LA TRADICION Y EL MICO DE DIOS (cont.)
JOSE Mª CONDE IGELMO
TIEMPO Y CICLOLOGIA 
Aclaración conceptual

Hemos visto que un mundo tradicional se define por unas coordenadas acerca de la ubicación-vivencia en el orden espacial y su vivencia-ubicación en el orden temporal. La coordenada espacial muestra el dónde, siempre unida al cuándo, o lo que es igual, por su conformación natural el hombre manifiesta la posibilidad-temporalidad.19 

La ciclología es una ciencia tradicional que bebe en las fuentes arcaicas del mundo, y que representa para la mente una explicación del devenir cósmico, integrando el acontecer humano a los ritmos a que está sometido. De este modo acaece una empatía entre uno y otro orden que permiten señalar acontecimientos-fiestas que recuerden al hombre su ineludible lazo con la matriz que lo envuelve. 

Por eso encontramos en todas las civilizaciones antiguas un soporte o escala que las mantiene unidas al Cielo, estando sus acciones vinculadas a un centro. Quien mejor lo representa es el sentido espacial de la existencia, por lo que nunca, el devenir, estará ajeno al punto principal. Por eso el tiempo adquiere el rango de cualificado, o lo que es igual, no existe la homogeneidad temporal en las cosas, por ser manifestación del punto central. Acostumbrados, como estamos, a una concepción del tiempo que fluye de modo lineal, desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte, corremos en pos de las cosas como si algo fuera a acabar. Esto puede llevar, como así ha sido, a una visión meramente cuantitativa y homogeneizadora del tiempo, mientras que todo en la Existencia late por la cualificación que le asigna su modo de manifestación. En otras palabras, hay una diferencia inherente en todos los seres, y el tiempo es un modo de ser, que para nosotros abarca todo lo que es de nuestro mundo.20 Una vez que esas ideas filosóficas fueron incapaces de ser abordadas en las últimas décadas, han sido sustituidas por otras aparentemente más globalizadoras, pero que realmente muestran una constante inclinación hacia el factor más sentimental del hombre. Todas ellas a su vez han sido sustituidas por lo que podríamos denominar técnicas, entrando de lleno en un capítulo más de la disolución de nuestro mundo, ya presa de una aceleración incapaz de ser parada. 

El hombre ordinario, en sentido tradicional el que sólo percibe su individualidad como lo verdadero, está preso de los fenómenos y contingencias históricas de un modo, diríamos, totalitario. Descubre que las ideas ilustradas de progreso, de nivel de vida, etc..., no se hallan tan claras a punto de entrar en el tercer milenio. Ha visto con harta inquietud que los conflictos y las guerras que se desatan son cada vez más encarnizadas, a la vez que se hallan más cercanas. La inminencia de los peligros inmigratorios de poblaciones provenientes de distintas culturas le atemorizan. Es decir, se percata de que no hay sistemas perfectos y cerrados, la historia aparentemente la hace el propio hombre, pero no entiende esos imprevisibles que irrumpen en el ámbito humano y trastocan todas sus perspectivas. El símbolo que mejor representa lo que decimos corresponde a la cruz en sus diversas modalidades. 

El tiempo es también sinónimo de acontecer, y con ello de la historia, de ahí la importancia de la idea que se tenga acerca de ésta. Si el tiempo es algo fenoménico, entonces la historia será una serie de fechas y acontecimientos de tipo enciclopédico. Por contra, si el tiempo es una imagen de la eternidad, como decía Platón, entonces nos situamos frente a las civilizaciones tradicionales. La historia es la manifestación de las leyes metacósmicas, de modo que el devenir puro y simple no tiene cabida, puesto que está centrado. Desde el primer punto la marea de la existencia es un insulto a la razón, mientras que por el segundo la inteligencia capta el sentido de eternidad, de donde se desprende la melancolía hacia lo perenne. 

En el origen está lo eterno, que por definición no está, puesto que es la fuente del tiempo que sólo es una imagen de la eternidad. Esta imagen manifiesta algo que la supera, por lo tanto no es posible que bajo la limitación inherente al lenguaje pueda captarse, lo que sólo será posible por la sugerencia de ciertos símbolos. 
 

Cualidad y Cantidad
Quizá haya que clarificar de antemano, qué se entiende por tiempo cualificado, por lo que será necesario hacer el distingo entre cualidad y cantidad.21 Si empleamos el lenguaje filosófico sería la diferencia entre esencia y substancia. Cuando nos referimos a los términos cualidad y cantidad, estos no tienen nada que ver con el cuadro aristotélico de las categorías, en el que ocupan los puestos tercero y segundo, después de la sustancia (ousia). Si tomamos esta interpretación es porque la alusión a que hacemos mención no se encierra en el marco de nuestro mundo como lo hace Aristóteles sino ligada a los diversos grados de la Existencia universal. 

