EL DESCENSO CICLICO
JOHN DEYME DE VILLEDIEU
IV. LOS MOMENTOS MEDIANOS EN LOS CICLOS

b) La rebelión de los Kshatriyas
1. En el descenso cíclico, a las naturales tendencias a la "solidificación" y la "disolución", se mezcla todavía otra cosa: interviene, según afirma René Guénon, una "obra de desviación" que actúa "utilizando, de forma 'diabólica', las condiciones presentes del propio medio".132 La idea será retomada y precisada más tarde cuando nos dice que el origen de la degeneración actual "se relaciona con la perversión de alguna de las antiguas civilizaciones pertenecientes a uno u otro de los continentes desaparecidos en los cataclismos acaecidos en el transcurso del presente Manvantara". Aquí una nota referida al capítulo VI del Génesis, deja entender claramente, según nuestra opinión, que la fuente de la contra-iniciación debería buscarse en alguna época del ciclo atlante133: en efecto, R. Guénon identifica el cataclismo que puso fin a la Atlántida con el diluvio bíblico. En cualquier caso, no tendría que buscarse entre los Atlantes, como creemos que algunos hacen, a los famosos Kshatriyas sublevados contra los Brâhmanes. No obstante, podría verse en la sublevación de esta casta guerrera, el "modelo" cada vez más burdamente imitado, a lo largo de los tiempos, para todo cuanto tiene que ver con las sublevaciones, las revoluciones y los desórdenes de todo tipo, que es lo que debió ocurrir entre los Atlantes. Pero veamos las cosas con más detenimiento.

En primer lugar, observaremos que el "satanismo" al que hace alusión René Guénon a propósito de la contra-iniciación representa el "grado más extremo" de la degeneración. Tengamos en cuenta también, que aquél no concierne sino de manera muy lejana a la primera sublevación de los Kshatriyas, en la que, al parecer, está el origen mismo de dicha degeneración. Por otro lado, esa sublevación es la única de la que se les puede acusar con razón, porque aquellas otras que en lo sucesivo se designarían bajo el mismo nombre no son en realidad sino imitaciones más o menos caricaturescas, y además son de un tipo menos "kshatriya", o si se prefiere, menos "noble". R. Guénon toca de pasada este tema. "Esta actitud de los Kshatriyas sublevados, escribe, podría estar caracterizada más exactamente por la designación de 'luciferismo', que no debe confundirse con el 'satanismo', aunque sin duda exista entre uno y otro una cierta conexión: el 'luciferismo' es el rechazo al reconocimiento de una autoridad superior; el 'satanismo' es la inversión de las relaciones normales y del orden jerárquico; y este último es con bastante frecuencia una consecuencia del anterior, del mismo modo que Lucifer se convierte en Satán tras su caída".134 Por tanto, en la voluntad de los Kshatriyas de imponer "una doctrina mutilada", pero en la que "todavía subsistían ciertos conocimientos reales", R. Guénon reconoce "una actitud que, aunque condenable con respecto a la verdad, no estaba desprovista todavía de cierta grandeza".135 Como podemos ver estamos lejos del "satanismo" asociado anteriormente con la contra-iniciación que se pone en práctica en una cierta época de la historia de los Atlantes. De hecho, R. Guénon aporta una precisión que desde un principio despeja en nosotros todas las dudas. En este sentido, es suficiente con recordar "la historia de Parashu-Râma, que, según se dice, derrotó a los Kshatriyas sublevados, en una época en la que los ancestros de los Hindúes habitaban todavía una región septentrional".136 Por lo demás, y en otra precisión similar, esta rivalidad de los Brâhmanes y los Kshatriyas "estaba representada entre los Celtas bajo la figura de la lucha del jabalí y el oso, según un simbolismo de origen hiperbóreo, el cual se vincula con una de las más antiguas tradiciones de la humanidad, si no a la primera de todas, a la verdadera tradición primordial".137 Todos estos elementos de la Tradición remiten, pues, a tiempos muy anteriores a los de los Atlantes, que vivían, por otro lado, en una región meridional.138

2. Pensamos que no se puede ser más claro en cuanto a lo que aquí nos interesa. En el origen de este simbolismo, el jabalí y el oso designaban dos funciones que, lejos de ser rivales, incluso enemigas, eran complementarias. No es sino hasta mucho más tarde que debieron nacer la incomprensión y la animosidad, sobre todo en el corazón de los Kshatriyas. Puesto que el Trêtâ-yuga es considerado como la Edad donde se establece la predominancia de la casta "administrativa" y "caballeresca", es sin duda desde el comienzo de dicha Edad que se alumbra una nueva mentalidad, responsable a la larga del antagonismo que divide Kshatriyas y Brâhmanes hasta que los primeros se sublevan propiamente hablando contra la autoridad espiritual.

