JOHN DEYME DE VILLEDIEU |
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a) El momento
crítico
en algunos puntos del globo Los límites asignados al reinado de Ramsés II (1290-1224 ó 1291-1235), sobre todo al término del mismo, están dentro de la fecha crítica de 1240,23. Ramsés II fue un gran constructor de templos: Karnac, Luxor y otros edificios testimonian un gusto muy marcado por lo colosal. Este faraón también tuvo una gran reputación como conquistador, realizando gloriosas campañas militares contra los Libios, los Sirios y los Hititas. Egipto era ciertamente muy próspero en aquel momento; mas, como ya dijimos, el crecimiento, en cualquier dirección que se produzca, generalmente es un presagio del hundimiento y la ruina de los Estados.78 Precisamente, la Historia nos refiere que después de Ramsés II Egipto se divide y debilita, sobreviniendo la decadencia con los farones siguientes, triste preludio de lo que llegará a ser el fin del Imperio Nuevo, que se produce hacia el 1090. Más arriba hemos citado hechos, circunstancias, escritos, que muestran fehacientemente que por aquella época la región tuvo que sufrir, por decir lo mínimo, importantes trastornos de orden geológico y humano. Aunque seguramente el énfasis semita ha podido exagerarlas, las "plagas" que precedieron y acompañaron el fin del reinado de Ramsés II (durante el cual, o bien bajo sus sucesores o algunos años más tarde, se produjo igualmente el éxodo de los Judíos) han dejado suficientes huellas geológicas, arqueológicas y escriturarias para demostrar que la época pudo ser el escenario de hechos excepcionales, y el punto crítico de un ciclo capital en la Historia. Cuando Ramsés III accede al trono allá por el 1198, Egipto está totalmente devastado: bajo esta XXª y última dinastía del Imperio Nuevo nada queda ya de la gloria y el esplendor de antaño.
2. El "hiato" que nuestros cálculos sitúan en el medio del Kali-Yuga ha sido señalado en Mesopotamia por algunos historiadores. En este sentido, en un viejo libro escolar encontramos que los reyes asirios, largo tiempo vasallos de los de Babilonia, acabaron por imponer su poder. "Hacia el 1250 a. J. C., aplastaron a los Babilonios, cuyo rey fue encadenado y conducido a Asiria (…). Pueblo de montañas, los Asirios eran vigorosos y enérgicos, aunque de una sanguinaria brutalidad79 (…). Gracias a una perfeccionada organización militar, fueron capaces de aterrorizar el Oriente durante varios siglos".80 Llegados del norte de Mesopotamia, ¿debieron su éxito estos guerreros, como los Dorios, a la cualidad reconocida de sus armas de hierro? En cualquier caso, y considerando la época en que se produce su triunfo, los Asirios merecen ser vinculados a esta nueva "raza de hierro" tan lamentada por Hesiodo. Nuevamente aquí (aunque mucho más salvajemente que con los Dorios en Grecia) se da el período de transición entre una época de moderación, hecha, en este caso de sabiduría y aún de espiritualidad, y otra época de triunfante barbarie. Sin embargo, no hemos de olvidar que cuando se habla de sabiduría en el Kali-Yuga, aunque fuese en sus comienzos, se está hablando de una sabiduría muy relativa, o mejor aún de un cierto concepto de la misma, y que los seres humanos en su conjunto muestran poco afán en imitar. Hay que tener en cuenta que en plena mitad de esta "edad de oro" del Kali-Yuga (4480,23-1888,23), se constatan actos cuya crueldad horroriza a muchos de nuestros contemporáneos, pero que, sin tener mayor información al respecto, no habría que atribuir a la decadencia de una cultura muy diferente de la nuestra, y en la que eran frecuentes los sacrificios humanos.81 Siempre resulta interesante señalar algunos testimonios de lo que proclamaban los monarcas de aquel tiempo. ¿No ha de verse, hacia el final del tercer milenio, en el nombre mismo del fundador de Acad, Sargón o Sharruken, es decir "rey de equidad", la intención de ser un "rey de justicia", aunque no fuera sino para asegurarse la celebridad? Pero acaso se nos diga que Sargón II, hacia el año 700, tenía el mismo nombre, ¡y no era precisamente un santo! Sin duda. No obstante, hay que tener en cuenta que uno o dos milenios separan a ambos soberanos, y que además el segundo era un Asirio. Por otra parte, incluso entre los contemporáneos, también es verdad que no habría que fiarse simplemente de un nombre. Quizás sea más fiable la inscripción descubierta en Tello, en el país sumerio, y que debemos al príncipe Gudea, un rey-sacerdote. "Oh rey mío, dice dirigiéndose al dios, oh Nin-Girsu, oh señor que pones freno al furor de las olas, oh señor cuya palabra centellea (…), yo he construido tu templo, con alegría quiero introducirte."82 Estos dos príncipes de aparente buena voluntad vivían en la segunda mitad del tercer milenio. Al comienzo, en fin, del segundo milenio, Hammurabi, rey de Babilonia, nos lega un código de justicia cuya severidad contrasta sin duda con la jurisdicción sumeria,83 pero que, como en otros códigos de la época, siempre destaca el sentido de equidad. Es verdad que todo esto no son sino declaraciones de principios, y desde luego nadie puede decirnos en qué medida dichos principios fueron llevados a la práctica. Al menos las intenciones eran rectas, y desde luego en aquellas épocas en que el poder absoluto de los monarcas ridiculizaba las modernas hipocresías políticas, el poder cumplía lo que decía, y con bastante eficacia por cierto. Qué pensar, sin embargo, de este príncipe de Asur, Salmanasar I (1274-1245), quien reivindicaba la gloria de haber dejado tuertos a 14400 enemigos. A pesar de ello, añade con humor negro el comentador, "una guerra psicológica del mismo género era cada vez más utilizada conforme pasaba el tiempo".84 ¿Acaso no se halla ya cercano el momento crítico de 1240,23? Es hacia el 1235 que Tukulti-Ninurta destruye Babilonia y hace prisionero a su rey. Es durante esta época y las siguientes que los testimonios de actos sacrílegos y de sanguinaria barbarie se multiplican por doquier. Tukulti-Ninurta se lleva sin vergüenza de Babilonia la estatua del dios Marduk, siendo posteriormente asesinado por su hijo y sucesor. En una inscripción del año 884 Asurnazirabal se vanagloria de las crueldades que lleva a cabo sobre los prisioneros durante una expedición contra el rebelde Hulai: "Me precipito sobre la ciudad, la conquisto, 600 de sus guerreros paso a cuchillo, 3000 prisioneros entrego a las llamas (…). A Hulai lo tomo vivo y con mi propia mano lo desollo, extiendo su piel sobre la muralla". Hambriento, el rey se apodera de otra ciudad: "Hago numerosos prisioneros vivos: a unos les corto las manos y los dedos, a los otros la nariz y las orejas; a muchos les arrebato la vista (…). A sus jóvenes e hijas los arrojo al fuego". Más de doscientos años después, Asurbanipal como veremos no