Las cosas, todas, participan en este mundo tanto del aspecto cuantitativo como del cualitativo. No podríamos captarlas si no hubiera cantidad, sin olvidar que sólo es uno de los modos, que nos permite formular teoremas e hipótesis. Es imposible captar la cantidad pura, porque sería una nada; únicamente a través de un modo de la cantidad podremos aprehender el aspecto substancial de la existencia. Al lado de la cantidad se halla su contraparte cualitativa por la que está unida a su fuente, de ahí que cada ser sea único, y la homogeneidad un absurdo metafísico. 

Cualidad y cantidad se refieren por lo tanto a la dualidad que recorre toda la gradación existencial, porque desde el comienzo todo el conjunto de la Manifestación se halla preñado de esta división, pudiendo ser traspuesta a todo el orden cósmico. Si ello es así, lógicamente puede ser aplicado a un mundo o estado de existencia, en nuestro caso el ámbito espacio-temporal, o bien a un ente de éste, por ejemplo el hombre. Esto hizo Aristóteles y lo denominó materia y forma. 

Por lo tanto, la cualidad es sinónimo de esencia, mientras que la cantidad lo es a su vez de substancia. La esencia está ligada al aspecto luminoso, activo y masculino, mientras que la substancia traduce el factor plástico nutricio y femenino. El primero tiene que ver con la luz, y la segunda con lo tenebroso de la existencia. Para sentar aún más la explicación de esos dos términos incluiremos algunos vocablos de otras tradiciones que son equiparables. Si partimos de la tradición hindú nos limitamos a la cópula de Purusha y Prakriti, en la que cada una de ellos tiene que ver con la parte esencial-substancial. En la tradición china se representa por el Cielo (Tien) y la Tierra (Ti). Según el Islam todo ser tiene su interior (batîn) y su exterior (zahîr), de modo que cualquier cosa existente en este mundo, dice el imân al-Gazhâli en su Tabernáculo de las Luces, es doble, participando por un lado de su Señor y por otro de sí mismo. 

Lo masculino o esencial no es contrario a lo fenoménico o plástico, como sí puede derivarse de una visión sentimentalista. Ambas son contrapartes, y tanto la luz como las tinieblas son modos del Supra-Ser. Por lo tanto cualquier grado de la existencia, por principal que sea, tendrá una parte luminosa y otra tenebrosa. El Ser también estará preñado de esta dualidad primera. 

Finalmente indicaremos que al aspecto esencial le corresponde la generación y el dinamismo, mientras que la substancia es el fundamento pasivo y el receptáculo en el que la Manifestación toma cuerpo, de donde surgen las formas. 
 

Tiempo historiado: el Mito
El tiempo está más relacionado con el polo esencial de la realidad que el espacio, porque si éste puede ser medido de forma directa, no es posible hacer lo mismo con el tiempo, excepto si antes no lo hemos reducido a espacio.22 Por eso, en el tiempo deben darse menos determinaciones cuantitativas y más cualitativas. En otras palabras, el tiempo contiene una serie de elementos cualitativos que son más difíciles de captar que aquellos del espacio, por lo que su naturaleza transcurre de un modo irreversible. Así como en el espacio es posible volver a un punto por el que previamente habíamos pasado, no ocurre lo mismo con el tiempo. 

Si las diferentes cosas y realidades del mundo no tuviesen ese eco que rezuma eternidad, nunca podrían ser captadas en sí mismas,23 y lo mismo habría que decir respecto de los diferentes acontecimientos que el tiempo manifiesta. No en vano se dice que los cielos narran tu gloria. 

Ya Hegel quiso elevar la Historia, -a la que definió como el despliegue del ente-idea-espíritu absoluto en el mundo- a la categoría de ropaje de la Razón, lo que de alguna manera era suprimirla. En el fondo no era más que la angustiosa espada de Damocles sobre su cabeza, acerca de la quiebra entre el yo y el mundo, que mortalmente certificó Kant. Ciertamente que Hegel intentó esa sutura con un gran ímpetu, pero embebido en el afán modernista no pudo más que llegar a integrar lo exterior en la necesidad de una mente que diera fundamento a sus cogitaciones. Esa fusión fue falsa en tanto quedaba la quiebra integrada en algo que la superaba, pero quiebra al fin y al cabo. 

Observando los acontecimientos de la historia del pensamiento en la Edad Moderna, el problema que subyacía era, y sigue siendo, no un problema de conocimiento, sino una búsqueda moral o de sentido de las cosas, en definitiva, dar un lugar a la voluntad, por el apuro de la acción del hombre en el mundo. De ahí que la historia aparezca a los ojos de estos autores como algo escandaloso que hay que corregir a toda costa, bien a través del imperativo categórico kantiano, bien a través del despliegue de la idea hegeliana, o bien de una futura sociedad sin clases,... Esto es: que la teología cristiana, madre de todas estas concepciones, acaba de secularizarse. En Hegel, por ejemplo, el desarrollo de la idea en la historia tiene como argumento y alimento el dogma niceano de la Santísima Trinidad, en el sentido de que el despliegue de la idea tiene tres momentos, que algunos han asumido en tesis, antítesis, y síntesis, ligados bastardamente al dogma trinitario. 