René Guénon, recogiendo una expresión de Dante, nos dice que "la lengua original fue tutta spenta desde el fin del Krita-Yuga".139 Era ya el indicio de un declive. ¿Estuvo esto relacionado con algún cataclismo particular, uno de esos cataclismos mencionados más arriba y que R. Guénon afirma que están en relación con determinadas crisis de la historia humana? Podría ser, pues el momento es de una particular importancia: la segunda Raza deja su lugar a la tercera, y, sobre todo, es el fin de la Edad de Oro, es decir, entre las fechas transicionales de nuestro Manvantara, aquella que sin duda alguna es la que mejor merece el término de "cisura". Sin embargo, no debemos olvidar que en esta lejana época, que corresponde en nuestros cálculos a la fecha de 36.880,23 antes de nuestra era, las condiciones de vida eran muy diferentes a las actuales, ya se trate de la relación entre los valores espaciales y temporales como en cuanto a la densidad de las cosas. Es decir que la conmoción de que aquí se trata supone finalmente un misterio para los hombres de nuestro tiempo.140

Lo que es cierto, en todo caso, es que aquí se aplica la influencia particular de cada Yuga: al carácter contemplativo de nuestra joven humanidad, correspondiente al Krita-Yuga, sucedía un carácter organizador y combativo, correspondiente al Trêtâ-Yuga. Entre los seres humanos la contemplación debía ceder el paso a la acción. A simple vista, la mención de tal hecho no sugiere nada de particular. Nada lo bastante trágico, pensará distraídamente el lector, nada parecido al hundimiento de la Atlántida. Y sin embargo, si reflexiona atentamente, se dará cuenta que se trata de una verdadera cisura, de una verdadera revolución, de un vuelco radical en el orden de las cosas. En vez de una atención plena de interioridad, he aquí a la humanidad trasladando dicha atención a su entorno, en un deseo de exteriorización.141 Esto es lo que ocurre al término del Krita-Yuga, en el fin de lo que la tradición cristiana llama "el Paraíso terrestre" y que la tradición hebraica representa como "el Jardín del Edén". Se produce entonces aquello que se interpreta con bastante frecuencia como la expulsión de Adán y Eva. ¿Qué pasó entonces? Sus ojos "se abrieron", dice el texto del Génesis. "En definitiva, comenta Leo Schaya, son todos sus sentidos con sus pasiones los que se reafirman en sumo grado y, proyectándose al exterior, 'perforan' por así decir la unidad o la homogeneidad a la vez material y espiritual de sus cuerpos de luz. Antes, éstos estaban totalmente centrados en sí mismos; centrípetos, ellos eran teocéntricos: se identificaban con el Centro omnipresente del que eran coextensivos gracias a su substancia etérea, apta para reducirse a su propio germen infinitesimal lo mismo que para llenar el mundo entero". El cuerpo glorioso del primer hombre "habiendo sido primero como un único órgano cognoscitivo, contemplativo y unitivo de naturaleza micro-macrocósmica, este cuerpo es reducido tras el pecado tan sólo al microcosmos humano dominado por los cinco sentidos exteriorizados, centrífugos, deífugos."142. Esta proyección hacia el exterior, que concuerda con lo que vendrá a continuación, es decir con la imagen de la expulsión de Adán y Eva, desemboca fatalmente en la acción como antes dijimos, manifestándose posteriormente una inevitable combatividad como consecuencia de la multiplicación progresiva de la especie humana y de la rivalidad que la acompaña. Este placer por el combate es natural en el ámbito guerrero, pero aquí las cosas toman enseguida un giro que se revela contrario al orden legítimo de las cosas. Es esto precisamente lo que deja entender la famosa sublevación de los Kshatriyas.143

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3. Llegados a este punto de nuestro desarrollo, algunas observaciones se hacen necesarias para una mejor comprensión de lo que vendrá a continuación.

