos legado ningún punto de partida anterior a la fijación por Hiparco del punto vernal hacia el 139 a. C. Si el Zodíaco tropical se remonta a esa época y después se ha constatado su validez, no hay ningún problema en aplicar las categorías zodiacales a distintos niveles, incluido el estelar. 

En cuanto a la era precesional actual, todos los autores coinciden en señalar que nos encontramos al final de la era de Piscis (para ser más exactos, al principio del signo sideral de Piscis, puesto que el movimiento precesional es retrógrado). El problema estriba en fijar el grado concreto: sobre esto hay diversas opiniones.  

Así, Dorsan sitúa la última coincidencia entre el zodíaco tropical y el sideral hacia el año 228 de nuestra era, mientras que los astrólogos hindúes la colocan en el 397. 

A la hora de buscar el momento de la historia en que han coincidido los zodíacos tropical y sideral, parece lógico proceder a posteriori. ¿Desde cuándo la humanidad presente es consciente del papel de las "influencias" del Zodíaco tropical? Justamente desde el instante en que Hiparco fijó el punto vernal en el año 139 a. C. ¿Qué ocurrió entonces? Que se dio el primer paso hacia la autoconciencia del complejo Tierra-Sol. Por tanto, resulta lógico colocar la coincidencia investigada en esa fecha. Una fecha, por otra parte, posterior al denominado "tiempo axial" y bastante próxima al acontecimiento de Cristo.  

Ahora bien, dado el carácter único de este último acontecimiento, ya sea que lo hagamos comenzar con la Era Cristiana (lo más lógico, puesto que esa fecha, fijada por Dionisio el Exiguo, ha sido universalmente aceptada como punto de referencia, y, por otro lado, los intentos de fijar el nacimiento de Cristo algunos años antes de la Era Cristiana no han obtenido resultados unánimes), ya sea que empecemos a contar desde el momento de la muerte de Cristo, el año 30 de esta misma Era, lo cierto es que el advenimiento de Cristo constituye el germen a partir del cual la humanidad desarrolla de manera irreversible su propia autoconciencia.12  

De ahí la importancia del momento escogido por Dionisio el Exiguo y que luego ha logrado aceptación universal. Es como si el anterior, el de Hiparco, describiese la atmósfera global, particularizada después por Dionisio y la autoconciencia cristiana. De todos modos, dicha autoconciencia no se agota en el simbolismo sideral de la 8ª esfera, análoga a la Jerarquía Querubínica, sino que se ajusta mejor a la 9ª, la del Polo o Primum Mobile (véase infra el cuadro de correspondencias), caracterizada por el Amor del que participa la primera Jerarquía, la de los Serafines.  

No en vano se habla de la Encarnación de Dios en la humanidad, como quiera que entendamos ahora la expresión. No es de extrañar, pues, que astrólogos como Néroman hayan abundado en observaciones similares. Para dicho autor, hay dos maneras de representar el tiempo: o bien se hace girar el punto vernal sobre un "cañamazo" estelar fijo, o bien mantenemos como punto de referencia el zodíaco habitual y seguimos en él la marcha de una estrella cualquiera. Néroman escoge la estrella "nu" de la constelación de Leo, a la que llama "Hierax", cuya posición hacia el año 33 de la E. C., año en que nuestro autor sitúa la muerte de Cristo y el principio teórico de la Era Cristiana, es exactamente 0º Leo. Al mismo tiempo, tiene en cuenta a "Horus", una especie de "plexo" que se imprime en el "sensitivo" del sistema solar y que forma trígono con la era que sirve en cada caso de punto de referencia. Llegamos así a la siguiente descripción de las eras.13 
 

ERA RECORRIDO DE HORUS RECORRIDO DE HIERAX PLANETA
Cancer Scorpius Aries Marte
Gemini Libra Tauro Venus
Taurus Virgo Géminis Mercurio
Aries Leo Cáncer eje Horus
Pisces Cancer Leo  "     "
Aquarius Gemini Virgo Mercurio

(Obsérvese cómo el "signo" sideral recorrido por Horus y el tropical recorrido por Hierax constituyen los dos domicilios de cada planeta). 

