EL DESCENSO CICLICO 
JOHN DEYME DE VILLEDIEU
V. LO COSMICO Y LO HUMANO

c) El juego actual de la "solidificación" y la "disolución" 
1. Las categorías humanas consideradas anteriormente, sin duda ejemplificadoras, pero también extremas, no comprenden en realidad sino a muy pocas personas, que son aquellas cuyos elementos psíquicos y corporales están más o menos intensamente comprometidos en los diversos procesos que genera la atracción del Cielo. Todas esas personas están unidas entre sí por sus intereses o debilidades relacionados con esa atracción, pero también es verdad que existe gran disparidad en semejante reunión. 

Por el contrario, las gentes de las que vamos a hablar representan la gran mayoría, especialmente en Occidente y los países occidentalizados. Curiosamente se trata de individuos muy parecidos en cuanto a sus intereses, apasionados sobre todo por la actualidad, y que piensan, por lo general, por intermedio de la televisión, respetuosos con sus dictados, acunados por sus ondas audio-visuales, todos en comunión, en el mismo comedero, absorbiendo simultáneamente su insípido pienso, desnaturalizado por no decir venenoso. No viven de veras, solo existen "al unísono", pero no en armonía. 

Desde un punto de vista auténticamente humano, según el cual la humanidad participa de la Tierra y del Cielo, y situándonos en una perspectiva amplia de lo sagrado en la medida en que deriva simultáneamente de estos dos Polos de la Manifestación, las gentes que estamos mencionando tan sólo tienen de humano la apariencia corporal a la cual subordinan todo. Materialistas limitados, son rudos profanos, rudeza que les da un carácter zafio y hosco, incultos como son en el ámbito de lo sagrado y orgullosos de su incultura. De ahí una superficialidad paradójicamente fundamental, que ni mucho menos excluye de sus cimientos la abundancia fluctuante de las pequeñas o monstruosas pasiones. En ellos hay una actividad mental, supuestamente razonable, que querría dominar, aunque siempre sostenida y muchas veces sumergida por una afectividad que cae fácilmente en el sentimentalismo, y que perturban los apetitos del cuerpo y los caprichos del carácter. 

Asimismo, y a pesar de esta especie de anonimato que les confiere su afinidad y su igualamiento, y a pesar también de su chata superficialidad, particularidades todas ellas que no anulan su condición de criaturas, estos humanos a su manera continúan siendo sensibles a las dos tendencias cósmicas de las que tan extensamente hemos hablado: la "solidificación" y la "disolución". Pero debido a su caparazón de indiferencia, de su impermeabilidad a lo sagrado, va de suyo que las tendencias en cuestión tan sólo les afectan en sus modalidades más ordinarias: anomalías en los cuerpos, y desviaciones en el carácter. No hablaremos nuevamente de esas pérdidas orgánicas consideradas anteriormente, debidas a las enfermedades que castigan por igual a los animales y a los vegetales, y es posible que también a los mismos minerales,171 en definitiva a todo aquello que concierne al extenso mundo de los cuerpos, obligadamente sumidos, guste o no guste, a la atracción del Cielo. 

Así pues es sólo con respecto al carácter y sus comportamientos que nos interesa aquí la sensibilidad "cósmica", totalmente inconsciente, de la mayoría de nuestros contemporáneos. En sus actitudes, sus maneras, sus manías, encontramos la marca de la dualidad que signa toda la Manifestación. Según la Cábala, en el Origen nuestro mundo fue creado por medio de la letra Beith, de número Dos. En nuestros días próximos al Fin vivimos, se quiera o no, bajo la ley de la Computadora, cuyos cálculos se basan en el binario. Por otro lado, si nuestros técnicos han adoptado este sistema es porque corresponde a algo fundamental en cuanto a la manera actual de pensar. Ahora bien, un verdadero abismo se interpone entre la Dualidad considerada en la perspectiva antigua y simbólica, y la dualidad cuantitativa cuyo conocimiento, en las ciencias modernas, se mezcla con el empleo de la numeración o las cifras. Asimismo, en estos tiempos finales, y presentadas como un grotesco simulacro de la Dualidad primera y fecunda, se aprecia en numerosas actitudes mentales la expresión de una dualidad última y estéril, algo abrupta en la forma e irreconciliable en sus definiciones. Lo mismo sucede, por ejemplo, en el régimen democrático, que se respalda y se justifica a sí mismo en la contradicción permanente que supone ver en la afirmación de unos la negación de los otros. ¡Se está tan aferrado a esta "absolutidad" binaria que se ha querido incluso descubrir un dualismo en Platón! Pero si esta dualidad irreductible es la peor de las ilusiones, no menos cierto es que en nuestro mundo un gran número de dualidades corresponden como hemos visto a algo muy real, pues no son sino el efecto de una primera polarización del Ser universal. Por lo tanto, no es necesario endurecerlas, radicalizarlas, haciendo un uso demasiado inflexible, como se tiene tendencia a hacer hoy en día, tanto en lo que respecta a la moda de los integrismos como en las integraciones de todo tipo, las cuales, en un mismo deseo de igualación, unánimemente desprecian la existencia de tal o cual dualidad, a la que encuentran más o menos embarazosa, exagerándola o minimizándola, y pretendiendo reducirla por medio de la violencia o el subterfugio. 