es más tierno: lleva a cabo una carnicería en Babilonia, arrasa la ciudad de Susa con sus templos tras apoderarse de todas las riquezas, que se lleva al igual que a "toda la familia real", a los notables, a los animales. Pero, refinado como es, esto no le satisface lo suficiente: "a lo largo de un mes y veinticinco días de marcha devasto el país, esparciendo la sal y las espinas".85 La sal esteriliza y plantar zarzas deteriora el suelo. Comprobamos como Asurbanipal presume de un pensamiento bastante moderno. No contento con tratar a los prisioneros según la costumbre asiria, arruina y poluciona a falta de otra cosa mejor todo el entorno circundante.86 Lo cual no le impide fundar en Nínive una de las más importantes bibliotecas de la antigüedad. ¿Tal vez gracias a sus pillajes? La barbarie no es exclusiva de esta época. Como decíamos, las costumbres sacrílegas se instauran bajo muchos aspectos. No se vacila en falsificar los nombres de los dioses en textos como el Enuma elish (poema de la creación del mundo), y en asesinar en familia, costumbre bastante corriente desde el principio. También Senaquerib es finalmente matado por uno o dos de sus hijos en el templo mismo del dios Ninurta, uno de esos dioses que a lo largo de sus conquistas jamás temió ofender.87 Ante estos ejemplos de cómo evolucionan las cosas en Mesopotamia en torno a la fecha transitoria de 1240, concluiremos que en esta fecha un cambio bastante notable se produce en la orientación de los espíritus y las costumbres. Podría hallarse una especie de confirmación en las esculturas de la época. Aunque estos pueblos se representaran tal cual eran, o bien condescendieran a cierta complacencia, su aspecto, sin embargo, nos parece muy significativo. El Sumerio, de tipo indoeuropeo, "como el de los guerreros griegos", precisan Malet e Isaac, al igual que el Semita de Caldea, aunque muy diferentes en sus rostros, conservan ambos sin embargo los rasgos delicados y apacibles. Por el contrario, el Semita de Asiria posee un rostro netamente más grosero y no desprovisto de una cierta crueldad maliciosa, por no hablar de su barba postiza, cuya grotesca abundancia no oculta esa salvaje fisonomía. Los muchos siglos que separan al Asirio de los dos primeros personajes ¿serían suficientes para borrar esta diferencia? ¿No representa también para muchos la fractura cultural del 1240?88 Las excavaciones arqueológicas en Mesopotamia no han dejado de descubrir huellas de diluvios e incendios, pero los límites de nuestro estudio igualmente lo son para las investigaciones que nos hemos impuesto, y no nos han permitido verificarlos para el final del siglo XIII antes de nuestra era, como es el caso de los países del Mediterráneo oriental y de otros lugares. No es menos cierto que a uno y otro lado de nuestro dato cíclico de 1240,23, parece ser que dos tiempos y dos espíritus distintos se suceden en el curso del Kali-Yuga: primero las civilizaciones de Sumeria y de la Babilonia caldea, y posteriormente la potencia conquistadora de Asur y de Nínive. No nos hacemos ilusiones. Habría sido bastante sorprendente que en esta bien llamada Edad de Hierro, incluso en su aurora, que a pesar de todo debemos llamar "edad de oro", no se perpetraran aquí y allá, como en Sumeria por ejemplo, determinados actos que actualmente calificaríamos de horrendos. Pero es evidente que hay que establecer una diferencia entre una época, en la que hay un rey, como Sargón, que se complace en ser "equitativo", y en la que un príncipe como Gudea nos lega la plegaria dirigida a su dios, y la época siguiente, en la cual se cuentan con satisfacción los prisioneros quemados, desollados, lisiados. Existe evidentemente una enorme diferencia entre unas épocas en donde la reprobación del mal no implica sin embargo su completa supresión, y aquellas otras en las cuales se cultiva el mal como un arte y un título de gloria. .Mientras esperamos los momentos concluyentes en que la curva ascendente de la civilización alcance su apogeo, cuando los modelos de nuestra brillante cultura se carcajeen con los relatos de historias macabras. Es esto lo que hoy en día somos. En una película nos dicen que lo cómico se asocia con el crimen, y mientras adornan con risotadas los detalles de la cosa, nos aseguran que ¡es imprescindible saber el número de piedras con que llenar los bolsillos del cadáver para hundirlo, según se trate de un hombre, una mujer o un niño!89
3. Hacia la misma época, pero en el otro extremo del mundo, en China, se produce un importante acontecimiento: el paso de la segunda dinastía a la tercera. Los datos son muy inciertos. Por ejemplo, la dinastía Chang, que lleva a su apogeo el arte del bronce, reina, según la escuela ortodoxa, de 1766 a 1122, y según otras escuelas de 1523 a 1027. Desde el punto de vista estrictamente histórico, no resulta fácil saber lo que sucedía alrededor de 1240, fecha media del Kali-Yuga según nuestra hipótesis de trabajo. Más que un cambio de dinastía, lo que podría confirmar la importancia de esta fecha es que ella está incluida en la duración de la última capital de los Chang, es decir entre 1301 y 1050, o, según otra computación, entre 1388 y 1122. Al parecer lo poco que se conoce de los Chang antes de esta época se debe sobre todo a la Arqueología.90 Sin embargo, hacia el comienzo del segundo milenio, durante la revolución que ocasiona el bronce, y es posible que también al comienzo del período de los Chang, la sociedad todavía se encontraba regida por una estructura esencialmente tradicional. En la cúspide reina el Wang, Hijo del Cielo, jefe de la jerarquía religiosa, y como él es rey al mismo tiempo que pontífice, también es garante del orden cósmico, del que fluye la paz terrestre. Por debajo del Wang brilla la aristocracia guerrera que domina sobre una población de campesinos, base substancial del Imperio. Pero, en conjunto, aquellos tiempos están como envueltos en una bruma protectora debido a la ausencia de documentos tangibles, aunque pensamos que también pueda deberse a la distancia abismal engendrada por los prejuicios del pensamiento moderno. Y no se trata tan sólo del fetichismo que ese pensamiento manifiesta ante lo más groseramente concreto y palpable, sino sobre todo a la desconfianza que éste tiene hacia todo lo que sobrepasa los límites singularmente estrechos de su "universo" mental. Por lo que respecta a la literatura histórica, tal y como aparece en los testimonios más antiguos, dicen los especialistas que no hay que fiarse demasiado de ella, por lo menos antes del primer milenio, en virtud de la importancia que adquieren las leyendas, y también por el temor a que esta literatura haya sido "modificada con posterioridad con fines políticos y sociales".91 Al parecer nos encontramos aquí frente a una de esas "barreras" con las