La era de Aries llega a su fin cuando el punto vernal alcanza la frontera entre Aries y Pisces. Ambos zodíacos coinciden entonces y "el Cielo visita la Tierra", como cantaron los hombres en la fiesta de Navidad: al identificarse el cielo con la tierra, se cumple el Et incarnatus est.14 Y si la era de Cáncer vio el Diluvio, la nuestra, la de Pisces, en trígono con ella, muy bien puede ver otro "Diluvio", (el de Pentecostés -podríamos apostillar).  

¿Qué supone entonces la fijación por Hiparco del punto vernal? La autonomía del sistema Tierra-Sol respecto del zodíaco sideral. Este es el sentido de la incorporación del Hijo a nuestro espacio-tiempo: una vez constatada la coincidencia del punto gamma con el comienzo del zodíaco sideral, ya no se hace necesario continuar el movimiento del punto gamma, y éste se desprende, por así decirlo, del fondo sideral, para convertirse en punto de referencia de la Encarnación. 

El centro ya no se encuentra entonces en el zodíaco sideral, sino en el sistema solar y, en concreto, en la Tierra, lugar de la Encarnación del Hijo de Dios. Ya no son las estrellas, sino el Sol el que deviene símbolo concreto de la Divinidad. La intuición de Steiner apunta, pues, en la buena dirección, aunque no refleje completamente la realidad. En lo sucesivo, la posición de estrellas y planetas en el zodíaco sideral representará el aspecto macrocósmico del tema; los planetas y estrellas en el zodíaco vernal, la autonomía de la conciencia crística.15  

Pero veamos primero el significado de algunas posiciones estelares decisivas: estrella vernal: 15 PSC (Los Peces); estrella polar: 19 PUP (La Popa). 

15, valor de Sámek (Sol en el plano humano), es el triangular de 5, valor de He y del microcosmos; PSC, en hebreo se escribe "nvN", de valor 45, valor desarrollado de la letra Nun, que de por sí vale 1415b. Es la letra que ocupa el centro del alefato y, por tanto, la mediadora por antonomasia, como correspondería a 0º Aries. A su vez, el vocablo "pez" ("ikhthys" en griego) es el anagrama de Cristo (Jesús-Cristo-de Dios-Hijo-Salvador). Por último, 45 es también el triangular de 9 y el valor de la palabra "semejanza", inverso de 54, valor del vocablo "imagen". Y 15 + 14 = 29, valor de "Adán". Por lo demás, el triangular de 14 es 105, suma de 47 + 58, valores respectivos de Iod-He-Schin-Váu-He y Iod-He-Schin-Váu-'Ayin, las dos formas del Pentagrama, la "celeste" y la "terrestre", como las denominaba Jean-Gaston Bardet. 

El nombre de la estrella "19 PUP" constituye una redundancia, pues 19 es el valor de la letra "Qof" (P. Mobile cósmico, reflejo de los "ángeles" y análogo a Alef-1, Serafines). Curiosamente, "Qof" es la "espalda", como PUP, la "Popa", que significa también la parte de atrás o la "espalda". Ya sea del hombre o de Dios, se trata de una parte del cuerpo "impersonal" o, por oposición al rostro, que tiene un carácter personal; así aparece Dios a Moisés, "de espaldas". ¿Se trata aquí de un velamiento del rostro, de una ocultación del macrocosmos significada por la conjunción de 19 PUP con el punto vernal, que constituye el "Rostro" o Ascendente del zodíaco vernal? ¿Algo así como el misterio menor por oposición al misterio mayor?.  

Por su parte, el número 19 combina bien con el "Sol negro" (así es denominado también el arcano XIX del Tarot), en cuanto que éste simboliza la lejanía o ausencia del Sol, su "dorso" o "espalda". Ambos representan, pues, a la vez el punto vernal (por simbolismo) y el polo (por posición), cuyos respectivos análogos son los Querubines y Serafines. Por lo demás, los segundos representan la fusión mística, la unión del amor, en tanto que los primeros figuran el conocimiento como un diálogo entre rostros. ¿Estarían invertidas, según eso, sus respectivas atribuciones? A no ser que la "espalda" represente también el misterio cuya revelación no implica la desaparición de su carácter oculto, pues "ocultar los misterios es cosa de Dios", mientras que "desvelarlos es asunto de los hombres".  
  