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2. Mucho habría que decir sobre los problemas que plantea la dualidad, pero aquí la vamos a considerar bajo su forma más primaria. Así, la irreductibilidad que se otorga a la dualidad hace de ella un verdadero dualismo, y por consiguiente, desde el punto de vista tradicional, una concepción errónea de las cosas. Es ese dualismo el que se atribuye con razón o sin ella al maniqueísmo, pero en cualquier caso este término es utilizado hoy en día en ese sentido. 

Sea como sea, y si en las esferas populares no hay preocupación alguna por lo que pueda ser el maniqueísmo, es evidente, sin embargo, que su significado corriente se conoce perfectamente, y no es otro que aquel que ve en él la expresión de una lucha inexpiable entre el Bien y el Mal. Más exactamente aún, en el contexto social (que constituye la gran obsesión del hombre moderno), esta lucha se concibe como aquella entre clases, es decir como la oposición entre "burgueses" y "proletarios". En su ingenuidad o su perfidia, para dramatizar y hacer más elocuente esta oposición se la presenta como la oposición entre los "ricos", agentes del Mal, y los "pobres" a quienes explotan y que, debido a su privación considerada como meritoria, se sitúan del lado del Bien.172 

Esta simplista división del mundo entre "ricos" y "pobres" no deja de reflejar una cierta verdad. En ocasiones también se oye decir que la diferencia se agranda cada vez más escandalosamente entre ambas categorías, y desde luego no faltan testimonios que lo confirman. Sin embargo, aun reconociendo lo fundado de esta división entre quienes poseen las riquezas del globo y los que sufren la pobreza, incluso hasta la miseria, decimos que semejante división reflejaría muy imperfectamente la manera en que se distribuye entre nuestros contemporáneos la doble influencia cósmica estudiada más arriba. En realidad, nosotros creemos que esta influencia actúa más bien sobre dos grupos cuyas profundas aspiraciones parecen irreconciliables: mejor repartidos que los "ricos" y los "pobres", con los cuales sin hacer demasiado esfuerzo se podría pensar que coinciden, están, por un lado, aquellos que se aferran sin más al pasado, y por otro, los que quieren destruir todos sus vestigios.173 Estos dos grupos son los únicos que verdaderamente cuentan por ser más vigorosos y fundamentales. Por lo demás, si juzgamos por la progresión actual de la relación entre la "solidificación" y la "disolución", tendencias que inspiran respectivamente los dos grupos en cuestión, es evidentemente el segundo, promotor finalmente de anarquía, quien será llamado a "imponerse" si es que los procesos destructores del Fin, muy cercanos a su triunfo, le dieran tiempo para ello.174 

Como podemos ver, las dos tendencias "antagónicas" de la fuerza cósmica no dejan de intervenir en el campo de la "política", pero está claro que en todo esto los intereses de la Ciudad no son más que pretextos, pues de lo que se trata en verdad es de que cada cual promueva y posteriormente imponga sus propias "ideas". En realidad las "razones" que se invocan son casi siempre interesadas, sentimentales o moderadamente apasionadas. En cuanto a las motivaciones profundas, ¿no es ya desde el nacimiento que se es "reaccionario" o "revolucionario"? 

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3. Desde hace mucho, y a medida que se encadenan los sub-ciclos de los tiempos modernos, el conservadurismo intenta con todas sus fuerzas resistirse a los renovadores, y a la larga la gran mayoría de los humanos tiende a dividirse en dos grupos opuestos: en primer lugar, están aquellos cuyo carácter está en la primera etapa de endurecimiento, los cuales no piensan en otra cosa que en mantener las ventajas adquiridas, e incluso en conseguir otras nuevas, y a continuación aquellos otros cuya dureza se ha disminuido y ablandado, y que, bien sujetos por eso mismo, no tienen otra preocupación que igualarse a los primeros, y suplantarlos después. Hoy en día, cuando las tendencias materialistas están en su apogeo, los unos no piensan más que en una expansión económica tentacular,175 que está abocada al fracaso, si no es que a la catástrofe, en tanto que los otros, apartados de esa batalla por su pereza o su incapacidad, se obstinan en destruir una sociedad enferma, sin tener los medios, ni las ganas, para sanarla. Así pues, los expansionistas se "fijan" contradictoriamente en un estado de esclerosis mental cercano a la chochez, especie de endurecimiento general que enmascara su búsqueda pertinaz de hipertrofia material. En cuanto a sus rivales, que son también los candidatos a sucederles, aparecen bajo aspectos agresivos, como víctimas del abandono de todo su ser, en los que el placer por la "libertad", que no es en el fondo sino su servidumbre a la más fantasiosa veleidad, oculta, sin saberlo, alguna secreta tendencia hacia la autodestrucción.176 Pero de hecho, "retrógrados" o "precursores", tanto los unos como los otros, en diferentes grados y bajo una engañosa vitalidad, sucumben a un enlodamiento aparentemente ineluctable, a un endurecimiento que en su intensificación pronto acabará por agrietarse, lo cual, en los "precursores", ya esboza la disolución.177 