La Tradición nos dice que el Trêtâ-Yuga es la Edad donde predominan los Kshatriyas. También afirma que es en el transcurso de dicha Edad cuando se produce la sublevación contra el sacerdocio brahmánico, sublevación posteriormente reprimida por Parashu-Râma, quien restablece a los Brâhmanes en sus prerrogativas. Ahora bien, no existe contradicción alguna en el hecho de que los Brâhmanes recuperen su primer y legítimo rango incluso dentro del período de predominancia de los Kshatriyas, y es que la simultaneidad de estos dos hechos no es contradictoria sino en apariencia. Mas para clarificar en lo posible tales circunstancias, pensamos que no sería del todo inútil entrar en determinados detalles.

En verdad, para nosotros el dilema planteado se resuelve con la siguiente explicación: la predominancia de los Kshatriyas no es propiamente hablando la de una casta organizada, sino la de una mentalidad casi general que afecta a la élite humana del Trêtâ-Yuga. Los Brâhmanes, en su conjunto, se encuentran pues tocados por esa mentalidad, que no es, originalmente, la de su casta, pero de la que sin embargo se sentirán cada vez más impregnados. Así, éstos serán restablecidos en sus prerrogativas y privilegios en tanto que Brâhmanes aun siendo parcialmente dominados por una mentalidad de Kshatriyas. Por otro lado, creemos que esta posibilidad es la que sugiere René Guénon cuando al hablar de la degeneración de la vocación intelectual de los "verdaderos Brâhmanes" hacia una vocación más específicamente religiosa, ésta la atribuye a "circunstancias diversas" y sobre todo a la "mezcla de las castas", por cuya causa aparecerán entre los nuevos Brâhmanes "hombres que en realidad no son sino Kshatriyas en su gran mayoría".144 Sin duda esto se debe, aunque en menor grado en ese lejano Trêtâ-Yuga, a un empobrecimiento espiritual, el cual se apreciará en muchos Brâhmanes como un paso de la contemplación a la acción. Se lo podría atribuir también a una especie de mestizaje, pero entonces no se trataría, al menos antes de la famosa sublevación, sino del mestizaje entre dos pensamientos, con todas las consecuencias que esto acarrearía, es decir el bastardeo de su elemento superior, sin que por otro lado el elemento inferior mejorara sensiblemente.

A esta degeneración, que debió darse desde el comienzo del Trêtâ-Yuga, seguirían consecuencias cada vez más nefastas. ¿Es posible que la casta guerrera se ilusionase creyendo que el decaimiento de la autoridad espiritual era mucho mayor de lo que en verdad fue? ¿Puede ser que exagerara indebidamente sus propias capacidades? O, lo que es todavía más probable, ¿perdió el sentido de la realidad ante este doble espejismo?145 De todas maneras, la casta guerrera tenía que estar ya algo decaída como para dejarse inducir a una sublevación que, por lo pronto, tan sólo le aportaba algunas satisfacciones en cuanto a su amor propio, incluso ciertas ventajas "materiales", pero que con el tiempo, al provocar una disgregación general del orden social, debería acarrearle sobre todo su propia perdición.

Es difícil saber qué pasó exactamente entonces durante ese memorable acontecimiento que fue la sublevación de los Kshatriyas. Por alejada que esté en el tiempo, la única manera de formarse una idea es remontando hasta ella por una especie de inducción a partir de las sublevaciones conocidas, que constituyen sus réplicas cada vez más degradadas a medida que nos aproximamos a los tiempos actuales. Ejemplos tenemos muchos como para asegurar que toda insubordinación del poder temporal con respecto a la autoridad espiritual va acompañada de ciertos síntomas, casi siempre iguales en "esencia", aunque difieran un tanto en la forma. Sin insistir demasiado, haremos no obstante un breve resumen, porque cuando a lo largo de la Historia dichos síntomas aparecen, aislados o, con mayor motivo, juntos, con toda seguridad están indicando un abuso de poder que antaño se llamaba "temporal", pero que desde ya hace mucho es sólo "político".

Cualquier exaltación del poder temporal o político en contra de la autoridad espiritual se acompaña generalmente de corrientes tales como el individualismo o el naturalismo, que siempre son, de una manera o de otra, el primero una negación del Sí, y el segundo un desconocimiento de toda trascendencia, lo que viene a ser lo mismo, ya se trate del hombre o del medio. En ocasiones también se constata la intromisión de un punto de vista "mágico" y el auge de un elemento femenino desviado, lo cual, por otro lado, guarda relación con determinadas potencias de la Naturaleza. En el fondo se podría decir que se trata simplemente del desdén de toda metafísica propiamente dicha en beneficio de un dominio físico que el hombre alardea de imponer cada vez con mayor crudeza.