Es el drama de la secularización y laicización de la teología, fundada bajo la perspectiva escatológica o expectación contínua de la venida del Cristo en Majestad. Es el tema de la esperanza en el Reino de Dios, del que Cristo dejó sentado "que no es de este mundo". Por eso, romper la expectativa es abrir el tema escatológico a los peligros de la historia en sí misma como mero recuento de los hechos sin tener ningún otro origen que el puro azar, tratando de fundar el Reino de Dios en la tierra. De aquí nace esa idea de transformar el mundo, la res extensa cartesiana por parte del yo o res cogitans. 

Por otra parte, al haber perdido el cristianismo la piedra fundamental de la creencia en Dios, devino un débil ideal, mera hipótesis para apuntalar algunas grietas de la ciencia. En otras palabras, el primer mandamiento de la Ley (por algo será el primero), "amarás a Dios sobre todas las cosas" ha desaparecido a nivel público. Como el comienzo de los mandamientos es el que unifica todos los demás, una vez desaparecido en tanto mera hipótesis, la integración viene dada desde la segunda parte del mismo, el amor al prójimo. Pero este segundo mandamiento ya lleva en sí mismo el sello de la división. Todo aquello que es dual, más tarde o más temprano fructifica, si no está fundamentado en algo que lo supere, y lo dual es lo que se halla dividido, por eso dice éste que "amarás al prójimo como a tí mismo". Aquí el prójimo y el yo -o el sí mismo- pueden traducirse por el mundo y por el yo. Y es sobre este mandamiento que se basa todo tipo de concepción posterior del hombre. En realidad si fuese el hombre en su naturaleza esencial, no habría mayor problema, pero resulta que al hombre lo han definido previamente las diversas ciencias. Es un hombre secularizado, basado en la división y lucha contra sí mismo, de donde surgen las demás cosas, por lo tanto puede decirse que el fundamento de este hombre es la división, no la unidad.24 

La idea de transformar el mundo, no con la idea de cooperar en la creación sino con el deseo de controlarlo, bebe en las acequias del cálculo matemático y formal, en el que se halla un sujeto ansioso por tener más, como simple forma de ser. Esa tendencia a la usura en la mentalidad moderna tiene su reproche cuando, el Corán, dice que "los que usurean no se levantarán". Que no se levanten se refiere, entre otras, a dos cosas: 

    - en sentido metafísico los que regatean algo a la existencia, por negar su ser integral, se hallan reducidos a una parte de éste y como lógica consecuencia acaece el sufrimiento bajo el manto del odio o de la negación de todo aspecto suprahumano. 

    - en un terreno más grosero señala a los que usurean a nivel económico, que es un modo de negar la integridad del ser que les soporta, a través de estar atados a una faceta de la existencia de un mundo, la de la cantidad. Estos expiarán sus vicios a lo largo de su vida terrestre y en el más allá, bien en las prolongaciones de un estado humano, lo que no les permitiría acceder a otro estado, así como a través del lazo familiar que vayan dejando atrás. Al igual que Dios dice a Abrahám que hará a sus descendientes tan numerosos como las estrellas del firmamento, se puede decir que en la descendencia de cada uno se hallan los actos cometidos como imantados a manifestarse como frutos, lo que a menudo se interpreta como injusticias cuando acaecen; pero la existencia no se reduce al pequeño nacionalismo humano de la época o siglo concreto. 

Frente a la descripción fenoménica está el Mito, que relata la historia de una vez por todas, siempre indicando el érase una vez, sin especificar ningún tiempo concreto, porque corresponde a cualquiera de ellos. La historia se cumple tanto en el exterior como en el interior no sólo en sus avatares, sino encarnada en el propio hombre. 

Desde el primer aspecto el hombre está en la periferia sujeto a los acontecimientos que le proporciona aquella, persiguiendo un fantasma en la niebla. Se halla en estado de pasividad y sin criterios, a lo sumo gesticula en su paso a través del mundo. Desde la segunda óptica el hombre aparentemente no-actúa, en el sentido de no gesticular gratuitamente, pues su verdadera acción se sitúa en el interior. La historia es asimilada a partir de su compromiso con la existencia, de la que es meramente un rasgo. 

La historia no sólo es un continente en que se dan gestas y circunstancias de todo tipo, también está impregnada de un contenido transformador de los simples hechos. Así son los hechos, así es el hombre, reza un dicho, lo que significa que puede y debe actuar en el medio en que su vida se desarrolla, no asignando a los acontecimientos una realidad en sí misma. Si el hombre se queda vacío de los contenidos, vivirá a través de los fenómenos, instaurando un modo de existir incompatible con su forma de ser a la vez que le introduce en un círculo vicioso. La constante añadidura de novedades le hace alejarse del punto referencial, algo así como un fuerte viento que empujara la nave fuera de su ruta; entonces su mente nunca podrá tener un foco de concentración que le proporcione serenidad para ver las cosas. 