CUADRO DE CORRESPONDENCIAS ENTRE LOS DISTINTOS PLANOS16
Angélico  Humano  Cósmico 
Alef-1 (Serafines) Iod-10 Qof-19 (Primum Mobile
Beth-2 (Querubines) Kaf-11 Resch-20 (Zodíaco)
Guímel-3 (Tronos) Lámed-12 Schin-21 (Saturno)17
Dáleth-4 (Dominaciones) Mem-13 Táu-22 (Júpiter)
He-5 (Virtudes) Nun-14 Kaffinal-23 (Marte)
Váu-6 (Potestades) Sámek-15 Mem " -24 (Sol)
Záyin-7 (Principados) 'Ayin-16 Nun " -25 (Venus)
Jeth-8 (Arcángeles) Phe-17 Phe " -26 (Mercurio)
Teth-9 (Angeles) Tsáde-18 Tsáde" -27 (Luna)

 

REFLEJOS
JERARQUIAS ANGELICAS COSMOS
Alef-1, Serafines Tsádefinal-27, Luna 
Beth-2, Querubines Phefinal-26, Mercurio
Guímel-3, Tronos Nunfinal-25, Venus
Dáleth-4, Dominaciones Memfinal-24, Sol
He-5, Virtudes Kaffinal-23, Marte 
Váu-6, Potestades Táu-22, Júpiter
Záyin-7, Principados Schin-21, Saturno
Jeth-8, Arcángeles Resch-20, Zodíaco
Teth-9, Angeles Qof-19, P. Mobile

 

HUMANIDAD
Iod-10, P. Mobile (humano) Tsáde-18, Luna (humana)
Kaf-11, Zodíaco " Phé-17, Mercurio " 
Lámed-12, Saturno " 'Ayin-16, Venus "
Mem-13, Júpiter " Sámek-15, Sol "
Nun-14, Marte " no tiene complementario: es el "espejo"
  en el que lo superior se refleja en lo inferior.


Notas para la interpretación de las estrellas en el tema
 
Gacrux refuerza, pues, a Júpiter; Miaplacidus suaviza a Plutón, neutralizando así los "infiernos" y abriéndolos a la superficie; Procyon introduce su influencia a través de la "Cola del Dragón", que simboliza la vía purgativa, muy relevante en el tema, puesto que el mencionado factor está próximo al Medio Cielo. Procyon aparece aquí como la estrella más próxima al Polo después de Aludra (1º-0'-45'' Cáncer) (CMA) (Canis Maior, El Can Mayor), de manera que ambas representan el más alto nivel cósmico, el del Primum Mobile, análogo a la Jerarquía de los Serafines, definida por la identificación con Dios mediante el amor; Alioth complementa a la Luna y aporta su energía a Marte; Markab debilita a Venus a la vez que la universaliza; Schedir fortalece a Marte y debilita a Júpiter; Alhena aligera a Saturno; Acamar complementa a Urano (por otra parte, es la estrella más próxima al equinoccio después de Mirach (AND) (Andrómeda); por tanto, las dos simbolizan la 8ª esfera, la del "Zodíaco", que guarda analogía con la Jerarquía Querubínica, la que se aproxima a la Divinidad a través del conocimiento; y, finalmente, Sabik contrasta con Neptuno. 

Planetas, jerarquías angélicas, números, letras 
No vamos a detenernos en la interpretación propiamente dicha. Tan sólo daremos dos ejemplos. El primero, referido al planeta que, junto con Plutón (que no figura en el cuadro, ya que, con Urano y Neptuno, constituye el "vínculo" entre el "cielo" de Saturno" y el de las "estrellas fijas" o el "Zodíaco") es el más poderoso en el tema de nuestra Era: Júpiter. Próximo al Ascendente, tiene las siguientes correspondencias (ver cuadro supra): Táu-22, aspecto cósmico, en el que se refleja la 4ª Jerarquía angélica, Dáleth-4, es decir, las Dominaciones, cuya impronta se deja sentir en el plano humano en Mem-13. Dentro de este último plano, tiene como "reflejo" a Sámek-15, conectado con el Sol; por tanto, Júpiter aparece como inverso del Sol.  