Sin embargo, es evidente que todo esto ha de ser convenientemente transpuesto desde el momento en que tratamos de aplicarlo a épocas tan lejanas en la Historia, o, como es aquí el caso, a la Prehistoria más remota.

Dicho esto, faltaría fijar en el tiempo esta importante sublevación de los Kshatriyas. Sabemos que ésta tuvo lugar durante el Trêtâ-Yuga. En efecto, durante esa Edad nace Parashu-Râma con el fin expreso de liberar a los Brâhmanes de la dominación de los Kshatriyas. También se dice que aniquila a estos últimos en una región septentrional, seguramente en aquella que los Celtas llamaron la "tierra del oso".146 Así pues, es mucho antes del reino de los Atlantes cuando estos acontecimientos tuvieron lugar y, como hemos señalado anteriormente, pensamos que la sublevación de los Kshatriyas, circunstancia capital para todo el Manvantara, pudo producirse en su mitad, en torno al 30.400,23 antes de nuestra era, jalón de la "Historia" que corresponde también a la mitad de la tercera gran Raza. Al menos es una hipótesis plausible, y si no fue esta famosa sublevación la que hizo estragos en esa fecha, faltaría determinar qué acontecimiento pudo desarrollarse en su lugar, y cuyo eco percibimos, con similares características, en diversas fechas medianas estudiadas por nosotros.

Añadiremos aún algunas otras consideraciones para mostrar con mayor nitidez cómo todas estas cosas se parecen entre sí, incluso hasta en ciertos detalles. De este modo, es con el arma que lo caracteriza que el sexto avatâra de Vishnu elimina a los Kshatriyas sublevados. Ahora bien, este arma tiene una significación que de ningún modo conviene olvidar en todo cuanto aquí estamos diciendo. En efecto, según René Guénon, "el hacha de piedra de Parashu-Râma y el martillo de piedra de Thor son una sola y misma arma", es decir un símbolo del rayo.147 Este posee "un doble poder, de producción y de destrucción", o, mejor aún, "es la fuerza que produce todas las 'condensaciones' y 'disipaciones', que son referidas por la tradición extremo-oriental a la acción alterna de los dos principios complementarios, yin y yang, y que corresponden igualmente a las dos fases de 'expir' y 'aspir' universales".148 Por tanto, este doble poder es también el del arma de Parashu-Râma: vivificadora y, al mismo tiempo, destructora de las potencias adversas. De hecho, se trata de un poder de transformación, lo cual nada tiene de sorprendente, ya que dicha arma no es otra que el hacha de Shiva, la misma que un día éste donó a Parashu-Râma. Por último, ¿no habría que ver en el parashu la reunión de los dos poderes atribuidos a los Kshatriyas? ¿Acaso no es éste el poder mortal que exterminó a sus guerreros, y al mismo tiempo el poder de fecundación que acto seguido hizo madres a sus esposas por intermedio de los Brâhmanes? ¿No puede haber ahí una cierta "mutación" de la raza guerrera y, en definitiva, su rehabilitación, al menos en alguna medida?

Todavía hay algo más, pero que no haremos sino señalar de pasada, pues se trata de cuestiones bastante delicadas que para ser expuestas como merecen exigirían investigaciones y desarrollos que desbordarían los límites de este estudio. No es posible considerarlos aquí, aun sabiendo que podrían esclarecer esas lejanas épocas con muchas e interesantes aportaciones. Aquellos tiempos, sobre los cuales hemos intentado arrojar alguna luz, y que son designados por los geólogos como pertenecientes al paleolítico, es muy posible que tengan más relaciones con el simbolismo de la piedra de lo que hoy en día se pueda llegar a imaginar.

