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Es
un hecho común entre los lectores de René Guénon,
que en determinado momento, influenciados directamente por la verdad y
la belleza de sus escritos, quieran efectivizar de modo concreto todo aquello
que se está produciendo en ellos, y siguiendo a su guía intelectual,
que les dice, que él no es un maestro, y que se necesita un vínculo
con una tradición, quieran concretar aquello que aún es virtual
en el largo camino hacia el Conocimiento. Es sabido que el metafísico
francés señala a las grandes Tradiciones de la humanidad
–incluso las tres religiones monoteístas– como posibles vehículos
para la realización intelectual. De hecho, esta posibilidad mueve
a personas poco informadas a creer que estas vías religiosas son
las únicas disponibles para el acceso y posterior encarnación
de la Sabiduría; eso se debe a la asimilación vulgar entre
lo religioso y lo sagrado y a la confusión –para quien inicia un
camino tan nuevo como sorpresivo– entre religión y metafísica.
Es decir entre lo exotérico y lo esotérico, equívoco
que más de un interesado en provocar el desorden promueve en su
ignorancia o en su mala fe, ambas teñidas de un cierto fanatismo
propio de este fin de ciclo.
En todo caso, como bien lo sabemos, la confesión oficial católica niega todo tipo de esoterismo; por otro lado, en ninguna religión existe una diferencia tan grande entre el exoterismo y el esoterismo como en el Islam.1 En cuanto al judaísmo actual, lo que entiende por Cábala –que como sabemos significa Tradición– es, en términos generales, un conjunto de usos y costumbres, marcados por el prejuicio y la intolerancia, atributos que comparte con las otras dos confesiones ya mencionadas; esto, sin olvidar, por cierto, el valor y el bien que han aportado estas religiones civilizadoras al conjunto de la humanidad, en particular en épocas pasadas. Sin embargo hoy en día ellas casi constituyen un impedimento para toda iniciación, lo cual no quiere decir que no se trate de auténticas revelaciones y que lo más puro de sus mensajes, concretamente sus libros sagrados, donde se encuentra el legado prístino de sus enviados, no constituya una guía, por mediación de la Palabra sagrada y simbólica, expresión de un Logos Arquetípico y por lo tanto un soporte del Conocimiento. Pero, como parte de la ignorancia y signo de los tiempos, acontece que el rito y la enseñanza se han debido "arreglar" por el aparato teológico o legal y por la mala intención de supuestos sacerdotes y pretendidas autoridades que han adulterado a su conveniencia circunstancial la esencia de esas teofanías. No obstante, en ellas aún puede hallarse una vía de realización espiritual, siempre que pueda efectuarse de acuerdo a los principios allí enunciados, con una transparente vocación, libre de cualquier intención o manipulación interesada; tal el caso de esos libros de sabiduría que conforman la Biblia, especialmente los de Moisés para judíos y cristianos y sobre todo los Evangelios para estos últimos. Por otro lado los islámicos tienen el Corán y otros textos sagrados complementarios, tal como los otros dos monoteísmos. En todo caso está claro que todo el Conocimiento está allí, para quien pueda develarlo, y esta fuente de agua viva existe para aquéllos que puedan encarnarla, y sería un error, acaso una monstruosidad negar esta evidencia. En cuanto a los ritos y ceremonias exotéricas, ellos pueden acompañar alguna vez con provecho nuestro viaje hacia la Unidad Central y queremos señalar como método el trabajo con el Arbol de la Vida Sefirótico de la Cábala hebrea, pero éste prácticamente no se conoce en el exoterismo judío; ahora bien, resultaría igualmente erróneo pensar que el Conocimiento fuera exclusivamente el patrimonio de estas religiones abrahámicas, mucho más en los tiempos que corren, signados inevitablemente por la caída y corrupción de todo lo instituido.2 Dicho esto, se trata de respetar otras varias alternativas o vías de acceso al Centro, en donde, como se sabe, se conjugan los contrarios y desde donde la Voluntad del Cielo se expande hacia los cuatro rincones del planeta abarcando igualmente en su totalidad a todos los seres humanos que se encuentren dispuestos a despertar movidos por un llamado de tal naturaleza. En ese caso deben tenerse en cuenta no sólo las tradiciones del Oriente, o del Extremo Oriente, aún hoy vivas, sino también otras numerosas, algunas de ellas