que, según R. Guénon, se encuentra la investigación histórica, y que evidentemente son cada vez más impenetrables a medida que nos acercamos a los orígenes del Kali-Yuga. Sin embargo, sabemos que "durante los tres últimos siglos del gobierno de los Chang en Yin, la civilización china aparece por primera vez diferente al resto de las antiguas civilizaciones", lo cual acontece de forma súbita e imprevisible.92 De esta manera, la fecha de 1240, que ocupa una posición prácticamente central en la cronología histórica de la ciudad de Yin, podría revestir gracias a este hecho una significación especial.93 En Yin, los primeros reyes son asistidos en su reino por una jerarquía nobiliaria y, salvo alguna excepción, no están al frente de la guerra. Son, ante todo, los intermediarios entre sus súbditos y las potencias invisibles, pues son sus ancestros reales, desde las moradas celestes, los que ejercen el poder real.94 Todo esto parece testimoniar una actitud aún respetuosa con las tradiciones venerables. No obstante, hacia el fin de esta segunda dinastía, se producen revueltas populares. En esta época de la historia china no hemos encontrado vestigios de catástrofes naturales, como las que ocurrieron en Europa y Egipto durante el mismo período. A no ser que consideremos como catástrofes, y en ausencia de referencias históricas o arqueológicas directas, las modificaciones realizadas en el calendario, especialmente por los reyes Wu-ting (1324-1266) y Tu-chin (1258-1226),95 o en los datos considerados "míticos" de Chou-king. E indudablemente no habría que olvidar el brusco cambio de civilización que anteriormente señalamos durante el período Yin (1301-1050, ó 1388-1122), porque, como hemos tenido oportunidad de comprobar, en esa misma época, y en otros países, este tipo de discontinuidad cultural se presenta frecuentemente como consecuencia de sacudidas o desórdenes naturales más o menos considerables. La nueva dinastía de los Tchou (1122-770) comienza oficialmente tras una decisiva victoria conseguida por Wu Wang, de los Tchou, sobre Ti Hsin (último rey de los Chang) en el momento en que éste está ocupado en combatir a los rebeldes. Es cierto que casi un siglo separa esta batalla de 1122 de nuestra fecha cíclica de 1240,23. Pero ya sabemos que un siglo de diferencia con respecto a la fecha media exacta de 6480 años de Historia, no es suficiente para que un acontecimiento de este calibre escape a la zona de influencia de dicha fecha. Por otra parte, también los aconteceres de la Historia se manifiestan algunas décadas más tarde entre los pueblos que hasta ahora hemos mencionado. Anotemos, además, que la famosa batalla de 1122 no es, de hecho, más que la "regularización" de una situación muy significativa en la época de Wen Wang, padre de Wu Wang, puesto que este importante personaje de los Tchou controlaba ya entonces los dos tercios de la China; no obstante, reconocía de manera manifiesta la superioridad cultural y política de los Chang.96 Sin duda el paso de la segunda a la tercera dinastía conlleva un debilitamiento de los Chang, pero los signos de la decadencia no son tan evidentes como en el caso del Imperio Nuevo egipcio. Es verdad que el último representante de los Chang, el rey Ti Hsin, es presa de muchas dificultades. El reino está agotado por la lucha contra los nómadas y los sublevados. ¿Hay que ver un signo de decadencia en el hecho de que, contrariamente a sus ancestros, el propio rey deba conducir sus tropas contra los rebeldes? Los Tchou no están faltos de problemas: éstos se ven reducidos a organizar un sistema feudal en donde la dispersión de las ciudades, igualmente debilitadas, se hace necesaria para controlar un gran territorio asediado por numerosas naciones hostiles. A partir de ese momento crítico del fin del siglo XIII, parece que se hace imperiosa esta necesidad de guerrear, ya se trate de las revueltas que trastornan el fin del reino de los Chang, o de las hostilidades debidas a la resistencia que encuentran los Tchou desde su llegada al poder. ¿No denota todo esto una autoridad poco menos que discutida, y por consiguiente, tal vez discutible? Lo cierto es que bajo los Tchou, el poder del Emperador declina en provecho de los Estados feudales. ¿No se está entonces considerablemente alejado de la noción de "Wang", este Rey-Pontífice proveído del "mandato del Cielo", y reconocido por tanto como "Hijo del Cielo"?97 ¿No nos conducen estos hechos a constatar una singular distancia con la sociedad que evocábamos un poco más arriba, y que florecía alrededor del año 2000?98 b) Encuentro del
poeta Hesiodo y del profeta Daniel
Se ha aludido frecuentemente a este texto en que se habla de una estatua maravillosa de aspecto "terrorífico"99 soñada por el rey. Pero Daniel, aun aplicando el sueño a su tiempo, nos ha dado una explicación bastante clara, y en conformidad, pensamos, con los datos tradicionales. Las cuatro partes principales de la estatua van de la cabeza a los pies, y están hechas de cuatro metales; los que representan cuatro reinos y corresponden manifiestamente a las cuatro Edades de las tradiciones occidentales. La sucesión de oro, plata, bronce y hierro, metales cuyas cualidades van disminuyendo, expresan la degeneración de los reinos y de las Edades. Daniel advierte, por otro lado, que el segundo reino es "menor"100 que el primero, y es bien evidente que esta "disminución" va a proseguirse en el transcurso de la degeneración general hasta el hundimiento final.101 Lo que nos interesa más particularmente aquí es el hecho de que, con otras imágenes, encontramos el mismo esquema que en el texto de Hesiodo. Recordemos que éste, todo y refiriéndose a las cuatro Edades tradicionales, habló también de cinco "razas". Ahora bien, en el texto bíblico evocado, aunque no distingamos, como el profeta Daniel, más que cuatro reinos, y cuatro Edades por tanto, el texto menciona cinco materias diferentes en la constitución de la estatua. El primer reino corresponde al oro, el segundo a la plata, el tercero al bronce. En cuanto al cuarto reino, a diferencia de los otros tres, se le atribuyen dos materias. Estas, en efecto, vienen a completar la constitución de la estatua: las piernas son de hierro, metal que "todo lo rompe y destroza" (II, 40), pero los pies, "en parte de barro de alfarero, en parte de hierro", ofrecen una mezcla que, junto a este "barro fangoso", ocasiona la "división" en el reino (II, 41), o cuarta Edad.102 Está claro que esta "división" ha de entenderse en un doble sentido. Ante todo, este reino es de hierro, sin mezcla, como las piernas de la estatua, que "rompe" los demás reinos (II, 40). ¿No quiere decir esto que desde el comienzo de la Edad de Hierro, edad de grosería y brutalidad, son aniquiladas las antiguas prerrogativas, con cuyas cualidades nada sabríamos