En el mismo orden de ideas, R. Guénon, tras haber mencionado los "betilos", recuerda el misterio de los hombres "nacidos de la piedra", y "de lo cual la leyenda de Deucalión ofrece el ejemplo más conocido". Es verdad que "esto se refiere a un cierto período un estudio más preciso del cual, si fuera posible, permitiría seguramente dar a la llamada 'edad de piedra' un sentido muy distinto del que le atribuyen los prehistoriadores".149 Ahora bien, esos tiempos desconocidos se sitúan entre nuestra época y el fin de la Atlántida.150 ¿Qué decir entonces de aquellos días todavía más lejanos que vieron la sublevación de los Kshatriyas, correspondientes a la tercera Raza y a la salida del Paraíso terrestre? En el espíritu de esas épocas "caballerescas", ¿carecería de sentido examinar el simbolismo de la piedra según el significado que lo relacionaría con una Diosa primordial, virgen y madre a la vez? Y en cuanto a las cuestiones que venimos tratando, ¿no habría aún que recordar que "la piedra también tenía una relación especial con Kronos",151 cuyos vínculos con la Hiperbórea son bien conocidos? 

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4. Puesto que nos hemos visto conducidos a hablar de las diversas peripecias de la tercera Raza, más o menos misteriosa en razón de su lejanía en el tiempo, mencionaremos un fenómeno relacionado con nuestro tema, fenómeno que en cuanto a su causa exacta continúa siendo un verdadero enigma para la Ciencia que lo constata y lo mide. 

Aunque sin insistir demasiado en ello, en nuestro trabajo hemos señalado la intervención de cataclismos más o menos graves a lo largo de la historia humana. De entre todos los recogidos por los científicos se podrían establecer dos categorías: los más recientes, que han sido tachados de "leyendas" para no turbar a los espíritus en la quietud en la que siempre se les ha acunado, y aquellos otros, en fin, que de tan antiguos que son han perdido para esos mismos espíritus cualquier connotación inquietante.

Sin abandonar la prudencia que siempre debe tenerse cuando se está tratando de fechas que remontan a lejanos milenios,152 creemos interesante llamar la atención sobre un artículo de François de Closets aparecido en julio de 1972 en la revista Sciences et Avenir: dicho artículo concierne a las inversiones magnéticas sufridas por el globo terráqueo en el curso de los tiempos. "Fue durante los años 60, dice el autor, cuando se admitió definitivamente la posibilidad de que el Norte magnético se desplazara de un polo al otro a lo largo de las edades". El artículo se refiere en particular a un descubrimiento hecho en Auvergne por Norbert Bonhomet, del Instituto de Física del Globo de Estrasburgo, a saber: una época de polaridad inversa que se situaría entre los años 30.000 y 20.000 antes de nuestra era. Este descubrimiento, prosigue de Closets, "probaría que el Homo sapiens conoció un polo Sur en el Artico. evidentemente sin saberlo". Pero esta última restricción, que dicha sin más argumentos lo que en realidad pretende es inculcarnos la "evidencia" de una mentalidad primaria en nuestros lejanos ancestros, es desde luego muy discutible. Denys Roman también la discute, de pasada, en su recensión del artículo, del que cita una frase interesante. En efecto, parece "que el ritmo de las inversiones magnéticas era mucho más lento en el pasado".153 ¿Acaso no aportaría este dato una ilustración científica involuntaria de aquello que la Tradición enseña acerca de las duraciones decrecientes de las Razas humanas y de los ciclos, los cuales parecen ritmar diversos cataclismos, según nos ha sido transmitido por los Antiguos?

De hecho, es una cierta coincidencia entre las fechas la que nos ha conducido a recordar estas cosas. La vida de la tercera Raza, de la que hemos relatado algunos hechos, transcurre de 36.880,23 a 23.920,23 antes de nuestra era. Es decir que esta Raza habría abarcado aproximadamente la época de polaridad inversa que tuvo lugar entre el 30.000 y el 20.000. Posteriormente tendremos ocasión de ver lo que podría representar la convergencia de estas fechas, a condición de que estén verificadas.

Según otro artículo, cuyo autor es S. K. Runcorn,154 de Cambridge, "los polos geomagnéticos norte y sur han invertido su posición varias veces. El campo se interrumpiría repentinamente y volvería a recomponerse con su polaridad opuesta", "repentinidad", añadiremos nosotros, que podría calificarse de "cataclísmica". Como resultado de esas variaciones en el campo magnético terrestre, "los cambios relevantes en la velocidad de rotación de nuestro planeta se explicarían mejor". En cualquier caso, "no parece dudoso que ese campo esté de alguna manera ligado con la rotación del globo", de lo que se desprende que "el eje de rotación terrestre haya igualmente variado; dicho de otra manera, el planeta, basculando, ha desplazado sus polos geográficos". Por lo demás, S. K. Runcorn ha determinado algunas de las diversas posiciones que el polo norte geográfico ha mantenido con ocasión de sus variaciones.155