En tanto manifestación de algo que le traspasa, debe emular la imagen que está en su interior, por eso el tiempo como algo cualitativo le sumerge en el transfondo de los acontecimientos que le son inherentes, ya que fuera del tiempo no hay acontecimiento en el sentido a que estamos habituados. Por eso todas las tradiciones tienen una imagen de la eternidad que relata no sólo los orígenes sino el destino en el fluir temporal y el fin de los seres. La escatología mostrará el final de lo creado, no necesariamente aludiendo a los hechos temporales, sino que a través de un lenguaje específicamente simbólico proveerá a los humanos del conocimiento del fin. Unas tradiciones serán más ricas que otras en datos y explicaciones, aunque para la metafísica eso no tiene mayor importancia. He aquí en qué se funda la ciclología como expresión de los estados múltiples del ser. 

De ahí que el Mito sea la imagen que mejor se adapte a esa ciencia de los ciclos, puesto que siempre estará más allá, en sentido estricto, fuera del ávido control de la mente, pero haciendo posible que ésta pueda focalizar su atención hacia otros aspectos del ser. El Mito no es una mentira ni una verdad estrictamente hablando; es una manifestación para que la mente pueda llegar a traspasar la cortina que la mantiene sujeta a los fenómenos como realidades en sí mismas. 

Arturo y los caballeros de la Tabla Redonda siempre serán porque los testigos del yo, son, en sentido cualificado, en número de doce, y gracias al poder mágico de Merlín, que es nuestra mente, podrá beber de la copa del Grial, el licor de la inmortalidad. No se trata de ningún país, ni de ninguna época, puesto que ahora es la época, ahora es el país, solamente nuestra mente se niega a dar el paso, volver a admitir a los dioses, estados del ser que nos enlazarán de un modo operativo a la tierra y al cielo. Ambos serán nuestros puntos de apoyo y más allá de ambos ni uno ni otro tendrían razón de ser. 
 

Tiempo cualificado
Nuestro marco de exposición del tiempo parte del aspecto cualitativo de la realidad, como contraparte del cuantitativo. Ya advertimos que en estos términos no debe verse ninguna referencia a las categorías aristotélicas con el mismo nombre. Como se señaló, la cópula primordial corresponde a la Esencia y la Substancia, las cuales se manifiestan en todos los grados de la jerarquía ontológica. A su vez conlleva que cada grado de ésta traduzca a su modo aquella cópula primera. La existencia en su conjunto, y no solo de nuestro mundo, se manifiesta a través del espacio y el tiempo. En nuestro mundo lo hace a través, de la materia, la forma y el número. Este último no entendido en la acepción de cantidad pura, sino como la posibilidad inherente a la propia unidad, la cual posibilita la indefinitud de la manifestación. 

Respecto del espacio y del tiempo hay que decir lo siguiente. En primer lugar, por su aspecto más sutil e indefinible, el tiempo se halla más cerca del polo esencial. En segundo lugar, en ambos casos podemos decir que se los puede observar como objetivos o como subjetivos. Si nos aplicamos al caso de la objetividad espacial, tendremos la división del espacio en tres dimensiones, que son la altura, largura y profundidad.25 Esta es la experiencia del espacio en su simple relación con el hombre. Las diferentes posibilidades de otros modelos geométricos no tienen relevancia para la finalidad espiritual del hombre. 

El primero, aún puede ser enfocado desde otro ángulo, el de la simple experiencia interna, tal y como se presenta al yo, esto es siempre en referencia a un sujeto y a un objeto. Yo soy en referencia al otro, el espacio, y éste me envuelve. Estas dos prácticas pueden indicar cómo se vive el ámbito que nos rodea, bien desde su faceta interna o la externa. Además esto nos hace recordar que la división sujeto-mundo, tiene como referente al segundo punto, la visión subjetiva. Pero los criterios que se utilizarán a lo largo de todo el período moderno serán en el fondo, aunque invertidos, claramente ontológicos, lo que llevará a un camino espinoso. El espacio es por otra parte directamente medible, de alguna manera aparece como más cerca de la substancia que el tiempo. 

Al decir que la civilización moderna tiene su punto de partida en lo cuantitativo, acusamos que toda cuestión o acción se construye a partir de aquí. La mensurabilidad es el factor básico de este tipo de visión, y la física matemática es el método propuesto. Una de las dificultades que conlleva es que, una vez formalizado todo el orden espacio-temporal, se encuentra que lo que vivencia finalmente son realidades físicas. Es decir, el físico utiliza un aparato sofisticado para "salvar las apariencias", y de hecho lo consigue en un alto grado, pero en último término encuentra que su experiencia del mundo es ordinaria, común a cualquier mortal. No puede dejar de pertenecer a la especie humana, y ésta necesita formas físicas para poder inteligir algo. 

Es el apoyo en el polo substancial, dejando la esencia como si no existiera, lo que hace realmente tenebrosa la existencia de los modernos. Para lo substancial, tanto en la Antigüedad como en la Edad Media, había un vocablo que lo traducía. El polo tenebroso de la existencia era denominado materia prima. En la India se le conocía como Prakriti y en Grecia se le denominó Hylè. El significado del término era el de fundamento de todo lo substancial, lo que se halla por debajo de todos los mundos, de manera que es materia primera, aunque en sí misma nunca está manifiesta porque es la contraparte del polo esencial y simplemente sirve de soporte para que las diversas formas tomen asiento en ella. 