arcaicas, que dado el momento cíclico crucial que nos toca vivir resurgen con toda la potencia de su vitalidad.3 De todas maneras, para los habitantes de las ciudades de Occidente son pocos los caminos iniciáticos abiertos a la realización de acuerdo a nuestras posibilidades dadas por las limitaciones del medio en que nos ha tocado vivir. Como se sabe el proceso del Conocimiento es una senda invertida con respecto a la visión del mundo que nos otorgan los sentidos y es descrita como un ascenso del alma que va en una primera etapa de la multiplicidad a la Unidad, y en una segunda del Ser al No Ser, o Suprema Identidad (el Ayn soph de la Cábala); por lo que se revierte la concepción ordinaria, ya que lo que No Es es el origen, aún, del Ser Universal, en cuanto éste es una afirmación de aquél. Sin duda el mundo actual ignora y niega esa posibilidad que es la Metafísica y acepta sólo en el mejor de los casos a la Religión, expresión exotérica de un esoterismo interior, y va de suyo que estas dos modalidades no son incompatibles, salvo que lo exotérico corte su vinculación con "las raíces de las plantas", cosa que desgraciadamente sucede tanto en la cultura europea como en la americana y su zona de influencia que es hoy el mundo entero. Para Occidente René Guénon ha señalado especialmente dos instituciones donde pudieran encontrarse vestigios que facilitasen esta Iniciación en el Conocimiento: La Masonería, que como todos sabemos es una asociación esotérica que pese a la degradación de las instituciones contemporáneas aún mantiene viva la Iniciación en ciertas logias, y –a regañadientes– la Iglesia Católica –como emblema del cristianismo en general–, aunque esta última ha sufrido grandes modificaciones desde la muerte de Guénon, especialmente en su liturgia, a pesar de que aún hoy puedan detectarse algunos núcleos esotéricos en su seno, particularmente dentro de las órdenes monacales benedictinas y cistercienses (de hecho no sólo allí); esto debe extenderse a las iglesias ortodoxas griega y rusa y a otras ramas del cristianismo; tampoco habría que olvidar a determinados cabalistas, aunque esto no cabe para la inmensa mayoría de los rabinos, al igual que con los prelados cristianos. La pobreza de las religiones, en términos generales, es actualmente evidente, y aquí debe también sumarse el exoterismo islámico, es decir, la tercer rama de las tradiciones del libro, las que asimismo en su doctrina, o en la práctica, niegan toda posibilidad de iniciación. Este es el triste panorama que se le brinda a un hombre o mujer medios en el área de influencia de la cultura Occidental, salvo su adhesión a una Tradición de Oriente, como el Hinduismo, el Budismo, el Zen, el Taoísmo, incluso la de alguna Tarîqah auténtica. Y dado que esta sombría situación –ya sea por la dificultad de conectar con estos verdaderos centros tradicionales, o por la imposibilidad de ligar efectivamente con culturas, usos y costumbres algunas veces diametralmente opuestos a los propios– es la realidad presente, conviene preguntarse qué otras posibilidades tiene el hombre actual de encontrar su verdadera identidad y efectivizar su realización intelectual-espiritual en los tiempos que corren. En estas circunstancias y teniendo en cuenta los escollos que la jalonan –que bien podrían ser tomados como las primeras pruebas para el aprendiz– no es extraño que se produzcan hoy iniciaciones solitarias, es decir sin el apoyo de un maestro vivo, incluso en tradiciones arcaicas o aparentemente muertas, teniendo en cuenta que estos casos, otrora extraños, han de ser cada vez más frecuentes dada la imposibilidad de poder conectarse con aquéllos capaces de ir guiándonos en nuestro sendero o la de tener acceso a grupos esotéricos tradicionales, tal el caso de ciertas logias masónicas. En este sentido Roland Goffin en un artículo aparecido en la revista Vers la Tradition y reelaborado para el Nº 9-10 de SYMBOLOS plantea la posibilidad de la iniciación individual en el mundo actual, (por la propia irregularidad de éste), mediante: "La importancia reconocida por René Guénon al conocimiento 'teórico' de los principios metafísicos, y ello al margen de toda vinculación iniciática parece a menudo ser perdida de vista por un buen número de guenonianos". Por otra parte Guénon también ha tocado el tema de los afrâd en sus estudios: "Otra cuestión, que se refiere también a la ligazón iniciática, se ha planteado igualmente en estos últimos