hacer actualmente, y que en otro tiempo simbolizaban el Oro, la Plata y el Bronce? ¿No quiere decir esto también que dichas cualidades, después de ser degradadas durante milenios, están desde entonces, si no completamente desaparecidas sí al menos reducidas hasta no subsistir, en la generalidad de los humanos, sino bajo la forma de caricaturas? En fin, tras siglos y siglos transcurridos en esta Edad de Hierro, sobreviene un cambio: a la "solidez" primera se mezcla una "fragilidad" de mala "ley" que produce como una "raza" nueva. De las piernas de la estatua pasamos a sus pies, y este pasaje es la señal de una verdadera escisión, primer aspecto de la "división" de este cuarto reino, en que una "raza" homogénea se ve sucedida por otra heterogénea, y es en esta heterogeneidad misma donde el hierro se malcasa con el barro (II, 41), en una "mezcla" sin "adhesión" (II, 43). A las cuatro Edades tradicionales, o Yugas, la doctrina hindú hace corresponder las cuatro castas. Ahora bien, si los Shûdras predominan durante la cuarta Edad, o Kali-Yuga, parece seguro que en esta misma época terminal los Tchandâlas, o "intocables", también acabarán por "dominar" a su vez. En el simbolismo de la estatua soñada por Nabucodonosor, resulta lógico asociar a los Shûdras propiamente dichos con las piernas de hierro, y a los Tchandâlas, con su sangre mezclada, a los pies, que son, dice la Biblia, "en parte de hierro y en parte de barro". Daniel ve en esta mezcla un símbolo del mestizaje intempestivo al que se entregarán las gentes de este cuarto reino en un momento dado, las cuales formarán entonces, según la expresión de Louis Segond, "alianzas" que sin embargo no les "unen", como no se "alea" el hierro con el barro (II, 43).103 Esta unión fáctica, ilegítima, contra natura diríamos, que introduce en el hierro puro original un barro extraño, produce, en el interior de una misma Edad, una especie de fractura en su progresión. ¿Pero en qué momento de esta Edad? Según las tristes palabras de Hesiodo y de aquello que por doquier testifica la Historia con más o menos precisión, una división parece manifestarse en medio mismo de la cuarta Edad. Es entonces el fin de la "raza divina de los héroes", a la cual substituye la "raza de hierro", y ello en la misma familia aria, aunque hay que admitir que bien puede tratarse de dos "razas" diferentes. ¿Hesiodo y el profeta Daniel se referían al mismo acontecimiento?
2. Como vemos la Biblia también alude a la tradición de las cuatro grandes Edades de la humanidad. Verifica, además, una partición de la cuarta de estas Edades en dos períodos sucesivos que caracterizan respectivamente dos categorías humanas lo suficientemente disímiles para justificar esta distinción. Es indudable que según una regla muy conocida de la doctrina cíclica, la cuarta Edad, como todas las que le preceden, admite numerosas subdivisiones, las cuales separan las cisuras más o menos importantes. La modificación que se produce en el carácter y en las costumbres de uno a otro de estos períodos, se expresa de diversas maneras según la época de que se trate, así como de las fuentes de información de que se dispongan. Es que las épocas no deberían confundirse, aunque sean parecidas, lo mismo que los temperamentos son distintos de un pueblo a otro en función de los climas, o tal o cual carácter o ética parecen más importantes en un lugar que en otro, incluso cuando ese carácter o esa ética fueran las mismas en pueblos diferentes, como a veces ocurre de forma bastante notoria. Sin embargo, estas cisuras, cuya sucesión se expresa tradicionalmente como una degradación de las cosas en el curso del tiempo, muy pocas veces se mencionan de manera aislada, sino más bien relacionándolas entre sí. En lo que aquí concierne, el hecho de que en el texto bíblico sólo se aluda a una fractura en dicha Edad, nos indica que se trata de un momento crucial dentro de ella. El profeta Daniel habla primero de "solidez" o de "fuerza", y después de "fragilidad", pero en sus explicaciones nada hemos hallado para que nos autorice a fechar el paso de uno a otro de esos caracteres. Según el texto (II, 1) y las dataciones admitidas por ciertos especialistas, es muy probable que el sueño de Nabucodonosor y la interpretación que de él hizo Daniel hubieran tenido lugar en el 602 antes de J. C. Como en las traducciones que nos han llegado Daniel habla en presente del primer "reino", que él atribuye a Nabucodonosor, y en futuro para los reinos siguientes, podría creerse que se traten de "predicciones" y que todo ello no concierna sino al porvenir. De esta manera no sólo estos versículos no considerarían la ruptura "fechada" por Hesiodo el año 1240, sino que incluso esos mismos versículos aludirían a acontecimientos muy posteriores al reino de Nabucodonosor, el cual se extingue en el 562. Pero hemos de ver con cuánta prudencia hay que abordar este escrito de Daniel. Por otro lado, sólo entramos en este tipo de detalles históricos al comprobar que algunos consideran muy "verosímil" atribuir los tres últimos "reinos" a los Medos, los Persas y posteriormente a Alejandro y sus sucesores. No es necesario decir cuan difícil nos resulta sostener esta hipótesis, pues las duraciones de esos reinos son poco compatibles con lo que a este respecto nos dice la sucesión de las Edades de Oro, Plata, Bronce y Hierro. También nos preguntamos hasta qué punto el autor del Libro de Daniel estaba al corriente de las reglas de la doctrina cíclica evocada por los cuatro metales, o si simplemente se hacía eco de una tradición conocida tan sólo fragmentariamente. A su vez, la Historia sólo considera a Daniel como un personaje casi legendario, y además la Biblia no lo sitúa entre los Nebiin, o Profetas, sino que su Libro lo ubica entre los Ketubim, que son relatos hagiográficos. Este Libro de Daniel, siempre según la Historia, se redactó poco antes de la revuelta de los Macabeos,104 es decir, muy posterior al reino de Nabucodonosor. Ciertas aseveraciones mencionadas en el texto serían incluso erróneas. En fin, se cree que el autor, como todo hagiógrafo, ha podido deleitarse con determinados adornos. Cualquiera que sea la autenticidad histórica del Libro de Daniel, de sus relatos dispares o su cronología incierta, es bajo un ángulo completamente distinto que nos interesa abordarlo aquí, interés que por cierto ya algunos habían mostrado antes de nosotros, cada cual según sus propias curiosidades.105 En este sentido, son justamente los pasajes que se refieren al sueño de Nabucodonosor los que queremos destacar, pues constatamos en ellos una especie de encuentro entre Hesiodo y Daniel: en efecto, ambos señalan, durante el transcurso de la cuarta Edad, una fractura a la que cada uno a su manera otorga una particular importancia. Hesiodo celebra el heroísmo del primer