SYMBOLOS Nš 19-20
 "FIN DE CICLO  III"
Carta Editorial

Con este Nº nuestra revista cumple su décimo aniversario de aparición. Como los lectores saben, se trata del Nº III dedicado a nuestra serie sobre el Fin de Ciclo y cuenta en este caso con una mayoría de escritores en lengua extranjera que han querido sumarse a este acontecimiento. Se trata de contribuciones especialmente escritas para este Nº, de los franceses: André Bachelet y John Deyme de Villedieu, redactores habituales de la revista Vers la Tradition, y Jean-Luc Spinosi, ex-director de la revista Cahiers de Recherches et d'Etudes Traditionnelles y actual colaborador del Departamento de Filosofía de la Universidad de Nantes; también de Joscelyn Godwin, inglés radicado en Estados Unidos y profesor de la Universidad de Colgate (NY), que continúa aquí su libro Anales del Colegio Invisible que SYMBOLOS ha ido publicando junto con la revista Lapis de New York. Igualmente, otros dos artículos aparecidos en Vers la Tradition Nº 74, uno de mano de su director Roland Goffin y otro del anteriormente mencionado Sr. Bachelet. Asimismo un estudio de Emilio Saura, filósofo y astrólogo murciano (que ha colaborado ampliamente con nuestra revista en la versión impresa y telemática) y un documento confidencial e inédito redactado hace años por J. Reyor (Marcel Clavelle) que aclara algunos tópicos oscuros acerca de los "seguidores" de Guénon y los falsificadores de su obra, comenzando por el mismo autor y su dudosa postura, aunque fuera durante un tiempo director de Etudes Traditionnelles. Como siempre, se suman a ellos diversos aportes de nuestros colaboradores habituales.


Mutus Liber
Lám. 8, s. XVII

En los Nºs Fin de Ciclo I y II hemos dado larga cuenta de distintos signos que caracterizan a la época actual, tales como enfermedades, pestes, malformaciones, sequías e inundaciones, terremotos constantes, cambios climáticos, extinción biológica, etc. etc., y pese a nuestro optimismo de base no podemos dejar de ver lo que nos circunda. Lo cual denota una multiplicación monstruosa y al mismo tiempo una aceleración constante del olvido de los más elementales valores, que desemboca en la denigración de la vida humana, o sea de la especie, y por lo tanto, también del entorno y las otras especies. A lo que debe sumarse la injusticia en todos los campos, el fraude y la delincuencia, el sectarismo, y sobre todo la traición, según lo describe el Evangelio cristiano. Asimismo la aparente normalidad de la idea de la robótica, junto con la clonación, ambas fuera de proporción y de consecuencias tan inimaginables que, precisamente si no fuera por el fin del tiempo y el rayo piadoso que terminará con este mundo de una sola vez, podrían conformar una monstruosidad sin nombre de la que debiéramos arrepentirnos; una pesadilla que está ya produciéndose y que no puede ser ajena a la compasión de los dioses. Toda esta confusión está ejecutada por personas que son actores de unos roles propios del mundo moderno, su filosofía (?), su ciencia y técnica, roles previamente asumidos, propios de una civilización en decadencia que toca a su fin, ya que como lo hemos señalado el postmodernismo ha cedido paso al pre-apocalipsis, e inmediatamente al apocalipsis mismo, que ya estamos viviendo de modo práctico, pues unas décadas más o menos eventualmente no son nada en la vida humana. 

Pese a que somos cristianos, debemos decir que eso que destacamos es particularmente notorio en la religión actual, (es decir, la expresión oficial de las tradiciones abrahámicas) la que aún en sus aspectos más altos –sin mencionar la ignorancia y la crueldad de los integrismos y fanatismos contemporáneos–, o sea el racionalismo teológico, o la experiencia mística emocional, es la versión de un dios personal, que muy pocas veces alcanza el grado del Nous-Demiurgo, y por lo tanto está sujeta a la psiqué; tal vez en algunos fieles alcance a la ontología y a la unicidad del Ser Universal, pero jamás a la Metafísica (a menos que se tome por ella a lo que se designa así en la actualidad) o a la Suprema Identidad o No Dualidad, verdadera esencia de toda iniciación. Eso hace que se inviertan los valores y se coloque la Metafísica al servicio de la Religión, o de la Ontología (en el mejor de los casos), que parte de la base de que es real aquello que perciben los sentidos, y por lo mismo se constata la idea de una fe material, lo que configura un verdadero materialismo espiritual. Y así, la Masonería debería estar vinculada a un exoterismo religioso fuera del cual no podría haber ninguna iniciación, e incluso supeditada a él, como si la vertical dependiera de la horizontal, invirtiendo todo proceso generativo, lo cual es la más neta señal de la contratradición. 

En nuestros Nºs anteriores hemos ya formulado nuestro total rechazo hacia esta confusión entre Religión y Ciencia Sagrada y no queremos abundar sobre ello. En cuanto al esoterismo propiamente dicho, y a su más fiel representante en este siglo, René Guénon (aunque no el único por cierto), debe señalarse la malversación de su obra en manos de pretendidos seguidores y sus acólitos, auténticos maestros de la confusión, tal el caso de Frithjof Schuon y Jean Reyor –a los que desde hace algunos años se suma el "teólogo" Jean Borella–, muestras cumbres de aquello a lo que nos estamos refiriendo, los cuales son tanto más peligrosos y contratradicionales cuanto más cerca se encuentran de los auténticos valores de la Tradición Unánime, siempre vertical y no meros enunciados "tradicionalistas". 

Todo esto no debe quitarnos la Esperanza y la auténtica Fe en un mundo futuro, virginal y nuevo, con la frescura de otro amanecer, al que debemos arribar por medio del sacrificio que antecede a cualquier gestación, y aún del sufrimiento que caracteriza a toda re-generación, y donde el dolor, la pobreza, la enfermedad, la ignorancia y la muerte han sido de una vez por todas abolidos por la misericordia divina contemporáneamente con la entrada al Paraíso de una Edad de Oro, tanto para nosotros como para nuestros semejantes.
 

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