El segundo es Marte, que se encuentra en Aries y en conjunción con el Descendente. Corresponde a Kaf final-23, aspecto cósmico en el que se refleja la 5ª Jerarquía, He-5, las Virtudes, que deja su impronta en el plano humano en Nun-14. No hay reflejo en el plano humano, pues Nun-14 es el mediador por antonomasia, al situarse en el centro mismo del alefato. 

Para una "definición" de la Era Cristiana  
En la interpretación no debemos olvidar que los grados se cuentan a partir del punto vernal. Sólo así seremos consecuentes con la introducción de la nueva perspectiva. Es de-cir, si anteriormente es sideral el punto de referencia, después se vuelve tropical. 

"Espíritu": Sol en el 10º Capricornio ("Un hombre con un búho en cada mano; se percibe un tercer búho posado en un árbol al claro de luna"): el papel fundamental del intelecto dentro de la inserción en los valores de la Tradición; más allá de cualquier polarización o contraste, la armonía que sobrevuela o supera el conflicto. 

"Alma": Luna en el 10º de Leo ("De una rama tronchada de una gran encina destrozada por la tempestad pende un esqueleto; ante él, el Tiempo armado con su guadaña permanece inmóvil, estupefacto al ver que su gesto destructor llega demasiado tarde"): la anticipación de la muerte como tema filosófico y existencial; parece como si la experiencia de un tiempo pleno y acabado le estuviese vedada al entero ámbito de la Creación. 

El "Yo encarnado", en el caso presente la "personalidad" o la característica fundamental de la Era Cristiana: Ascendente en el 12º Libra ("Una mujer de pie mirando hacia atrás"): actitud demasiado marcada por el pasado. Curiosamente, el ASC. para Roma nos muestra la siguiente leyenda: "Un hombre en una barca", símbolo harto familiar en la tradición cristiana (la "barca" de la Iglesia...). Por otra parte, al estar el DSC. en Aries, la alteridad de la Era Cristiana, su "otro" inseparable queda referido a Marte, lo que motiva una tensión entre la autoconciencia y su "yo objetivo"; sin olvidar la oposición histórica con que se encuentra el cristianismo y la reacción polémica que, con frecuencia, despierta. 

A su vez, el carácter de la Era viene modulado por la presencia de Plutón en conjunción al ASC. y en el grado 7º de Libra: "Un hombre que lleva un anillo en la mano derecha": la personificación de la muerte, que adquiere aquí una dimensión "nupcial", algo que acompaña visiblemente a la autoconciencia cristiana. 

La presencia de Júpiter (la protección, la benevolencia, la sabiduría) junto al ASC. y en el grado 9º ("Un hombre blandiendo una espada desnuda") no deja de recordarnos las palabras de Cristo: "Quien no está conmigo está contra Mí".  

Por otra parte, la conjunción Júpiter-Plutón expresa una muerte o una prueba que, en definitiva, es benéfica; o, también, la estrecha unión de herida y curación, "veneno" y remedio (la serpiente de bronce que Dios le mandó hacer a Moisés y que es figura de Cristo). Es curioso constatar cómo dicha conjunción tiene un periodo equivalente a la mitad del jubileo cristiano, que ocurre cada 25 años, y a la cuarta parte del jubileo hebreo, que se celebra cada 50; (y la circunstancia de que ambos planetas estén en conjunción con el ASC. expresa la sintonía con el ritmo de base de la tradición judeo-cristiana). 

Júpiter-Plutón en cuadratura con el Sol da a entender un conflicto entre el "yo" y el "espíritu", su aspecto más global, mientras que la oposición con Marte intensifica la alteridad a la que nos referíamos más arriba, de manera que se subraya la "tensión entre los opuestos". Y, por hallarse el Sol en el "Fondo del Cielo", hay que hablar de un distanciamiento del pasado o de los orígenes. 