período, cuya conclusión sitúa en el momento de la guerra de Troya, denunciando en el segundo período de esta negra Edad una miseria hasta tal punto grave que, a medida que se acerca a su final, únicamente la falsedad, el perjurio y el crimen serán respetados. Entonces, tan sólo quedará que Zeus destruya a esas gentes nacidas "con las sienes blancas". A su vez, y pese a sus adornos, el autor del Libro de Daniel nos ofrece, entre otros, aquel relato que trata de una tradición común a los grandes pueblos de la humanidad. Hablamos de la célebre tradición de las cuatro Edades sucesivas. En este caso particular huelga hablar de adornos y de Historia propiamente dicha, pues se trata de una exposición puramente simbólica, prescindiendo, claro está, de la atribución del primer "reino" a Nabucodonosor, calificado de "cabeza de oro" (II, 38), atribución, por lo demás, en la que únicamente habría que ver una inocente o prudente adulación.106 El pasaje que hemos encontrado más interesante es aquel en que Daniel prevé para la cuarta Edad un momento delicado, cuando el "barro fangoso" se mezcle con el "hierro" sólido, hasta entonces soberano: es un momento que podría señalar la aparición de los Tchândalas, esta nueva "raza" salida de mestizajes diversos. El autor no adorna para nada estas líneas, que aplicadas a la Historia corresponderá al lector interpretar sus símbolos para comprender con inteligencia los acontecimientos terrestres. El autor no realiza juicio alguno, y ninguna condena observamos en sus palabras. Su reseña es de una austeridad objetiva, profesional, sin el menor atisbo de emoción. Transmite, sin más, cosas leídas u oídas en su entorno. Sin embargo, si juzgamos por el número de versículos, Daniel dedica gran atención a la mezcla del hierro con la arcilla, mezcla en la que ve la imagen de un mestizaje sin futuro al estar hecho de partes inapropiadas para unir.107 Parece bastante razonable hablar aquí de alianzas, o mejor de malas simbiosis humanas, aunque el matrimonio truncado del barro y el hierro es igualmente susceptible de otra interpretación, que de ninguna manera excluye a la primera, y que acerca singularmente las previsiones de Daniel a las consideraciones pesimistas de Hesiodo. En efecto, la fractura de la cuarta Edad, la del año 1240, ¿no es, en el poeta griego, el anuncio de una especie de mestizaje entre la blandura y la firmeza, entre la disolución y el rigor, entre la corrupción y la virtud, entre la cobardía y el valor? ¿No están dichos contrastes adecuadamente transpuestos en los del barro resbaladizo y complaciente, y el hierro y su áspera rigidez? Evidentemente esta blandura disoluta, de creciente viscosidad, se mezcla cada vez más trágicamente con una brutalidad salvaje. Y no se trata tan sólo de cópulas dispares, de matrimonio entre individuos de castas diferentes, sino de su resultado deplorable, esto es, de un mestizaje que genera en el seno mismo del individuo un enfrentamiento entre dos herencias irreconciliables. Como indicamos anteriormente, es ese mestizaje el que impera en la nueva "raza" de los Tchândalas. Desde luego las proporciones de la mezcla no son las mismas en cada individuo: en unos son la blandura y la sumisión las que prevalecen, y en otros la rebelión y la violencia. Después de todo lo que hemos dicho está claro que la doctrina cíclica expuesta por Daniel se refiere sobre todo al conjunto del Manvantara.108 Encontramos una confirmación de ello en el versículo que habla del fin del cuarto "reino" tras su división. Un nuevo "reino" va a reemplazarlo, "un reino que jamás será destruido", y que "no será entregado a otro pueblo". Este "reino", precisa, "subsistirá por siempre" después de liquidar a todos los demás "reinos" (II, 44), es decir "al hierro, al bronce, al barro, a la plata y al oro" (II, 45). Si las cuatro Edades tradicionales, que corresponden al conjunto del Manvantara, son eliminadas de la Historia y la Existencia, ¿no equivale a decir que en realidad se trata del Fin de los tiempos?109 Pensamos que son estos precisamente los motivos que testifican un encuentro entre Hesiodo y el profeta Daniel. Pese a no coincidir en los detalles, es indudable que ambos puntos de vista se complementan perfectamente. Aunque sea indirectamente, y a diferencia de Daniel, Hesiodo nos suministra importantes datos y fechas de determinados acontecimientos sucedidos en nuestro gran Ciclo, lo cual nos permite mantener cierta coherencia. Sin embargo, Daniel denuncia sin ambages la causa de la degeneración entre los hombres. El Griego describe todo el declinar de su "raza de hierro" a partir de 1240, y su fin tras el advenimiento de los desafortunados "sienes blancas". Por su lado, el Hebreo insiste en un mestizaje no avenido, pudiendo concluir el lector que es ésta precisamente la causa de la destrucción del último "reino" y por añadidura de todos los demás. Hesiodo deplora amargamente la degradación de las costumbres, mientras que Daniel permanece imperturbable, aunque desde luego no aprueba para nada esas inconvenientes uniones: en efecto, su disparidad muestra la ausencia de cualquier "adhesión" auténtica, ya que se tratan, y por retomar de nuevo las palabras de Louis Segond, de "alianzas" que no "unen" en absoluto. ¿Habría que ver en estos apareamientos insólitos el resultado del abuso y la desavenencia que tanto deplora Hesiodo? En dicho caso, el funesto mestizaje denunciado por Daniel podría signar estos últimos tiempos, que el poeta griego presenta como los de esos hombres que "nacerán con las sienes blancas".110 c) Valor transicional
de las fechas medias
Dicho esto, ¿cómo justificar con propiedad el valor transicional de esta fecha media si no es recurriendo a la interpretación extraída de los eventos que siembran el descenso cíclico? ¿Por qué todos estos hechos se producen en la mitad del Kali-Yuga y no en sus primeros años, o hacia su final? ¿Existirán en nuestro Manvantara otras fechas que evoquen el mismo tipo de acontecimientos de tan brusca transición, y situados en medio de un período cíclico determinado? Tal parece ser el caso, en efecto. Citaremos por ejemplo el que hace alusión al desastre que puso término a la Atlántida, y del que ya hemos hablado en nuestro primer capítulo. Recordaremos que este desastre lo situábamos en el 10960,23 antes de nuestra era, y ello en virtud de la duración de las Razas y del hipotético Fin del Manvantara en 1999,77. Ahora bien, precisamente esta fecha de 10960,23 divide en dos periodos de idéntica duración el ciclo inmediatamente anterior al Kali-Yuga: se trata del Dwâpara-Yuga, que se extiende de 17440,23 a 4480,23. Aquí la mitad del ciclo coincide con el fin de la cuarta Raza en la catástrofe atlante, y es sin duda esta convergencia la que explica la importancia del acontecimiento. No se trata, como