tiempos; hay que decir en primer lugar, para que se comprenda exactamente su alcance, que concierne particularmente a los casos en que la iniciación se obtiene fuera de los medios ordinarios y normales. Debe entenderse bien, antes que nada, que casos así son siempre excepcionales, y que sólo se producen cuando ciertas circunstancias hacen imposible la transmisión normal, ya que su razón de ser es precisamente la de suplir en cierta medida esa transmisión. Decimos solamente en cierta medida, porque, por una parte, una cosa así sólo puede producirse para individualidades que poseen unas cualificaciones que sobrepasan mucho lo ordinario y que tienen unas aspiraciones lo bastante fuertes como para en cierto modo atraer a ellas la influencia espiritual que no pueden encontrar por sus propios medios, y también porque, por otra parte, e incluso para tales individualidades, todavía es más raro que, faltando la ayuda proporcionada por el constante contacto con una organización tradicional, los resultados obtenidos como consecuencia de esta iniciación no tengan un carácter más o menos fragmentario e incompleto".4 Empero, no hay que ir tan lejos y a casos especiales, ya que el propio Guénon reconoce la validez de la Tradición Hermética. En efecto, en distintas oportunidades a lo largo de su obra y correspondencia el metafísico francés nos habla de la Tradición Hermética como una Iniciación ligada a los Misterios Menores, es decir a la restitución del ser adámico: o sea el nacimiento al verdadero estado humano. Sin embargo, no explica de qué manera se puede adquirir esta Iniciación, puesta bajo la advocación del dios Hermes (Hermes Trismegisto), con la que se vincula esta transmisión que no incluye ningún rito salvo la senda del Conocimiento, el estudio y la meditación y la transmutación que se efectúa en esa vía, –llamada en la India Jnânî-Yoga–, donde la iluminación se produce en virtud de la identidad entre el sujeto y el objeto del conocer. En todo caso este hecho no es para nada sorprendente ya que tampoco menciona a lo largo de sus escritos ni siquiera una insinuación respecto a cualquier otro "método" u obtención de "resultados" en la vía iniciática, salvo indicar al símbolo como vehículo, o prácticas reconocidas de modo universal, como la respiración, el canto y la danza, la oración, el silencio y la soledad, etc. Somos cristianos, específicamente católicos, y hemos sido bautizados y confirmados; conocemos los sacramentos de la confesión y la comunión y hasta alguno de nosotros ha tenido vocación religiosa. Igualmente hemos bautizado a nuestros hijos –alguno lo ha hecho de modo personal– y no les hemos negado instrucción de tipo religioso. Pero, de hecho, no podemos identificarnos ni con la Teología oficial, ni con la Iglesia de Roma, y mucho menos con la ignorancia, la hipocresía, la corrupción y hasta la delincuencia del clero de nuestros días. Por otra parte el medio en el que hemos nacido, la cultura que nos ha nutrido es cristiana, y por lo tanto con un transfondo judío y pagano, aunque vistos sin embargo desde una programación y condicionamiento histórico que nos otorgó graciosamente la Iglesia de Roma, con un toque de nacionalismo, intolerancia y dictadura, ejercidos en este siglo en los países de habla castellana. Y es dable observar cómo hemos tenido que irnos despojando de ataduras y tabúes, muchísimos de ellos en el plano religioso-moral, cosa que ha tenido que hacer la propia Iglesia, por sus necesidades y las de los fieles que, aún así, son cada día menos. De hecho, en este mismo siglo el catolicismo ha modificado totalmente el rito, la teología, y la conducta y piedad de la feligresía y sus pastores. En honor de la verdad hemos de decir que por razones rítmicas, tocantes al fin de ciclo, todas las instituciones están igualmente corruptas. Empero, los redactores de SYMBOLOS nos hemos mantenido totalmente fieles a las enseñanzas evangélicas, así como a las del Antiguo Testamento. Igualmente a la doctrina de la Iglesia en cuanto no se aparta del pensamiento tradicional, enunciado en Grecia por Platón, expresado posteriormente por los neoplatónicos y gnósticos (cristianos o no), el Corpus Hermeticum, también Proclo, y manifestado más luego por Dionisio Areopagita, cristalizándose de esta manera las estructuras de la Edad Media y su secuela (la escuela de Chartres, los San Victor, San Alberto Magno, también varios aspectos del aristotélico Sto. Tomás, Eckhart, Suso, y