Estos dos partidos, que tienen de hecho ideas preconcebidas y multitud de "partidarios", han sido denominados a lo largo de los tiempos de diferentes maneras. Ha habido conservadores y liberales, hay aún reaccionarios y progresistas. Pero debido a la descomposición que triunfa tanto en las ideas como en el tejido social, los nombres cambian a veces de sentido. El liberalismo de ayer es a menudo considerado por las gentes "avanzadas" como una doctrina del pasado, ciertamente caduca, si no reaccionaria. Sin embargo, mejor sería ver en estos dos grupos a los pacientes y a los impacientes, los primeros sabedores de que, sin el tiempo, no se hace nada que perdure, los segundos, que desprecian las esperas, presurosos por pasar a la acción. También se les podría llamar los "viejos" y los "jóvenes", cualquiera que sea su edad. Es bastante natural que los "viejos", tullidos en sus miembros o en su actividad, sean más cuidadosos o reflexivos, y que los "jóvenes", más ágiles y distendidos, inmortales como son todos los jóvenes, sean más entusiastas, desenvueltos, intrépidos, temerarios y suicidas.178 Frenando los unos y acelerando los otros, las cosas avanzan poco a poco, pero sin perder velocidad, hacia su fin.179 

Así va el mundo desde hace mucho tiempo. Pero lo que nos sorprende, en la evolución actual de los acontecimientos, es la aparente ineluctabilidad del proceso. Las naciones corren hacia su pérdida sin que sus dirigentes puedan o quieran evitarlo. Con toda seguridad es la "disolución" la que predomina cada vez más sobre la "solidificación", y no de forma discreta por cierto, sino de forma completamente ostensible, como puede observarse por todas partes y en todos los ámbitos. A propósito de las "disipaciones" de orden substancial, hemos hablado del derroche progresivo, sistemático incluso, del que es víctima el capital corporal de cualquier especie terrestre: envenenamiento deliberado y destrucción general del planeta hasta intoxicarnos gravemente y privarnos radicalmente de una parte de nuestras fuentes de alimento. En fin, además de estos estragos materiales cuyo único responsable es una mentalidad absurda, se constata también una disolución siempre creciente de las costumbres, disolución que va desde los estamentos más modestos hasta las esferas más altas del edificio social. 

Siempre que nos hemos encontrado con ellas, hemos denunciado esas tendencias suicidas que afectan a determinados grupos de individuos. Pero en verdad es todo el género humano el que, embarcado en una especie de locura, está a punto de suicidarse. No sólo se destruye en su modalidad física, sino que de buena gana se aplica, lo cual es todavía más inconsecuente, a arruinar lo que aún le queda de espiritualidad, es decir su bien más preciado. 

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4. ¿Acaso es una caricatura lo que aquí dibujamos, tal y como muchos pensarán? Ciertamente, pero ésta es muy amarga, puesto que se identifica con este mundo que nos cerca implacablemente. Sin duda alguna casi todas las muecas han permanecido imperceptibles durante mucho tiempo, y es que los políticos de todos los bandos son desde siempre hábiles en maquillarlas, como se maquillan ellos para aparecer ante sus telespectadores. Se echa tierra sobre los escándalos menos conocidos, se amortiguan los más visibles, se hacen limar los colmillos demasiado agresivos. Sobre todo se adormece a la clientela, como lo hace el anestesista, porque todas las "intervenciones", quirúrgicas o sociales, son dolorosas. Se mece a los electores con bellos discursos llenos de viento, se les machaca con eslóganes lenitivos o rimbombantes: sobre la "calidad de vida" al "bienestar cultural", hay para todos los gustos. y las repugnancias. Pero el sistema, mayoritaria y por tanto democráticamente, funciona a la perfección, ya que perdura. Bajo un obligado optimismo, que se supone garantiza el "crecimiento" máximo, el tumor madura. 

Hoy en día los acontecimientos a veces se precipitan de manera sorprendente. Sólo la sabiduría, que mide los ciclos, enseña que ya es hora de que los humanos se despojen de lo superfluo para hacer lugar a lo esencial. Pero no es la sabiduría la que rige la Historia, ni en el campo político, ni incluso en el del pensamiento, en donde ya no es más que objeto de burla. 