Estas últimas observaciones son de interés para la historia y la geografía antiguas, en el sentido de que podrían explicar las variaciones en la duración de ciertos años, así como la causa de muchas migraciones. Para aquello que concierne a nuestro actual estudio, sólo un desplazamiento relativo de los polos geográficos explicaría, por ejemplo, una migración masiva de pueblos huyendo de su país natal para entrar nuevamente en el círculo polar. En cuanto al cambio "puro y simple" de polos entre el norte y el sur, nieves por nieves, parece evidente que a excepción de "algunos" fenómenos "desgraciados" acaecidos durante el cambio, y de la "sorpresa" de que tras ese cambio se viera al sol desplazarse en sentido inverso, todo ello no tendría por qué haber provocado ninguna modificación sensible del clima. Por eso, ya se trate de "un polo Sur en el Artico", como consta en el texto de François de Closets, o bien de un polo Norte en la Antártida, y teniendo en cuenta que todo ello ocurría al mismo tiempo, está claro que lo único que podría llevarnos a engaño es lo referido al clima propiamente dicho. Pero aunque no podemos ocuparnos ahora en enumerar los "fenómenos" ocurridos en esta clase de cambios, es verdad que los habitantes de la Tierra, y no sólo los de las regiones polares, dispondrían si llegara el caso del traslado de tiempo más que suficiente para "apreciar" los aspectos fenoménicos. Por último, los supervivientes, una vez disipados los espesos vapores volcánicos acumulados durante el cambio, debieron tener ocasión de poner un poco de orden y observar, en los polos, al sol girar en torno a ellos en una nueva dirección.156

Que el emplazamiento de los polos haya cambiado varias veces durante los tiempos geológicos es algo que no ofrece ningún género de dudas, y tampoco parece que esos cambios se produjeran sin cataclismos más o menos intensos. Asimismo, también creemos suficientemente probado que algunos de esos trastornos acontecieron en épocas históricas relativamente recientes. Pero es evidente que todas estas indicaciones adolecen de "detalles", por poco importantes que estos fuesen, y, en fin, salvo raras excepciones, la ciencia apenas si puede ilustrar alguna cosa con la ayuda de lo afirmado unánimemente por los pueblos antiguos en lo relativo a los diversos "fines del mundo".

En todo caso, lo que es seguro es que las catástrofes terrestres y las tribulaciones humanas que de ello resultan, de ningún modo son fabulaciones poéticas. Sin duda que estos hechos hacen volar la imaginación, pero no por ello dejan de ser menos reales, incluso si no fuesen otra cosa que simples efectos157, accidentes pasajeros que acompasan el largo desarrollo de las civilizaciones.

c) La sublevación de los Kshatriyas es un momento determinante de nuestro Manvántara
Al término de esta "búsqueda", y tras examinar rápidamente la cuestión de los cataclismos y sus causas, cuestión que, aunque secundaria en el marco de nuestro trabajo, no podía ser completamente omitida, pensamos que sería útil repasar varios puntos ya comprobados, los cuales conciernen muy directamente a todo cuanto aquí tratamos.

En primer lugar, si el origen de la contra-iniciación puede situarse en un momento dado del ciclo atlante, posiblemente hacia su mitad, la denominada sublevación de los Kshatriyas podría constituir muy bien, si no el primer signo de degeneración de nuestra humanidad, sí al menos una intensificación de esa inevitable degeneración, la cual iba a ser sin remisión. Como hemos tenido ocasión de ver, la cosa debió producirse mucho antes de que los Atlantes, o cuarta Raza, aparecieran en el escenario del Manvantara hace cerca de 26.000 años. De hecho, si como decimos la tradición hindú parece situar el castigo de los Kshatriyas, y por tanto su sublevación, en una tierra septentrional, no nos queda otra opción que ubicar dichos acontecimientos entre el fin del Krita-Yuga y el origen de la tradición atlante, es decir aproximadamente entre 36.880,23 y 23.920,23 antes de nuestra era. En efecto, es muy difícil imaginar semejante alteración de la pureza tradicional en una Edad como el Krita-Yuga, que es la de la perfección, por lo que también se la denomina Satya-Yuga, o Edad de la Verdad. Por otro lado, es en el Trêtâ-Yuga donde vivía Parashu-Râma, y sus actividades punitivas tuvieron lugar en una tierra nórdica, no en la Atlántida, tierra meridional: es decir que éstas ocurrieron en algún momento de los dos primeros tercios del Trêtâ-Yuga, y antes de que comenzara la migración de los pueblos del Norte en dirección al Sur.158