El trígono con Saturno en Gemelos sublima, en parte, el contraste con el "espíritu", cuya nota dominante, la universalidad, deviene el tema esencial del pensamiento y de la búsqueda del sentido. Lo cual viene subrayado por la conjunción de Saturno con el "Sol negro", situado éste en 9º Gemelos: "Un rey sentado en el trono, portando el cetro y el globo terrestre, y la reina, con idénticos atributos". Se alude, pues, al arquetipo más englobante de la era cristiana, la realeza, marcada por su origen divino y aplicable en varios planos, desde el superior, en el que viene representada por Jesús y María, hasta el individual, simbolizado por la pareja Adán-Eva, pasando por el del poder temporal, figurado por la pareja real. 

En cuanto al sextil a la Luna, establece el nexo entre la personalidad del cristianismo y su misión universal, ya que la Luna rige el "Medio Cielo" (en Cáncer), a la vez que se halla en Leo: subordinación del pueblo, destinatario de la misión espiritual, al principio jerárquico.  

Y, para terminar con la descripción de la personalidad cristiana, señalaremos que Venus, regente del ASC., se encuentra en Acuario (signo de la utopía y de la libertad, pero también del "cielo") y en el sector V (destacando así la capacidad creadora). Venus se halla dispositado por Urano (lo que subraya la independencia y originalidad del "genio" cristiano), el cual forma cuadratura con el eje de los nodos lunares: "genio" situado siempre ante opciones radicales. Urano en Piscis y trígono a Neptuno: armonización de la conciencia individual con la colectiva. 

El "destino" del cristianismo 
¿Cuál es el destino del cristianismo? Queda descrito por el "Medio Cielo" en 13º Cáncer: "Un hombre portando sobre sus hombros una oveja degollada". El sacrificio expiatorio como rasgo distintivo e indisociable del cristianismo, máxime cuando el "Medio Cielo" se halla en conjunción con el perigeo lunar, factor asimismo de expiación. A su vez, el polo opuesto, la "Luna negra", se encuentra en 16º Capricornio ("Un hombre a lomos de un caballo desbocado"): ¿la actitud rebelde o individualista en cuanto posibilidad contraria a la expiación y que hallamos arraigada de algún modo en la tradición como un contravalor?