No obstante, en el gran desconcierto de las almas, frente a su embrutecimiento y su desamparo que no parece vaya a interrumpirse sino hasta la desintegración final, existen todavía, apartados de las muchedumbres irresponsables, algunos seres excepcionales que, en la soledad y el silencio, responden a todos los desafíos ultrajantes por el rigor de su comportamiento, la incesante disponibilidad de su benevolencia y el perfecto cumplimiento de su aplicación contemplativa. Incluso a veces se dice que es gracias a estos seres que el mundo debe su supervivencia. (continuará) 

Traducción: F. Ariza
 
S.F. Fisher, Kurtzer...
Den Fratribus Crucis Rosatae
, 1618
 
NOTAS
171 Es posible que no sea usual hablar de "enfermedad" o de "muerte" para las rocas. Sin embargo ellas se descomponen.
172 Los buenos pastores se indignan, consumidos de amor, y blanden los rayos que no saben si proceden de su Divinidad o de san Marx. Así se entiende que el 26 de febrero de 1989 se oyera hacer al pastor Jean-Paul Perret la siguiente promesa: "Dios quitará a los pudientes y dará a los pobres".
173 Existen excepciones. Algunos ricos, rencorosos o necios, están prestos a entregar su fortuna a los aventureros con la única condición de que destruyan el orden antiguo. Pero menos raros, creemos, son los pobres que prefieren conservar este orden, pues conociendo los atajos no desesperan en dirigirse hacia una envidiable situación.
174 Sin duda nunca se sabrá si todas estas gentes, de un partido o de otro, habrían sido capaces un día de gobernar propiamente hablando de otro modo que no fuera derramando o dejando derramar mares de sangre. En cambio, por los ejemplos cotidianos, sabemos hacia dónde se encaminan, en razón del Progreso, todas estas hermosas repúblicas "democráticas" con las que se encapricha el mundo moderno.
175 Esto no se parece en nada a un desbordamiento o derramamiento: es, contrariamente, un acaparamiento, un incremento de poder en las mismas manos, ya se trate de un individuo o de un grupo.
176 Extraña libertad que desde 1968, y después de 1789, desea "prorrumpir", y a veces lo consigue, con o sin droga, en la desintegración progresiva del psiquismo o de la carne.
177 Evidentemente esta disolución general, que hemos visto obrar en los cuerpos, se expresa también en la descomposición de la moral, como testifican la corrupción, la criminalidad y la delicuescencia generalizadas, descomposición que favorecen el laxismo y la villanía mórbidos de nuestras sociedades. La psiqué, separada de su polo espiritual rector, se animaliza y se bestializa en ciertos individuos. En otros se debilita, se disuelve de alguna manera ante la adversidad, lo cual puede conducirles al suicidio por desesperación. Se comentan algunos casos en el seno del Poder. ¿Pero qué decir de los millares de casos señalados sólo de pasada por los medios de comunicación, por falta de espacio y también por falta de interés hacia las miserias disfrazadas de mediocridad, y donde el drama sobreviene a causa del desempleo, de la enfermedad, de los "incordios" administrativos o policíacos ejerciéndose sobre gentes sin defensa en el hipócrita mundo de los "derechos del hombre"?
178 Pero ya se trate de comedimiento o desvergüenza, hace mucho tiempo que estas actitudes no guardan ninguna relación con la moral de antaño.
179 Igualmente podrían recordarse aquí los fenómenos de la gordura y la demacración de que hemos hablado anteriormente. Es como si, al final de los tiempos, la corpulencia y el conservadurismo que representan los "viejos" debieran ceder su lugar a la delgadez y a la audacia más o menos inconsecuente que encarnan los gatos callejeros, representados en este caso por los "jóvenes" aventureros del Progreso. 

Huelga decir que a través de la Historia, y sobre todo, repetimos, en los últimos tiempos, toda aplicación de la doctrina de las dos tendencias adversas o complementarias deviene particularmente delicada en razón del entrecruzamiento e imbricación de los ciclos principales con sus ciclos secundarios, pudiendo tal período de condensación velar una fase de disipación, pero sin volverla nula e inoperante. 

Además, no hay que olvidar que es siempre y ante todo de esta condensación y disipación de lo que se trata bajo los diversos términos que las ilustran y a veces las enmascaran. Así, en mitad del ciclo, la gordura, a pesar de su aparente dilatación, debe entenderse como una densificación, una condensación, mientras que al final del ciclo, la hinchazón, a pesar de su impresionante enormidad, provoca por el contrario una pérdida de densidad, una dispersión de los diversos elementos en juego, una disipación, que es la que fragiliza la hinchazón en cuestión.

 

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