en 1240,23, del paso de la "raza de los héroes" a la "raza de hierro", de la que se lamentaba Hesiodo. Recordemos que estas dos categorías "raciales" tan sólo cubren la última mitad de la quinta y última gran Raza. Por el contrario, en 10960 se trata más bien de la substitución trágica de la gran Raza atlante por nuestra quinta Raza. El gigantismo y la soberbia son destruidos por un cataclismo a su medida.113 Sin duda se trata del mismo género de fenómeno que hizo estragos hacia 1240, pero a una menor escala como hemos visto. Esta similitud, bastante exterior por lo demás, es la que ha llevado a ciertos autores, por incapacidad o por ignorancia, a confundir estos últimos acontecimientos, secundarios aunque no por ello menos graves, con la terrible fractura que representó en el Manvantara la pérdida de la Atlántida.114 El testimonio platónico, tan extensamente citado en nuestro primer capítulo, estamos seguros que de poco servirá a cuantos les son extrañas las cuestiones tradicionales. Evidentemente no es a éstos a quienes va dirigido: salvo un simple relato y algunas explicaciones, no tiene ningún argumento para convencer. El conjunto no es suficiente para conseguir la adhesión de los escépticos, aunque está claro que no es éste su objetivo. Pero para quien conozca el "mito" atlante por otras fuentes, reconocerá que Platón sabe de qué habla. En cuanto a nosotros, estamos totalmente de acuerdo con las indicaciones magistrales suministradas por René Guénon sobre la tradición atlante, y cuyo interés, medida y precisión permanecerán largo tiempo sin rebatirse. Como hemos dicho más arriba, las dos fechas medias capitales de que estamos hablando no son las únicas que hay que observar en el curso del Manvantara. Muchas otras encontraremos a lo largo de nuestro estudio, y que no serán sino reflejos de ellas. Las transiciones que conllevan ocupan duraciones cada vez más cortas conforme se acercan a nuestra época, lo que no excluye de ningún modo el valor descriptivo, ni por supuesto la violencia bajo una forma u otra. En cualquier caso son testimonio de un pasaje señalado, ineluctable diríamos, entre un período y el siguiente, y en el que es fácil constatar un deterioro en las cosas y los seres. Sin embargo, para comprender, y explicar, el papel y la persistente recurrencia de estos datos tradicionales, no es desde luego suficiente con hacer un simple recuento de números. Más satisfactorio sería encontrar (y tanto mejor cuanto más cerca se esté de los orígenes mismos de la amplia Gesta humana) algún hecho lo suficientemente significativo y decisivo para que pudiera asumir, por su posición inicial, un carácter de anterioridad más innegable, más auténtico, más eminente. ¿No se podría hallar, en el ámbito tradicional, alguna justificación más seria y acreditada, en fin, que una simple acumulación de incidentes? ¿No sería posible descubrir, en el remoto pasado de nuestro Manvantara un "acontecimiento" ejemplar cuya huella se reprodujese a través del tiempo, como bajo el efecto de una ley cósmica? ¿No es costumbre, en todo cuanto afecta a la Tradición, recurrir a los recuerdos inmemoriales que algunos casi confunden con el mito por su intemporalidad? ¿No permitiría esto encontrar el halo y las pautas en tiempos más recientes?115 En cierta medida, es esto lo que sin duda hemos intentado hacer acudiendo a un "recuerdo" de la Historia, que los medios autorizados están de acuerdo en desacreditar bajo el término mismo de "mito", al que consideran como sinónimo de "mentira". El "diluvio" atlante, en el 10960, ¿no representa, con toda verosimilitud, el momento de transición más antiguo que podamos conocer sin incurrir en alguna desconsideración? Su ejemplaridad, por su relativa proximidad en el tiempo, pudiera ser la más apropiada para servir de modelo, sobre el plano de los acontecimientos, a cualquier "hiato" en la historia de los siglos ulteriores. ¿Remontar más arriba de los Atlantes? ¿Qué interés positivo tendría esto actualmente? ¿No sería caer en el dominio peligroso de las especulaciones querer penetrar en la era misteriosa de la tercera gran Raza? ¿No será que las leyendas, al querer aproximarlas demasiado a los orígenes, se hacen cada vez más extrañas, incluso contrarias, a la Historia ordinaria, debido precisamente a que dicha Historia es cada vez menos discernible a través del tiempo cuya irrealidad cronológica no cesa de acrecentarse? La caída ejemplar de la cuarta gran Raza se efectúa en una esfera ya bastante ensombrecida y densa, en donde las facultades de orden sensible adquieren mayor protagonismo que las virtudes en la conducta humana, y las emociones psíquicas más importancia que el interés puramente espiritual, casi completamente olvidado. Asimismo, y como llevamos dicho, esta caída espectacular es más susceptible de llegar y sacudir a la conciencia del hombre contemporáneo, particularmente receptivo a las formas concretas,116 que lo que pudieran hacerlo otras "aventuras" más antiguas, más próximas a los orígenes, y por esta misma razón, más próximas también a los valores esenciales, menos familiares y por lo tanto menos evocadores para los espíritus de nuestro tiempo. En aquel entonces, esas "aventuras" tenían por decorado un mundo bastante menos "sólido" que el de los Atlantes y, sobre todo, que el de la quinta y última gran Raza, de la cual somos los últimos descendientes. La consciencia de la duración, en esos "siglos" de leyenda, no tenía probablemente mucha relación con este agudo sentimiento del tiempo que hoy en día nos acecha y nos cerca. Ahora bien, pese a la "rareza" de esas épocas lejanas, que desde luego no pueden compararse a las nuestras debido a la compactibilidad existencial, pese a lo cual, no obstante, pueden ser de una ejemplaridad más "esclarecedora" y más "principial", intentaremos echar una mirada a la era manvantárica, evaluada por René Guénon en 64800 años. De esta manera situaremos algunos datos correspondientes a sus ciclos, por legendarias que nos parezcan las relaciones que nos han llegado. Por otra parte, las leyendas, pues en este caso se tratan de acontecimientos legendarios propiamente dichos, no han de ofuscar a quienes se interesan por los asuntos de la Tradición, ya que con frecuencia se tratan de la única herencia que nos queda del pasado, y por lo tanto la que, en la medida de lo posible, nos permite reunirlo. Hay todavía un punto que conviene señalar. La localización de un conflictivo momento crítico en medio del Kali-Yuga, y su renovación en modo reflejo en los ciclos secundarios igualmente terminales, podrían hacer creer que este tipo de anomalía no se produce más que en tales períodos. Nada de eso. La catástrofe en medio del Dwâpara-Yuga nos lo muestra suficientemente, ejemplo que se encuentra reproducido en los subciclos de tipo dwâpara. De hecho, una "fractura" se observa en la mitad de todos los ciclos y subciclos. ¿Por qué entonces no encontraríamos el mismo fenómeno en el Ciclo mayor que representa el Manvantara? Así pues, esta "fractura" inicial sería como el "modelo" de todos los otros, aunque debido al transcurrir de los milenios y los siglos, los reflejos del "modelo" son cada vez más deformados por el hecho de la degradación de las cosas, hasta el punto de no encontrar sino caricaturas. A continuación, intentaremos remontarnos a través de la noche de los tiempos, y descubrir, en medio de nuestro Manvantara, el "modelo" mítico, más que histórico, cuyos reflejos jalonan los numerosos y complicados recovecos del descenso cíclico. |