Admitiendo esto, aun con todas las reservas necesarias, lo demás es pura hipótesis por nuestra parte, si bien es cierto que hallamos dicha hipótesis bastante aceptable, e incluso probable, como ya vimos. Ante todo, nos parece poco verosímil que los acontecimientos "revolucionarios" de que hablamos se desarrollaran muy cercanos a los límites de 36.880,23 y de 23.920,23, que son los de la tercera Raza; por otro lado, nos encontramos con que la mitad de esta Raza y la de nuestro Manvantara coinciden en tal época en un mismo punto de la Historia, punto que a partir de entonces constituirá un momento crucial para nuestra humanidad. Es por eso que hemos situado en torno a esa fecha de 30.400,23 la famosa sublevación de los Kshatriyas; vemos aquí el arquetipo de todas las fechas medianas posteriores y, fenómeno en sí mismo luciferino, el punto de partida de una degeneración gradual de las Razas y las castas, la cual no cesará hasta el fin de nuestro ciclo.

Tras haber insistido en estas últimas páginas sobre algunos aspectos señalados de este capítulo, en las páginas que siguen intentaremos demostrar la importancia dada a los momentos cruciales de la mitad de los ciclos. Los pocos ejemplos dados hasta ahora nos parecen bastante elocuentes, aunque estamos seguros de que unas cuantas explicaciones complementarias no vendrían mal, e incluso podrían ayudarnos a comprender que todo esto se refiere a un vasto fenómeno natural o, dicho con mayor propiedad, de una ley omnipresente que se cumple hasta en los aspectos más recónditos de la Manifestación universal.



Continuación

NOTAS
132 R. Guénon: Le Règne de la Quantité, p. 116.
133 Ibid., p. 257-258.
134 Autorité spirituelle et Pouvoir temporel, p. 46, nota.
135 Ibid., p. 46.
136 Ibid., p. 20, nota 1.
137 Ibid., p. 20.
138 R. Guénon aborda una vez más el asunto en un artículo de 1936, en donde relata una tradición griega concerniente a la caza del jabalí en el bosque de Calidón. Pero permanece fiel a sus otros comentarios, precisando que dicha caza no es sino una "figuración", por otra parte tendenciosa, de la sublevación de los Kshatriyas (Symboles fondamentaux de la Science sacrée, p. 181).
139 Aperçus sur l'Esotérisme chrétien, p. 70, nota.
140 Por su parte, la tradición hebraica traduce la "cisura" de que hablamos por la imagen de los Kerubim que guardan, al Oriente, el acceso al Arbol de Vida. Si recordamos que dichos Kerubim son, como dice Guénon, "los 'tetramorfos' que sintetizan el cuaternario de las potencias elementales" (Le Symbolisme de la Croix, capítulo IX), se entenderá mejor, incluso fuera de toda mención "espectacular", la gran fractura que esto pudo suponer.
141 En efecto, uno puede mirar a su "alrededor" sin que esto tenga que ver con una "exteriorización" propiamente dicha. Se trata pues de una mirada que atraviesa la exterioridad de las cosas y las gentes sin diferir por el simple hecho de que no busca sino alcanzar la esencialidad, el centro de esas cosas y esos seres. Cuando se posee, semejante mirada está siempre penetrada de interioridad. 
142 Revista Etudes Traditionnelles, 1979, p. 41-42. Seguramente algunos quizás desearían que fuésemos más claros, pero nos parece que no se puede ser demasiado claro en un asunto como este. En todo caso, estas líneas están escritas a propósito para reforzar nuestras afirmaciones y recordar algunos puntos sobre los que hemos insistido.
143 No es sino después de su salida del Paraíso que Adán y Eva engendran a Abel y Caín. En este sentido, Fabre d'Olivet hace a propósito de los dos hermanos algunas reflexiones que no carecen de interés. Para él Abel y Caín son "seres cosmogónicos" que expresan estas dos grandes fuerzas universales que son la "expansión" y la "compresión" (La Langue Hébraïque Restituée, II, notas p. 124 y sig.). Además, Caín es el paladín de la Voluntad cuando ésta se rebela contra la Providencia. Ahora bien, "el hombre volitivo, en la medida en que persiste en su voluntad propia, (…) no debe acercarse al altar en calidad de pontífice; su lugar está en el campo". Sin embargo, ante el rechazo de su sacrificio, "su orgullo se rebela" y mata a Abel, "el hombre providencial" y religioso. Por lo tanto, los dos hombres podrían "producir, por su unión, la perfección de la naturaleza humana". Pero Lucifer "se opone a esa unión" (Caïn, de Lord Byron, p. 240-242, en "Remarques philosophiques et critiques").