En efecto, la materia primera no se manifiesta en sí misma sino que lo hace a través del polo substancial o negativo de cada grado ontológico o mundo. Es decir, este fundamento plástico no se muestra como es, sino a través de una forma que la adecúe a un mundo cualquiera. Si nos referimos a nuestro cosmos, lo que se denomina materia, en el sentido griego de physis, seria lo que los escolásticos han denominado materia secunda. Al no poder captar la materia primera, puesto que es pura potencialidad, y de ella nada puede ser aprehendido, se lo hace a través de la materia secunda. Esta se halla sometida a la pura potencialidad, y al sacar su realidad de la mater (matriz, materia), será inteligible en cierto modo. No es la pura indeterminación de la materia prima porque está delimitada por algo, y este algo es la cantidad. Los escolásticos decían que materia signata quantitate, lo que equivale a que la materia se hallaba determinada por la cantidad. A todo ello simplemente recordar, sin entrar a explicarlo, que la materia de la que hablamos no tiene que ver en absoluto con lo que la ciencia moderna entiende por tal término. 

Respecto al espacio, su representación viene dada a través de la modalidad de extensión sin agotarse en esta modalidad, pues conlleva elementos cualitativos. Si éstos no se diesen, aquél sería homogéneo y sólo tendría existencia en el pensamiento. Los elementos a los que nos referimos son las direcciones espaciales, que lo hacen apto para ser receptáculo y aceptar las diversas formas, y ser un espacio cualificado o diferenciado. 

El tiempo es similar al espacio, pues junto a éste participa del ámbito de la cantidad continua, pero únicamente es medible a través de aquél, de ahí que señaláramos antes que se halla más próximo a la esencia. 

Igual que el espacio, puede explicarse para su comprensión desde un punto objetivo y otro subjetivo. Si nos atenemos al primer aspecto tenemos que el tiempo se revuelve hacía sí mismo, como si se tratase de una figura serpenteante. En su zigzag comporta cuatro fases alternantes que se conocen como ciclos. 

Parece como si el tiempo volviese sobre lo anterior, (a menudo se oye decir que la historia se repite, lo que no es verdad), como si de repente tomase una dirección que no es la que parecía iba a seguir.26 En este sentido el número, por su naturaleza discontínua se halla más ligado al tiempo. Pero el número en este caso no es una cifra sino un sonido, una vibración que instituye un ritmo. El Gran Tiempo del que hablan diversas tradiciones, los Vedas por ejemplo, es aquel que instituye el Ritmo, el Rita u Orden del que participan los diversos tiempos. Siempre está el Referente, y la referencia se representa bajo la espiral serpentina, sea el Ouroboros u otro símbolo, como el de Cronos. 

Por lo tanto el Tiempo primordial es un número ritual que nunca se interrumpe, y que en su cadencia musical jamás lo hace en línea recta sino volviéndose hacia el Centro-Origen del que proviene. La movilidad del tiempo incita al movimiento continuo a todos los seres, por eso es un pecado contra la existencia la pretensión ilusoria de la quietud, pues sólo corresponde a lo Divino. 

La segunda perspectiva acerca del tiempo tiene que ver con su subjetividad, aquella de la que también tenemos experiencia, y en la que aquél aparece como un devenir, en tres lapsos, pasado-presente-futuro. Esta conexión con el ternario pertenece a nuestro modo de experimentarlo. 

Si ahora tenemos en cuenta que en todas las tradiciones hay momentos para cada cosa, que tienen como función el recuerdo y su experiencia de los principios de un mundo, veremos que todo el tiempo es imagen de la eternidad, pero que se desvela a través de la Fiesta y del Sacrificio. 

El tiempo cualificado nos muestra el peligro de la concepción moderna del tiempo como algo homogéneo, creyendo que las fuerzas que actúan en la naturaleza en un momento son las mismas que en otros. De donde surge la creencia de que la historia del mundo ha sido siempre de la misma manera, y los hombres y demás seres que lo han habitado los mismos y con las mismas inclinaciones. Esa idea de la uniformidad del tiempo se ha extendido desde las ciencias físicas en los últimos siglos de la humanidad a todos los campos, sea biología, historia, filosofía, psicología,... 

Los hombres de esta última etapa del ciclo han sido persuadidos que los intereses de sus congéneres anteriores fueron los mismos que ellos tienen, y que su idea de las cosas correspondía a la que ellos mismos tienen. Piensan que el mundo siempre ha sido como ahora aparece a sus ojos, y niegan cualquier otro tipo de seres que no entren en sus cuadros de medición. Convendría recordar las palabras de Cristo sobre volverse como niños para acceder al verdadero estado central (el Reino de los cielos), que es lo mismo que no verse absorbido por la obsesión analítica. 
 