 
Continuación
 
NOTAS
1 En su obra Aion (Buenos Aires, 1986, Paidós, pp. 103-110) y en el contexto de la "enantiodromía" de la era de Piscis, según la cual la fase "anti-crística" de la historia del cristianismo comienza al llegar la precesión a la "Cola del pez austral" ("horizontal" respecto del otro, que es "vertical" o "boreal" y que podría atribuirse a Cristo), es decir, hacia el siglo XVI, el del Renacimiento y el principio de la modernidad, hace Jung una interesante referencia al cardenal Pierre d'Ailly. Éste afirma que sólo las herejías y la figura del Anticristo obedecerían a las leyes astrológicas, no así la religión cristiana, que está por encima de las leyes astrales. D'Ailly se remite a los ciclos de 300 años = 10 revoluciones de Saturno, uno de los cuales comenzó el año 11 a. C.; obtenemos así una serie de fechas como 289 d. C. (próxima al surgimiento de la herejía maniquea), 589 (que se aproxima al año de la Hégira), 1189 (Inocencio III), 1489 (protestantismo), 1789 (Revolución francesa).
2 Cf. Peuckert, W.E., L'Astrologie, París, 1980, Payot, 147-149.
3 Más de un autor se entretuvo en calcular las probabilidades de que los profetas acertasen por azar determinadas circunstancias de la vida de Cristo y llegaron a cifras de improbabilidad asombrosas. Por ejemplo, Grant R. Jeffrey, Armagedón, Madrid, 1992, EDAF, 17-31.
4 Rudolph Steiner hablaba del "impulso crístico", que representaría un paso decisivo en la evolución espiritual de la Humanidad.
5 Que se llamaron así por comparación de la situación paradisíaca con lo que en teoría se consideraba la naturaleza humana según el parecer de algún filósofo. Uno de esos dones sería el de poder vivir indefinidamente, (por contraposición a la "natural" condición mortal del hombre, señalada, por ejemplo, por Aristóteles).
6 Es de constatar la semejanza entre el ámbito de las estrellas fijas y la esfera del "cerebro" y del "entendimiento", en cuanto capacidad para unificar u organizar las estructuras del ser (ordenador, kibernétes, "timón"); y entre el eje polar, corazón y voluntad (rotación del universo en torno de la Tierra o de la Tierra sobre sí, que, en definitiva, vienen a parar a lo mismo). Las "estrellas fijas", que figuran la estabilidad del cielo (su "cerebro"), gobiernan la totalidad de la Naturaleza, constituyendo como constituyen la totalidad celeste (no en vano la 2ª Jerarquía, la de los Querubines, se asocia al conocimiento de los misterios de la Providencia); El Polo, que corresponde al Primum Mobile, que mueve y no es movido, figura la voluntad, que gobierna en último extremo al ser ("timonel", "dueño del carro", etc.) y ha sido asociada a la 1ª Jerarquía, la de los Serafines, que lo mueven todo "mediante el amor" (".che muove il sole ed altre stelle.").
7 Véase, por ejemplo, el Hexaëmeron.
8 La órbita de la Luna es una elipse en la que la Tierra ocupa uno de los focos. Evidentemente, el otro foco no es ningún cuerpo, sino que está vacío. Es lo que algunas escuelas astrológicas denominan la "Luna negra", cuya posición coincide con el apogeo lunar y que recorre el Zodíaco en algo menos de 9 años. El polo opuesto, a veces llamado "Príapo", es el perigeo. 

A partir de estos datos astronómicos, la Astrología ha desarrollado el simbolismo del eje de la "luna negra": si la Tierra simboliza el "cuerpo" y la Luna el "alma", la "Luna negra" representará el punto de mayor alejamiento del "alma" respecto del "cuerpo", en tanto que el polo opuesto señalará la mínima distancia entre ambos. No es de extrañar, pues, que la "Luna negra" se interprete como negación del cuerpo, distanciamiento de él, cerebralidad exagerada o tendencia desmesurada a la abstracción; el polo opuesto, por el contrario, se relaciona con el mundo de la pura instintividad o de la mera inmediatez. 

Algo semejante ocurre cuando se considera la trayectoria aparente del Sol en torno de la Tierra, la eclíptica. La Tierra ocupa uno de los focos de la elipse, mientras que el segundo foco, el vacío, es llamado "Sol negro", cuya posición zodiacal es la misma que la del apogeo solar. 

Por tanto, la relación se da aquí entre el "espíritu", simbolizado por el Sol, y el "cuerpo", del que es símbolo la Tierra. Y así, el apogeo señalará la máxima distancia entre ambos, y el perigeo, la mínima. Por eso se suele hablar del "Sol negro" como símbolo del Valor Supremo, del "Absoluto" trascendente, irreductible o "ausente". El polo opuesto simbolizaría entonces la máxima proximidad del mundo de los valores, su "inmanencia" o presencia avasalladora. 

Tanto el eje de la "Luna negra" como del "Sol negro", cada uno a su nivel, constituyen, pues, posibilidades extremas, difíciles de equilibrar, es decir, la experiencia a menudo desgarradora y separativa de los opuestos. 

En cuanto al eje de los nodos lunares, los datos astronómicos son de otra índole: aquí no entra en juego una sola órbita, sino dos, la lunar y la eclíptica. La primera se halla inclinada sobre el plano de la segunda, de manera que la Luna se mueve, bien al norte de la eclíptica, bien al sur de la misma. Sólo se sitúa en la misma eclíptica cuando pasa sobre uno de los nodos o puntos de intersección entre ambas órbitas. 