R. Guénon señala que el nombre de Qaín expresa la posesión, derivada del hebreo qan que es el poder material (Le Roi du Monde, p. 54). Así pues, Caín representaría el poder real en rebelión contra la autoridad espiritual. El primer fratricida, la primera "sangre" derramada, ¿remontaría al año 30.400,23 de nuestros ciclos?.

144 Y R. Guénon precisa de paso que esa degeneración es "posible principalmente en Occidente" (Autorité spirituelle et Pouvoir temporel, p. 55). Bien entendido, en el Trêtâ-Yuga, esto debiera traducirse, en principio al menos, de manera sensiblemente diferente.
145 La "supremacía está ligada a la esencia misma de la autoridad espiritual y le pertenece en tanto que subsiste regularmente, por disminuida que pudiera estar en sí misma, siendo la más mínima porción de espiritualidad incomparablemente superior a todo aquello que procede del poder temporal" (Ibid., p. 83-84).
146 Esta sucede a la "tierra del jabalí", como el predominio de los Kshatriyas sucede al de los Brâhmanes, y como la Gran Osa acabaría también por designar la constelación polar que designaba primeramente el jabalí (Guénon: Symboles fondamentaux de la Science sacrée, p. 179-180). También se dice que Parashu-Râma exterminó totalmente a los Kshatriyas, pero que su casta renacería en los niños que engendraron los Brâhmanes en las viudas de los guerreros desaparecidos.
147 Ibid., p. 189.
148 Ibid., p. 195. Podemos ver cómo todas estas consideraciones están relacionadas con nuestro tema: ¿acaso "condensación" y "disipación", yin y yang, "expir" y "aspir", no están en estrecha relación con las fases respectivas de "solidificación" y "disolución" que estamos tratando en el presente estudio?
149 Ibid., p. 215.
150 Formes traditionnelles et cycles cosmiques, p. 49, nota.
151 Symboles fondamentaux., p. 203.
152 Hemos hecho ya todas las reservas convenientes en cuanto se refiere a nuestras propias dataciones.
153 Revista Etudes Traditionnelles, 1972, p. 236-237.
154 "The Earth's Magnetism", en Scientific American, septiembre de 1955.
155 Estas informaciones están tomadas de las páginas 162-163 del libro de Enmanuel Velikovsky Les grands bouleversements terrestres, traducido para la Librería Stock por Collin Delavaud a partir de la obra original Earth in Upheaval (1955). Dicha obra, que cita "los testimonios suministrados por las rocas" (p. 8), confirmaría las referencias a la literatura antigua contenidas en un primer libro, Mondes en collision (Stock, 1951), traducido de Worlds in collision (sept. 1950). Estas obras han suscitado un verdadero interés entre diversas personalidades científicas y otras, "mientras que la atmósfera de los medios académicos está por lo general impregnada de animosidad" (p. 13), cosa que no es de extrañar.
156 Para la descripción de los fenómenos remitimos a los libros de E. Velikovsky, que proponen una causa plausible a esas inversiones magnéticas de una intensidad muy superior a la normal. Una causa que es imposible hacer intervenir "a voluntad", ya sea en el laboratorio o en otro lugar. 
157 "La inclinación del eje terrestre (…), según determinados datos tradicionales, no habría existido desde el principio, sino que es una consecuencia de lo que en lenguaje occidental se ha designado como la 'caída del hombre' " (R. Guénon: Formes traditionnelles et Cycles cosmiques, p. 36, nota). En efecto, el orden humano y el orden cósmico actúan constantemente el uno sobre el otro, de donde "la relación que existe entre ciertas fases críticas de la historia de la humanidad y determinados cataclismos" (R. Guénon: Le Règne de la Quantité, p. 113).
158 Se trata de la migración evocada por Michel de Socoa en Les grandes conjonctions (p. 19), y que debía tener como resultado transmitir a los Atlantes los elementos vivificantes de la tradición primordial.

 

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