Ciclología
El aspecto cualitativo del tiempo hace que las leyes de la Naturaleza no sean las mismas a lo largo del desarrollo del cosmos, lo que provoca estados que no tienen que ser iguales al presente. La homogeneidad, que respecto al espacio es de índole mental, -a no ser que interpongamos la superioridad de éste ante la cualificación temporal-, satisface los diversos procesos de inteligibilidad. El símbolo fundamental del tiempo cualificado es el de la serpiente que se vuelve sobre sí misma, y esta es una de las razones por las que la serpiente ha tenido tanta importancia en todas las culturas. No debemos olvidar las palabras de Cristo que recomiendan "ser sagaces como serpientes". 

Sea bajo la forma espiral o circular, es como podemos aprehender esa objetividad. Desde la primera tenemos la faceta dinámica del tiempo como devenir, que se refiere a los diversos grados de la Existencia o a su totalidad. En cambio con la segunda nos hallamos con un punto de vista particularizado y estático, correspondiendo a un estado de manifestación. Sin embargo es preciso aclarar que la imagen circular no traduce la realidad de las cosas más que en un lapso. Los acontecimientos no se repiten porque no hay dos cosas iguales, puesto que serían una, a lo sumo pueden darse analogías. La igualdad de las cosas y de los acontecimientos es otra manera de retomar una interpretación cuantitativa de la Existencia. Pero lo cierto es que no se pasa dos veces por el mismo río ya que "lo que se explica en la superposición de ritmos es, por una parte, que todo ciclo de manifestación conlleva una relativa repetición al ser imágenes del mismo arquetipo polar, y que son análogas (no iguales) entre ellas; pero por otra parte no comporta ninguna repetición efectiva porque la esencia creativa del arquetipo nunca podría ser expresada en ninguna imagen. La analogía es la traza de la Unidad, y el carácter inexpugnable es el reflejo de la infinitud del Principio".27 

Acerca de la espiral diremos algunas palabras, ya que es un símbolo a menudo olvidado. Todas las llamadas filosofías del devenir se apoyan lejanamente en Heráclito del que entresacan la famosa frase por la que "nadie se baña dos veces en el mismo río". Y bajo una visión repetitiva de las cosas, ya desgajada del factor diferencial que le hace ser algo más que un mero fenómeno, se convencen de que el círculo traduce la realidad. 

En el fondo es una transposición de la substancia como algo en sí mismo, que traduce en el hombre al yo como una mónada. En definitiva, vienen a afirmar que las cosas están cerradas en sí mismas, como por ejemplo el devenir de la especie humana sobre este planeta. Hay que decir que la repetición de los hechos que se desprende de tal postura no tiene que ver en nada con lo que la doctrina tradicional de los ciclos indica, y que es un artificio filosófico para dar salida a su situación, por eso "los filósofos deberían informarse de muchas cosas", y su ejemplo más típico es el caso de Nietzche, al que algunos interpretan como una especie de sabio que ha dado su razón de ser al hombre moderno.28 

Tanto la concepción nietzchiana como las siguientes unen a lo anterior concepciones orientales, concretamente las de los ciclos cósmicos, hindúes o de otra tradición. Esta mezcla ha dado lugar al llamado eterno retorno, que no es otra cosa que la simplificación de la visión tradicional del tiempo. Tal explicación se debe seguramente entre otros motivos a su visión de resentimiento hacia el cristianismo, en el que por otra parte han sido educados, intentando plasmar un orden creacionista, relatado en el Génesis, exclusivamente para un orden de la manifestación. Para ellos solo tiene consistencia el grado de existencia al que pertenece el ser humano, los demás órdenes no se hallan en sus puntos de mira. 

El círculo cerrado no se produce en la Existencia, y si se halla simbolizado en las tradiciones es porque alude a nuestro mundo. Unicamente el símbolo de la espiral traduce correctamente el desarrollo y evolución de todos los mundos o cosmos. Cada grado de existencia tiene dos puntos uno de entrada y otro de salida de tal ámbito, y que para los hombres viene representado como la vida, entrada, y salida, muerte, de él. Aparte de las consideraciones de orden metafísico que son inherentes a esta visión, no conviene olvidar que el origen y el fin de un estado de manifestación o ciclo son puertas que se abren a otros grados de la Existencia. 

La ciencia del tiempo, ciencia de la espiral o de los ciclos que tiene que ver con su desenroscamiento, representado por la serpiente que se muerde la cola (Ouroboros), y que está cerrada en apariencia, es conocida bajo el nombre de ciclología, ya que círculo y ciclo traducen perfectamente este movimiento-figura. 