De ahí el simbolismo del eje de los nodos lunares o "eje del Dragón": los dos puntos en donde se produce la fusión "alma"-"espíritu" o la "conjunción de los opuestos". La "Cabeza del Dragón" o nodo ascendente (o norte) simboliza, pues, el "umbral interior", el "alma" al servicio del "espíritu" y "transfigurada" en él. La "Cola del Dragón" o nodo descendente (o sur) representará el "umbral exterior", el "espíritu" al servicio del "alma" y "encarnado" en ella. 

Se comprende el papel mediador del eje en cuestión y su función equilibrante, a diferencia de los ojos de la "Luna negra" y del "Sol negro", que resultan "unilaterales", por así decirlo.

9 Como certeramente señaló R. Abellio en el prólogo al libro de D'Orsan, Retorno al zodíaco de las estrellas, Barcelona, 1983, Teorema, 9-16.
10 Jayne hace observar que en el año 25 hay una serie de posiciones planetarias altamente significativas: Urano en Cáncer; Neptuno en Capricornio; Saturno y Marte en Aries; Júpiter en Libra, además de la Luna en Libra opuesta al Sol en Aries, todos ellos situados en la cruz cardinal; (véase N. Devore, Enciclopedia Astrológica, art. "Plano Invariable" y "Precesión de los equinoccios", Buenos Aires, 1972, Kier).
11 Abreviaturas de las constelaciones: 
 
  CRU Crux (La Cruz)
  CAR Carina (La Quilla)
  CMI Canis Minor (El Can Menor)
  UMA Ursa Maior (La Osa Mayor)
  PEG Pegasus (Pégaso)
  CAS Cassiopeia (Casiopea)
  GEM Gemini (Los Gemelos)
  ERI Eridanus (Eridano)
  OPH Ophiucus (El Serpentario)
 
12 No entramos ahora en la cuestión de si la autoconciencia humana viene impulsada por la Divinidad o se desarrolla frente a ella, como dirían Hegel y Bloch, entre otros.
13 Dom Néroman, Traité d'Astrologie rationnelle, París, 1982, La Table d'Émeraude, pp. 429-431. 
14 Apenas es necesario insistir en la autoconciencia ligada al comienzo del zodíaco vernal y a su peculiar "Cabeza del Dragón": a través de ella se verifica la nueva y decisiva toma de conciencia de la Tierra frente al universo. "Olvidamos" así el cosmos, que queda como un "telón de fondo", de manera que la coincidencia de los zodíacos tropical y sideral sirve de oca-sión para traer al microcosmos el arquetipo macrocósmico (15 PSC y 19 PUP).
15 Quizá sería interesante establecer un punto-síntesis de las influencias estelar y solar: la media aritmética entre ambas longitudes.
15b El autor hace uso en todo el artículo del valor posicional de las letras en el alefato, no del valor numérico individual que corresponde a cada una de ellas. (N. ed.).
16 Tras la unidad del Polo o del Primum Mobile viene la multiplicidad del Zodíaco, que es en primer lugar una dualidad (cognoscente-conocido). Y, dado que los planetas representan las esferas o los "cielos" sucesivos, cabe hablar de la mayor o menor globalidad de los mismos, de manera que el "cielo" anterior al Primum Mobile es el de las estrellas y el del "Sol negro". Todos ellos suponen el Zodíaco tropical; tan sólo el de Beth-2 puede entenderse desde el tropical o desde el sideral (aunque, en rigor, esté vinculado a éste último). Se trata, en definitiva, de ver la "ascensión" como un proceso cada vez más englobante. 
17 En el presente esquema, el planeta Urano y los que le siguen constituyen una "octava intermedia" entre Saturno y el Zodíaco. Han de entenderse simplemente como una prolongación de los 7 primeros "cielos"; no suponen, pues, un cambio de nivel, sino el acceso a nuevos sub-niveles. Esto quiere decir que dichos planetas no rebasan nunca el ámbito de Guímel-3 (en el novenario 1º como "correspondiente analogatum"), Lámed-12 (en el 2º, humano) y Schin-21 (letra que, dentro del 3º novenario, el del cosmos, corresponde a Saturno).

 


Estudios Publicados

Home Page