tantos, tantos otros) hasta llegar al Renacimiento: Gemisto Pletón, el Cardenal Bessarion, Marsilio Ficino, Pico de la Mirándola, Nicolás de Cusa, etc., etc. y sus prolongaciones en el mundo moderno. Esa es la doctrina que nos interesa por ser el auténtico cristianismo original. Y hemos de reconocer que ese pensamiento ha venido a nosotros a través de Occidente, y por lo tanto de la cristiandad, y desde luego de su forma de vida y sus usos y costumbres, que son los nuestros, derivados en gran parte como se ha dicho de judíos y paganos. A lo que debemos agregar que el Libro Sagrado de nuestra Logia es hasta hoy la Biblia –abierta en el comienzo del Evangelio de San Juan–, a pesar de que siga vigente contra nosotros la excomunión de la Iglesia Católica, lo que nos tiene sin cuidado, dada la accidentada historia de esa institución, (para decir lo menos), a lo largo de los ciclos de su existencia, o sea de la civilización occidental, sumándose a ello el estado de corrupción en que ésta se encuentra a la fecha. Pero si la proximidad del Fin de Ciclo se advierte particularmente en las religiones, y en los grupos esotéricos, también lo hace en auténticas organizaciones iniciáticas, como la Masonería; empero queremos manifestar que donde es más notorio es en los "seguidores" de Guénon, especialmente en tres de sus "herederos": F. Schuon, M. Pallis y Jean Reyor. A ellos debe sumarse los "tradicionalistas guenonianos" de "estricta observancia", que en su mayor parte son más papistas que el papa, y les coge una especie de rigor que asocian con la visión religiosa, la "moral", la política inquisitorial y una presunción inversamente proporcional a su Conocimiento. Y es lógico que así sea: ¿de qué forma podría la contratradición cumplir su función de mejor modo que adulterando el pensamiento y la obra del más grande intérprete de la Ciencia Sagrada en este siglo? Guénon comenzó la lucha contra los impostores y la degeneración no ha cesado y ¿dónde podría notarse más si no es precisamente en los ámbitos supuestamente relacionados con esa Ciencia Sagrada? |
¿Qué es la Tradición? |
NOTAS | |
1 | "De todas las doctrinas tradicionales, es en la islámica donde quizá esté marcada más claramente la distinción entre dos partes complementarias una de otra, que se pueden designar como el exoterismo y el esoterismo." René Guénon, Aperçus sur l'ésoterisme islamique et le taoisme: "L' ésotérisme islamique". Publicado originalmente en Cahiers du Sud, 1947. |
2 | La visión religiosa sólo llega a la línea del horizonte, incapaz de poder ir más allá, o abarcar algo distinto. Ver SYMBOLOS Nš 15-16, F. González: "Religión y Metafísica en el Fin de Ciclo". |
3 | No sólo nos referimos, en Oriente, al hinduismo o al budismo, sino a las innumerables formas que ambas toman (zen, jainismo, etc.). En todo caso las "iglesias dispersas" de todo el mundo pueden sumar literalmente millones de fieles. |
4 | Initiation et réalisation spirituelle. Ed. Traditionnelles, Paris 1986, p. 55. Y continúa más adelante: "Otro punto muy importante es éste: incluso en un caso semejante, se trata siempre de la ligazón a una 'cadena' iniciática y de la transmisión de una influencia espiritual, cualesquiera que sean por otra parte sus medios y modalidades, que sin duda pueden diferir grandemente de lo que ellos son en los casos normales, e implicar, por ejemplo, una acción que se ejerce fuera de las condiciones normales de tiempo y lugar; pero, de cualquier manera, hay necesariamente un contacto real, lo que a buen seguro nada tiene que ver con 'visiones' o ensoñaciones que prácticamente no responden a otra cosa que a la imaginación." (pgs. 56-57). Y, en las páginas 271-72: "Diremos, desde el punto de vista del taçawwuf islámico, que aquello de lo que se trata responde a la vía de los Afrâd, cuyo maestro es Seyidna El Khidr, y está fuera de lo que podría llamarse la jurisdicción del 'Polo' (El-Qutb) que comprende solamente las vías regulares y habituales de la iniciación. Nunca se insistiría demasiado en el hecho de que no se trata sino de casos excepcionales, tal como se declara expresamente en el texto que acabamos de citar, y que no se producen más que en circunstancias que hacen imposible la transmisión normal, por ejemplo en ausencia de toda organización iniciática regularmente constituida. Sobre este asunto ver también Orient et Occident, pgs. 230-231." |
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