El punto es el origen del círculo, entendiéndose como el centro que se expande dando lugar a una figura circular. Pero hay dos modos de ver el círculo, bien sea bajo el prisma superficial o el de volumen. El círculo propiamente dicho correspondería al primero, mientras que la esfera se haría cargo del segundo. Por la figura esférica se alude a la Totalidad, mientras que con el símbolo circular se indica un estado concreto de manifestación, el humano en este caso. Así dice Platón sobre el tiempo que "imita a la eternidad describiendo los ciclos al ritmo del número...".29 Sólo una imagen, que a lo sumo focaliza nuestra atención para captar lo que de ninguna manera puede ser definido. Aquí la concepción platónica se une a la más pura tradición védica, que ve en el tiempo no el ritmo actual, que hace seguir la vejez a la infancia, sino al revés. Las cosas se complicarían mucho para entrar en detalle, pero bastaría decir que el tiempo siempre fluye hacia su Principio, el pasado, donde habita el verdadero origen. 

Lo original nunca estaba delante, en el futuro, sino detrás. Lo mismo indica Plotino cuando se pregunta "¿por qué el cielo se mueve circularmente", a lo que responde, porque "imita a la Inteligencia... ¿Pues qué clase de movimiento es? Un movimiento vuelto hacia sí mismo, autoconsciente". Y la misma imagen circular emplea el poeta cuando reflexiona que "... así me di cuenta de que mi rotación con el cielo alcanzaba mi círculo más amplio".30 

La ciclología es posible porque el tiempo no es homogéneo, y utiliza el símbolo como medio de transmisión de lo esencial. Los números, en su calidad de cualidades sonoras, se refieren al ritmo bajo el que late el tejido cósmico, y no pueden aprehenderse bajo la modalidad de la cantidad, como ya hemos indicado. Así, cuando se muestran los números como constitutivos de las denominadas edades del mundo hay que entenderlo en su aspecto simbólico, aunque puedan tener relación, a través del espacio, con ciertos factores cuantitativos. 

En esas combinaciones numéricas existen momentos de corte, y tales rupturas en el tiempo, se conocen como muro de los tiempos, haciendo que los comienzos siempre sean relativos respecto del gran comienzo. En esas interrupciones temporales es donde se producen los cambios de dirección de la gran serpiente. La ciclología es la que da base a la ciencia de los ritmos celestes, que está incluida en la cosmología como visión objetiva pero nunca separada de su contraparte subjetiva. En Occidente se refiere a la astrología, aunque nunca matizada al extremo de la cosmología oriental, propiamente la hindú. No quita sin embargo para observar en ambas versiones similitudes de fondo. Sin duda la cosmología nunca tuvo la función explicativa de las definiciones de los astros sino sus cualidades inherentes en cuanto soportes de la eternidad. 

A la astrología que tiene que ver con los ciclos cósmicos se le denomina astrología sagrada. Esos grandes ciclos estaban presentes en los más pequeños lapsos de tiempo, como por ejemplo el ritmo anual de las estaciones. La demarcación de los tiempos a nivel cotidiano marcaba los momentos de recogida y siembra, por ejemplo, o bien la celebración del recuerdo de una gesta siempre mitológica. Pero en lo que respecta a los grandes ciclos permitía a los hombres adecuarse a los ritmos del cosmos en que habitaban para saber que su paso por este mundo se hallaba en función de la pulsación de la Gran Serpiente. 

Finalmente daremos algunos ejemplos de los ciclos o pulsaciones del cosmos, sean de cortos periodos o de mayor periplo. 

Ejemplos de algunos periodos cíclicos: 
 

- ciclo lunar: 
 
          a) revolución sinódica: 29 días (+ doce horas) 

          b) revolución sidérea: 27 días 

- ciclo solar: 
 
          a) anual: 1 año de 365 días 

          b) revolución sidérea: 33 años 

          c) manchas solares: 11,4 años 

- ciclo de Marte: 686 días 

- ciclo de Metón (luna-sol): 19 años 

- ciclo nodal (nodos lunares): 18 años 

- ciclo del par Júpiter-Saturno: 20 años 

- ciclo de Urano: 84 años 

- ciclo lunar-caldeo: 600 años 

- ciclo de Daniel (profeta): 2.590 años 

- ciclo hindú de Râma: 2.160 años 

- ciclo denominado Gran Año Griego: 12.960 años 

- ciclo zodiacal o precesión equinoccial: 
 
          a) total: 25.920 años 

          b) signo: 2.160 años 

- Manvantara o ciclo humano: 64.800 años 

- Gran año chino: 129.000 años 

- Kalpa: 907.200 años 29 días (+ doce horas) 

          b) revolución sidérea: 27 días 

- ciclo solar: 
 
          a) anual: 1 año de 365 días 

          b) revolución sidérea: 33 años 

          c) manchas solares: 11,4 años 

- ciclo de Marte: 686 días 

- ciclo de Metón (luna-sol): 19 años 

- ciclo nodal (nodos lunares): 18 años 

- ciclo del par Júpiter-Saturno: 20 años 

- ciclo de Urano: 84 años 

- ciclo lunar-caldeo: 600 años 

- ciclo de Daniel (profeta): 2.590 años 

- ciclo hindú de Râma: 2.160 años 

- ciclo denominado Gran Año Griego: 12.960 años 

- ciclo zodiacal o precesión equinoccial: 
 
          a) total: 25.920 años 

          b) signo: 2.160 años 

- Manvantara o ciclo humano: 64.800 años 

- Gran año chino: 129.000 años 

- Kalpa: 907.200 años 

 
Existen multitud de ciclos y subciclos que juegan un papel importante en cada una de las tradiciones; éste es simplemente un ejemplo de la amplitud del tema. Donde más incidiremos sin duda será en el propio de la tradición hindú en cuanto es más específica y rica en los datos, pero en ningún caso indica que las demás no tengan validez en su propio entorno. 
 