Continuación |
NOTAS | |
78 | Los ejemplos no faltan: la Torre de Babel, el imperio de Alejandro de Macedonia, Roma, el imperio napoleónico. Y qué decir del crecimiento económico, industrial, ideológico, verdaderamente cancerígeno, de la civilización moderna, cuyo hundimiento está próximo. |
79 | Prosigue el autor: ."Este feroz carácter sobrevive todavía entre los Kurdos, que habitan el suelo de la antigua Asiria, y las masacres cometidas en Armenia han renovado para nuestros días las atrocidades cometidas por los pueblos de Asur y de Nínive. Los relatos de los Griegos, la Biblia, las inscripciones y los bajorrelieves, todos los documentos, nos presentan a los reyes asirios como déspotas salvajes y crueles, cuya ocupación favorita era la guerra" (Albert Malet y Jules Isaac: L'Orient et la Grèce, 1932, cap. IV, p. 67). ¿Es un "efecto de rebote" lo que recogen hoy en día los Kurdos? |
80 | Ibid., p. 318. Tales circunstancias ¿no recuerdan poco más o menos el esquema bien conocido de la "rebelión de los Kshatriyas", pero bajo una forma degradada? |
81 | Entre los vestigios de la civilización sumeria, Léonard Woolley ha descubierto en las tumbas reales de Ur, además de los cadáveres reales, los restos de numerosos servidores, damas de honor, guerreros, que fueron inmolados para acompañar a sus soberanos más allá de la muerte. Se ha dicho que ciertos indicios mostrarían claramente que estas gentes no fueron a parar allí por su gusto: en este caso, aquí no se trata de sacrificios propiamente dichos, sino de vulgares masacres. Por otra parte, los ricos tesoros descubiertos hacen pensar en una civilización avanzada. La sepultura de la reina Subad dataría de alrededor del 3500 (C. W. Ceram: Des dieux, des tombeaux, des savants, p. 287, Plon). |
82 | Malet e Isaac, L'Orient et la Grèce, p. 64. |
83 | ¿El deterioro de las costumbres no explicaría la necesidad de una legislación más rigurosa? |
84 | The New Encyclopaedia Britannica, tomo 11, p. 981. |
85 | Malet e Isaac, op. cit., p. 72. |
86 | La única diferencia con nuestros grandes tecnócratas es de orden cuantitativo en lo que concierne a la ejecución, y de orden cualitativo en el dominio psicológico o moral. Asurbanipal arruinaba voluntariamente una buena parte de un país enemigo: lo hacía rabiosamente, para vengarse. ¡Mientras que nuestra civilización lo hace tontamente a escala planetaria, en la serenidad de su inconsciencia, con el fin de enriquecerse, desarrollarse, y volver a enriquecerse.! |
87 | The New Encyclopaedia Britannica, tomo 11, p. 986. |
88 | Las tres imágenes escogidas por Malet e Isaac (p. 60) para ilustrar su propósito son muy elocuentes. Sin embargo, parece evidente que los siglos y diversas cisuras no sólo separaron tal raza o tal pueblo de tal o cual otro, sino que ellos dividieron también cada grupo étnico en diversos momentos que influirían sobre su carácter sin que por ello se perdiera su identidad profunda. Así se ha distinguido, al parecer, entre los mismos Asirios una evolución comparable a la que hemos trazado para la Mesopotamia en general: primero una cierta subordinación del poder temporal a la autoridad espiritual, y a continuación un engreimiento de la realeza que se arroga a sí misma los honores divinos, y cuyo gigantismo enfermizo se expresa exteriormente mediante las artes, la arquitectura y las conquistas territoriales. |
89 | Es en Radio France, el 7 de noviembre de 1992 creemos recordar, donde hemos oído recomendar esta película como particularmente hilarante. ¡Que rían, pues, los Hexagonales! ¡Que rían cuanto quieran, pero que se apresuren! |
90 | The New Encyclopaedia Britannica, tomo 4, p. 300. |
91 | Ibid., p. 301. ¿Sospecharían estos antiguos Chinos que se entregaban a los mismos subterfugios que los Estados Modernos? ¿Pero no es acaso todo el Kali-Yuga sospechoso? |
92 | Ibid., p. 300. |
93 | No hemos hablado del hierro en este período de transición, cosa que en otros países ha podido servirnos de índice. En efecto, en China no se lo utiliza sino hacia el 600 a. J. C. |
94 | Ibid., p. 302. |
95 | Las modificaciones de los calendarios no siempre son fáciles de explicar, sobre todo aquellas que se han vuelto indispensables después de los cataclismos de cierta consideración. Por un lado, los científicos tienen tendencia a no comprometerse en problemas ingratos, y por otro, los curiosos que se arriesgan tienen con frecuencia una idea preconcebida a la que quieren acoplar los hechos sin que necesariamente tengan alguna relación. La China, rica en historia, en civilizaciones, en leyendas y en catástrofes geológicas, se presta a seductoras especulaciones, pero en las que no entraremos aquí. |
96 | The New Encyclopaedia Britannica, tomo 4, p. 303. |
97 | R. Guénon, La Gran Tríada, cap. XVII. |
98 | En el curso de estas breves investigaciones, ciertas realidades de orden tradicional nos han parecido "encarnarse", de un continente a otro, y de manera a veces muy ejemplar, en las vicisitudes de tal o cual país. Notemos, sin embargo, que sería inexacto, a pesar de su uso actual, hablar de una confirmación de la Tradición por la ciencia histórica. Lejos de confirmar la Tradición, la Historia, cuando es fidedigna, no hace sino ilustrarla. |
99 | ¿Sería "terrorífica" porque se presiente la ruina catastrófica? |
100 | Según L. Segond. La Biblia Osty traduce "inferior". |
101 | Según un comentario de la Biblia de Jerusalén que encontramos citado en la Biblia Osty, "los metales son enumerados por orden de valor decreciente: resulta que el autor ha utilizado tal cual la imaginería de las viejas especulaciones indoeuropeas y mesopotámicas sobre las edades del mundo, pero sin insistir en la degeneración absoluta o cíclica de la humanidad". Como es poco probable reprochar aquí al profeta Daniel falta de insistencia, ¿hay que suponer al contrario que se quiere minimizar su propósito haciendo que tome prestado "tal cual", como si fuera una simple floritura, una vieja "imaginería" mancillada de supersticiones? Pero la imagen en cuestión, que, lejos de ser una "imaginería", no es otra cosa que un símbolo, está aquí perfectamente clara, y es bien difícil sospechar otra cosa distinta de lo que enseñan las verdaderas tradiciones. |