Atlas, portador de los cielos
Grabado en madera, 1559

 

Tercera Parte

 

NOTAS 
19 Esto no debe entenderse al modo de la filosofía existencialista como algo inherente a su ser real, fruto a su vez del relativismo filosófico, puesto que parte de otra visión de las cosas que en nada se asemeja a la última.
20 La interpretación historicista de las cosas reduce la vida a meros fenómenos, en relación a un hipotético progreso, mientras que anteriormente la historia tuvo vigencia, pero siempre unida a lo trans-histórico, que algunos han definido como metahistórico. Al entrar en crisis lo que se ha dado en llamar, en terminología filosófica, el paradigma del sujeto, que en realidad es un trasvase del sujeto lógico, se produjo un decantamiento hacia las llamadas filosofías del devenir, entre ellas las existencialistas. En general todas ellas no tienen mayor fundamento que los acontecimientos en sí mismos, y eso, a pesar del esfuerzo de más de uno en ligarlo a ciertas visiones cristianas denominadas modernas. Lo que realmente reflejan es una fuerte dependencia de las ciencias físicas porque siguen un método parcial, que si bien es apto para cada una de las diferentes disciplinas, biología, física, ..., es harto dudoso para los sistemas que tienen como fin el pensamiento, en cuanto punto exclusivamente definitorio de lo que es el hombre, a no ser que el mismo pensamiento quiera ser abordado con criterios tecnológicos adaptados a esos sistemas filosóficos. Además de las diversas filosofías del devenir conviene no olvidar ciertos términos acuñados por pensadores que pertenecen a diferentes ámbitos tradicionales, y que pueden dar lugar a equivocaciones. Un ejemplo de esto lo tenemos en el denominado espiritualismo, el cual es sólo idealismo, la mayoría de las veces "una especie de materialismo traspuesto". 
21 En su obra, El reino de la cantidad y los signos de los tiempos, René Guénon, hace un análisis de estos dos términos, que es el que aquí seguiremos.
22 Ese parece ser el punto que ha llevado a muchos pensadores a tratar de medir el tiempo como si de algo continuo se tratase a través del espacio. También diremos, como atestigua Guénon, que los fenómenos corpóreos se hallan indistintamente tanto en el espacio como en el tiempo, mientras que aquellos de orden mental, los estudiados por la psicología, no tienen un carácter espacial. Idem, pág. 46.
23 El primer ejemplo de lo que denominamos sí mismo es la atribución del yo en el hombre, puesto que el hecho de poder reflejarse por el nombre nos muestra el misterio de la subjetividad.
24 Hasta que no se supere esa lucha consigo mismo, no será posible que éste se halle en paz, permitiendo cualquier abuso por parte de las diversas técnicas, sean genéticas o de otro tipo. No en balde es un reto crucial lo que ha venido a llamarse el genoma humano, esto es, el mapa genético del hombre.
25 Hay también otro tipo de espacios geométricos no-euclidianos, pero esto no viene al caso, aún teniendo en cuenta su posibilidad; aquí nos referimos simplemente al espacio inmediato porque tiene como finalidad la captación de las cosas que permitan su realización de orden espiritual.
26 No podremos olvidar un comentario realizado por el malogrado D. Gregorio Ordóñez, Ministro español de Asuntos Exteriores, poco antes de su fallecimiento, que nos chocó mucho por provenir de donde provenía. Hacía poco más de un año y medio que se había producido la caída del Muro de Berlín, que todo el mundo "lógicamente" celebró. Con posterioridad, no muy lejana, se empezaron a dar situaciones en la antigua Unión Soviética con una celeridad demasiado intensa para que los gobernantes se hallaran tranquilos. No dejemos de lado que este es otro síntoma de que las cosas corren muy deprisa. El difunto Fdez. Ordóñez hizo unas declaraciones al término de una reunión del Consejo de Europa, añadiendo unas coletillas que realmente decían mucho, y estas fueron que, "los acontecimientos se nos han escapado de las manos, no sabemos hacia dónde corre la historia". Del mismo modo estaba muy preocupado por los acontecimientos que se estaban generando en todo el Magreb, y el crecimiento de la ola radical en Egipto. Citamos esto para ver que la sensación de que el tiempo corre demasiado deprisa es algo que también se palpa en nuestros gobernantes. 
27 T. Burckhardt. Clé spirituelle de l'astrologie musulmane, París 1950, p. 43. 
28 Un ejemplo de ello lo tenemos en Julius Evola, en su obra, "Cabalgar el tigre". 
29 Platón. Timeo, 38a. 
30  Dante. Paraíso, XVIII, 61. 

 

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