102 | Este "barro de alfarero", que es "fangoso", es una imagen perfectamente escogida como símbolo de la disolución. |
103 | Se comprueba todo el progreso logrado desde los tiempos bíblicos cuando vemos expresarse a nuestros "profetas" de hoy en día. Así, "Michel Serres aboga por una nueva forma de progreso: el mestizaje. Cuando mezclen su sangre y su cultura, la guerra ya no tendrá sentido" ("Télérama", 27 de febrero de 1991, p. 10). Sin duda nuestro gran académico proponía este remedio por estar en contra del racismo y la "guerra del Golfo". Al parecer en 1992 los Serbios pasan a la aplicación "patriótica" de esta generosa idea. Con el fin de "mejorar" la raza, se da la orden a los soldados de violar individual o colectivamente a las mujeres e hijas de las etnias "extranjeras", y por lo tanto "impuras". Los testimonios de estas mujeres "son tan numerosos que no queda duda alguna sobre el carácter sistemático de esta práctica, en el plan previsto de 'purificación étnica' " ("Le Nouvel Observateur", 14-20 de enero de 1993). Cuando todas las poblaciones hayan sido "purificadas" de esta manera, ¿se instaurará al fin la paz civil? Dicho esto, y ante la locura irresponsable de nuestros modernos "evangelistas", no faltarán aficionados para inspirarse en sus extravagantes estupideces, ni malvados para encontrar fácilmente pretextos con que satisfacer sus instintos más bajos. |
104 | Esta larga rebelión tuvo lugar en medio del segundo siglo antes de J. C. |
105 | Las anotaciones históricas están tomadas de la Biblia Osty, págs. 1877-1901. |
106 | Inocente adulación y natural prudencia con respecto a un gran soberano del que dependía la suerte de Daniel y de todo su pueblo, soberano que, por lo demás, no es más que relativamente engañoso, pues en virtud del deterioro gradual de las cosas, siempre se puede considerar el presente como más afortunado y brillante que las épocas posteriores. |
107 | Sobre los 6 versículos consagrados a los cuatro "reinos" (II, 38-43), los 3 últimos se reservan al hierro y el barro, que se mezclarán "por la semilla del hombre" durante el transcurso de la fase última del cuarto "reino". |
108 | ¿Es posible admitir también que las previsiones del autor se extienden desde el comienzo del reinado de Nabucodonosor (-604) hasta el fin de los tiempos? En este caso, el número de años transcurridos (2603) en nada difieren de 2592, duración de un quinto del Gran Año, el cual podría entonces ser tomado en consideración si admitimos que el reino de Nabucodonosor hubiera comenzado 11 años más tarde, es decir en el 593, o que se trate simplemente de un momento importante de su reinado. |
109 | "Entonces el hierro, el barro, el bronce, la plata y el oro se desmenuzaron juntamente, y fueron como polvo de trigo de las eras en verano; se los llevó el viento, sin que de ellos quedara traza alguna" (Daniel, II, 35, traducción de Segond). ¿No es ésta una buena imagen de la disolución final? |
110 | Raoul Auclair es de los que han estudiado El Sueño de Nabucodonosor, y, según R. Guénon, "además de las cuatro partes de la estatua que se corresponden respectivamente con los cuatro imperios asirio, persa, macedonio y romano, él considera a los pies 'de hierro mezclado con barro' como formando una quinta parte distinta, que aludiría a los tiempos actuales, y las razones que da parecen bastante plausibles" (Comptes Rendus, pág. 175). |
111 | No podemos tener en cuenta estos ciclos, pues nuestro estudio se haría demasiado pesado. Y, por otra parte, R. Guénon llama la atención sobre la dificultad, e incluso la imposibilidad, de llevar a cabo semejante empresa. "No pensamos, escribe, que sea posible establecer un 'sincronismo' general, ya que, para pueblos diferentes, el punto de partida ha de ser igualmente diferente" (Formes traditionnelles et cycles cosmiques, p. 29). A todo esto añade la dificultad de precisar lo que ese pueblo es, su origen verdadero y su extinción. Esto no impide que cada pueblo, por el hecho mismo de vivir en los límites de nuestro Manvantara, se encuentre, según su propia particularidad, bajo la influencia de sus leyes cíclicas. |
112 | Aquí utilizamos el término de "raza" en un sentido muy amplio, puesto que en este cambio está implicada toda la familia humana, marcada por el Kali-Yuga, que en una última fase de engañosa "densificación" cae carcomida por una "disolución" cada vez más evidente para quienes son capaces de interpretar los acontecimientos. |
113 | Platón aborda brevemente el asunto al final del Critias. Se trata de algo de lo que existen muchos ejemplos, desde la antigüedad hasta nuestros días. Al parecer un anormal crecimiento siempre se encuentra afligido por una precariedad proporcional a sus excesos. "La Roca Tarpeya está cercana al Capitolio", decían en Roma, lo cual siempre ha sido recordado. Todo expansionismo está condenado por una regresión de uno u otro signo. Todo exceso porta en sí su castigo. Pero cuanto más nos acercamos al Fin se hace más difícil resistir a las tentaciones de la desmesura. |
114 | Tal es el caso de Jürgen Spanuth, que en su obra L'Atlantide retrouvée (1954), sitúa la célebre isla en el mar del Norte, en donde subsistirían sus vestigios a algunos metros del fondo y perfectamente visibles, a 8 km. al este de Heligoland. Los pescadores conocen bien las antiguas murallas, al pie de las cuales pescan sus bogavantes. |
115 | Es justamente lo contrario lo que hoy en día debe hacerse, si se quiere estar en la onda. En este sentido, algunos de nuestros más mediáticos historiadores no vacilan en obedecer las modas actuales y las teorías como mínimo dudosas, viendo en ellas la explicación de épocas lejanas, cuyo espíritu, de hecho, en sus expresiones más significativas, casi siempre se les escapa por completo. |
116 | Sin duda el fin de los Atlantes, que se produce al comienzo de la quinta y última gran Raza de la humanidad, fue una saludable advertencia para los primeros hombres de esta Raza terminal, pero es evidente que hoy en día tan sólo unos pocos de nuestros contemporáneos encontrarán materia de reflexión. Es probable que este oscurecimiento de la consciencia se haya producido a partir del comienzo del Kali-Yuga. De todos modos, los errores atlantes, como la propensión al gigantismo, a la expansión, a la autoglorificación, todos estos vicios humanos, los hemos hecho nuestros, y están a punto de aniquilar cualquier vida sobre el planeta. Sin embargo, antes de que todas las almas sean aniquiladas también, las Potencias celestes pondrán punto final a la carrera de esta humanidad caída, convertida en enemiga de ella misma y de todo lo que la envuelve. |
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